ESCRIVISIONES. María Eugenia Caseiro [17]
Continuación:
EL TRAYECTO DEL TIEMPO PERDIDO.
I. La Felicidad.
«El secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que se quiere, sino en querer lo que se hace. » León Tolstoi.
Todos tenemos etapas de gran creatividad y fecundidad, de optimismo; otras son apagadas; la vida parece carecer de todo atractivo y nos asalta el pesimismo a cada instante. Los cambios anímicos influyen de manera determinante en nuestras diferentes etapas y pueden llegar a hacerlo de forma trascendental tanto positiva como negativamente. Si meditamos acerca de estos altibajos, es posible pensar que la cuestión radica en intentar, de alguna manera que aparentemente debemos descubrir por nosotros mismos al explorarnos detenidamente y aprender a conocernos, el aplicarnos a una disciplina que nos lleve a prolongar, en todo lo posible, las etapas de optimismo y desenvolvimiento, propiciando así la creatividad y reduciendo al mínimo las de pesimismo y falta de interés.
“Ocurra lo que ocurra, aun en el día más borrascoso, las horas y el tiempo pasan. ” William Shakespeare.
Si partimos de la idea elemental de que conformamos un conjunto, que nuestras aptitudes en función de nuestros deseos y metas pueden afectar a otros tanto negativa como positivamente y que esos otros pueden ser, en la mayoría de los casos, las personas que más amamos, con quien más compartimos y que más cerca se encuentran de nosotros; que la felicidad existe, pero no es lo que nosotros creemos, se hace preciso reflexionar profundamente para alcanzar a distinguir entre lo que creemos y lo que realmente perdemos cuando no abordamos el verdadero juicio. Es muy probable que resulte éste, uno de los motivos que le han impedido hasta hoy, descubrir por sí mismo la manera de interpretar sus problemas y el curso que puede darle a su solución.
La venganza, el odio y el resentimiento también son obstáculos que imposibilitan ver con claridad. Quien vive para consumar una venganza, nunca logra ser feliz, ni tampoco aquellos que le rodean.
“Soy, tácitos amigos, el que sabe / que no hay otra venganza que el olvido / ni otro perdón.” Jorge Luis Borges
Conscientemente negamos una y otra vez la presencia de felicidad en la vida, en primer lugar porque desafortunadamente hemos heredado en abundancia, patrones de comportamiento que nos ciñen a criterios preconcebidos y erróneos, cosa ésta que sólo permite razonar a medias. Hay que puntualizar en este aspecto de nuestra conducta general para llegar a esclarecer, en lo posible, las carencias que nos reclama esa voz que sale de nuestro interior y a la que pocas veces nos atrevemos a escuchar.
“Leemos mal el mundo, y decimos luego que nos engaña. » Rabindranãth Tagore
Reducimos el concepto de felicidad a nosotros mismos; concepto que guardamos celosamente como una antigua receta de cocina de la tatarabuela que pasa de generación en generación, pero a la que desafortunadamente, todos se atreven a añadir o sustraer ingredientes al punto de sacarla de su fórmula mágica para restarle sencillez y colocarla en la posición de una quimera. La asociamos directamente con nuestros deseos y propósitos, la relacionamos con algo o alguien en particular y le atribuimos un sentido demasiado tangible y evidente, en la mayoría de los casos, la preconcebimos y precisamos. Recordando a Cantinflas: “ahí está el detalle”. Cada cual le da su acepción, la precisa y determina, la ciñe y fija llanamente en un plano cabal, completo y perfecto. En el diccionario, la palabra felicidad comparte página con felino, felonía o felpa con entera conformidad, confinada allí, en esa página, a describir la situación del ser para quien las circunstancias de su vida son tales como las desea. Satisfacción total que difiere del placer porque la ocurrencia de este último está dada por la casualidad o estímulos menos profundos. Las definiciones para esta palabra nos conducen a la ilustración de un estado placentero del ánimo del individuo. A veces lo sentimos de manera inconsciente, pero esa felicidad, ese estado placentero del ánimo que se complace en el disfrute de un bienestar, ese deleite integral aunque por original tendencia necesitamos lograr de manera permanente, no se nos proporciona de forma duradera a través de nada ni nadie en particular.
«Sólo el afán de un náufrago podría / remontar este infierno que aborrezco.
Crece mi furia y ante mi furia crezco / y solo junto al mar espero el día. »
Reinaldo Arenas.
Utilicemos una simple fórmula y separado el vocablo de su artículo, lo dejamos libre. Tal vez el referirnos a ella como La Felicidad nos da la idea errónea de un concepto fijo y no nos permite verla con la abundancia y adaptabilidad o convertibilidad que realmente posee. Llamémosla por su nombre, como cuando comenzamos a tutear a alguien para sentirnos más familiarizados. Ayudados por esta sencilla receta y sabiendo que tenemos la obligación para con nosotros mismos, y para con los demás, de firmemente procurarnos Felicidad; dejemos de mirar sin ver, de oír sin escuchar, de hablar sin comunicar, de tocar sin sentir y sobre todo, de buscar y no encontrar.
“La desdicha es grande, pero el hombre es aún mucho más grande que la desdicha. ” Rabindranăth Tagore
La naturaleza nos favorece con un cerebro, un cerebro capaz de ejercer los preciosos dones de la observación y el análisis, y si no aprovechamos esos regalos naturales, si no los usamos, también para mirar dentro de nosotros mismos, no podremos descubrir lo que quizás otro más sagaz, más atrevido ha descubierto ya, el propio interior que es extremadamente rico en elementos que utilizamos inconscientemente como factores que nos afectan al proyectarnos en la visión que tenemos del mundo que nos rodea. Podemos usar estos elementos como fundamento para crear nuevas perspectivas y relacionarnos mejor con todas aquellas cosas que son inherentes a ese mundo y que no podemos cambiar, para afrontar las cosas adversas de la vida. La adversidad nos ocurre, es cierto, pero aunque ella misma se encarga de ponernos a prueba, nos muestra de lo que somos capaces espontáneamente, haya o no, una mano amiga dispuesta a tenderse; también, armada de una verdad patética y precisa pone al descubierto, desnuda y descarnadamente a aquellos que no son capaces de sacrificar nada por nosotros, desvanece sus máscaras, los enfrenta sin gestos, sin palabras, a su propio juego de insignificantes y desacreditados fantoches. De esta forma, puestos a prueba, sabremos mejor quienes somos y quienes nos rodean, incluso aprenderemos a no recriminar a los que no tienen ese espíritu de sacrificio de tender sus manos, porque no han alcanzado aún el nivel de armonía interior que nosotros habremos podido alcanzar, y estaremos listos para encender nuestra lámpara, para que estas personas no continúen en oscuridad y se iluminen con nuestra luz. De esta manera estaremos comenzando un proceso de restauración que extiende la renovación de nuestro valor y fortaleza, que íntimamente abarca más allá de lo que nosotros mismos podamos proponernos y que a su vez resulta en una alianza con el alma, ese alma al que pertenecemos por completo. Si en el caso de la porción que nos anima individualmente la hemos relegado a un plano inconsciente no podemos, al mismo tiempo, separarla del alma universal, la cual está dada en todas las cosas que totalizan la esencia universal.
“Caminante, son tus huellas / el camino, y nada más; /caminante, no hay camino, / se hace camino al andar…” Proverbios y Cantares, Antonio Machado.
Si cada uno de nosotros cuando mira, ve; cuando oye, escucha; cuando habla, comunica; cuando toca siente y cuando busca encuentra, fundamenta su vida en hacer bien su papel, y es seguro que descubre una fuente inagotable de recursos que proporcionan felicidad. El pesimismo y el desinterés se apartan sin que tengamos que ejercer demasiado esfuerzo.
Seguramente el buscar nuestro bienestar nos implica en un total despliegue de habilidades que vamos descubriendo y desarrollando a la vez, y en este quehacer, créanme, hay felicidad. Además de involucrar a los que nos rodean en un bienestar compartido, nos hace más dignos y aprovechamos la oportunidad y el privilegio de dar el ejemplo. Todo esto a pesar de las experiencias difíciles y desafortunadas que siempre conlleva el diario vivir y que definitivamente, pueden superarse cuando el discernimiento nos lleva a enfrentarlas y sobrepasarlas sabiendo que son parte de la vida; a no malgastar esa porción de energía cósmica que nos anima en rumbos torcidos, ni la duración de nuestro tiempo en propósitos inútiles, para continuar con lo que debe ser nuestro verdadero propósito: cumplir satisfactoriamente nuestro papel en la etapa que nos ha tocado vivir, y dejar nuestra lección y nuestro legado a aquellos que nos sucederán.
Vivimos tan deprisa. Pareciera como si estuviésemos programados para una existencia preconcebida, y en ese tiempo nos invaden los errores por concatenación y muchas veces se nos dificulta reconocer lo verdaderamente sagrado: la magia de que forma parte nuestra vida cotidiana.
“En preguntar lo que sabes / el tiempo no has de perder…/y a preguntas sin respuesta, / ¿quién te podrá responder?” Proverbios y cantares. Antonio Machado.
Si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta que la vida en sí es un misterio indescifrable que lleva implícita la magia de cada instante. Lo verdaderamente sagrado es la propia vida, lo mágico está presente en cada paso: instintos, propósitos, sugestión, estímulos, intereses, seducción. Todo es sagrado, todo es mágico. Lo único que necesitamos es visión, una visión auténtica que no nos está negada, sino que la mayoría de nosotros ignora, o simplemente rechaza irreflexivamente.
“El mundo le parecía una mezcla de manicomio y de hospital; ser inteligente constituía una desgracia, y sólo la felicidad podía venir de la inconsciencia y de la locura. »
Pío Baroja.
En vez de malgastarnos en conjeturas absurdas que finalmente nos llevan a auto-compadecernos, debemos enfocar nuestra vida en develar la magia, desenterrar ese tesoro de siempre que habita en nosotros mismos, recuperar esas gemas preciosas que en algún momento de nuestra vida perdimos, y revivir la energía y el entusiasmo que yacen escarchados en otros tiempos.
La vida puede componerse de logros y fracasos, porque somos humanos y no estamos exentos, ni de cometer errores, ni de que las circunstancias no nos sean favorables, pero independientemente de esa gran diferencia que se establece entre un logro y un fracaso, entre un acontecimiento feliz y uno desdichado, debemos hacer de cada instante un momento mágico. Los momentos mágicos nos asaltan en la mayoría de las ocasiones; suceden a cada paso y muchas veces ni nos damos cuenta. Es menester reconocerlos, sobre todo cuando han estado dados dentro de una circunstancia desafortunada y ¿por qué no?, extraerlos como moderador entre las deficiencias y las suficiencias para alcanzar equilibrio. No hay como encontrar la chispa para encender la llama que nos sirva para tomar fuerzas y comenzar de nuevo, después de un revés. De eso precisamente se trata la vida, de aprender a lidiar con todo cuanto se nos presenta en el camino, y de hacerlo lo mejor posible; de empezar de nuevo cuantas veces sea necesario; de abrirnos paso, para nosotros y para los que vienen detrás. La vida se trata de vivir, y vivir es sembrar para los que vienen y recoger la cosecha de los que ya no están.
¿Pueden planearse los momentos mágicos? También podemos planearlos, como cuando éramos niños, porque son verdaderos testimonios de felicidad, pero felicidad no es una palabra, sino fulgor, el resplandor de una luz que no acertamos a ver si no del modo en que no las han descrito antes. Felicidad es la concepción del conocimiento mismo de la vida, muchas veces se identifica con la presencia de un excelente estado anímico pero esto sucede porque es una representación original del alma y cuando nos sentimos bien anímica o espiritualmente nos cargamos de energía positiva y por eso nuestro ser se abre a recibir felicidad. El concepto de felicidad no es algo que pueda globalizarse o materializarse, es una práctica pero no es una rutina, es demasiado grande y sencilla al mismo tiempo, es mágica, y absolutamente para todo el que la reconozca rinda verdadero culto al alma o esencia cósmica.
Si escucháramos la voz interna de nuestra propia alma estaríamos entrando en ella, viajando a la niñez, porque felicidad no es un tiempo, ni un espacio, ni se cotiza en la materia; es y está, y puede rescatarse de cualquier tiempo o estado. Realmente podemos rescatar la magia de la niñez y traer felicidad a nuestras vidas. La magia puede regresar porque la felicidad está siempre presente; realmente, nunca se va, lo que nos pasa es que dejamos de verla cuando nos encontramos atravesando por momentos difíciles. Desafortunadamente nos abandonamos a sufrirlos sin caer en cuenta que tal acto de abandono conlleva un proceso de desorden en la energía que, al alterarse, cambia de margen (Negativo vs. Positivo), circula dentro de nosotros, se propaga al entorno para ser reciclada en nosotros mismos y convertida en “toxinas” para aquello que nos rodea y por ende, para nosotros mismos.
Debemos recobrar lo que de naturaleza nos está dado, convivir con el alma en todo tiempo y lugar para apartar la oscuridad, la soledad y el olvido apreciando la felicidad en el presente, que bien puede acompañarnos para siempre enriqueciendo nuestra vida y beneficiando a los que nos rodean; nuestros hijos y nuestros seres queridos a quienes dejaremos este sano ejercicio como ejemplo.
“Porque a pesar de lo años no cumplidos, / el mundo es un lugar maravilloso”
De La desiderata de la felicidad, Max Ehrmann.
Continuará……….
Adelanto para la próxima entrega:
II. ¿Incertidumbre o Destino?
Comentarios1
Se necesita pasar por momentos dificiles, de los cuales quede una gran experiencia y seguridad de comprender que no debemos anteponernos a los acontecimientos,sino ir viviendo el presente de forma positiva, soñando siempre con la felicidad que podemos lograr si nos acogemos al deseo de hacer tambien felices a los demas...
Es increible como este escrito concuerda con mi opinion....
Ma. Eugenia como ve,una vez mas nos pone a pensar.
La felicito .
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