Hasta ahora he publicado dos textos relacionados con el marco narrativo. En el primero, haciendo una breve introducción la concepto y en el segundo, enfocándome en la construcción del espacio físico en la narrativa. En el texto de hoy me explayaré sobre el espacio psicológico.
Características del espacio psicológico
El espacio físico en una narración comprende los elementos ligados a la descripción fotográfica inmediata. Objetos, ambientes y tiempo que permiten el desarrollo de la historia. El espacio psicológico depende también de este escenario pero se encarga de otorgarle a la narración los ingredientes adecuados para que genere una cierta predisposición en el lector. De este modo, de acuerdo al género del que estemos hablando serán necesarios ciertas características en la escritura que colaboren con la aceptación (o no) de la historia por parte de los interlocutores.
Para conseguir este efecto, es fundamental trabajar con esmero en la forma en la que interactúan los personajes con el ambiente físico y entender de qué forma nos conviene contar la historia para ofrecer una atmósfera bien definida y causar una determinada sensación. Podríamos decir, por tanto, que de nuestra forma de trabajar el espacio psicológico dependerá el grado de enganche de los lectores y, por ende, gran parte del éxito de nuestra narración.
Por otro lado, el espacio psicológico está sumamente relacionado con las características emocionales de los personajes, con sus experiencias pasadas y sus anhelos; evidentemente la forma en la que podemos acercarnos a una historia como lectores es convirtiéndonos en los personajes, por lo tanto conocer sus personalidades puede ayudarnos a sentirnos más ellos mismos.
Si en el espacio físico la importancia recae en la construcción del escenario, en el psicológico la importancia recae en la actitud que como narradores adoptamos frente al mundo. Posiblemente si recordamos esto seremos capaces de construir una historia consistente y encontrar la perspectiva adecuada para contarla.
3 consejos para construir el espacio psicológico
1- Definir las características de los personajes
Lo primero que debemos hacer antes de contar una historia es saber cómo son los personajes, qué les ha ocurrido para convertirse en los seres que son y qué desean-esperan de sus vidas. Tener presente esto puede ayudarnos muchísimo a conseguir un espacio psicológico definido.
Si tenemos en cuenta que al leer nos transportamos a otras vidas que asumimos como propias, la única forma de construir una identidad para que los lectores puedan apropiarse es conociendo de antemano sus características. Por eso, antes de presentar a cualquier personaje (incluso a los secundarios) debemos conocer en detalle su forma de vida, su historia, sus gustos y su forma de reaccionar frente a los acontecimientos.
2- Definir el género
Una vez que sabemos cómo son nuestros personajes tenemos que resolver la perspectiva que usaremos para contar la historia. Esta está muy vinculada al género que deseamos abordar. Si nuestra historia se va a centrar en el misterio-suspense, tenemos que intentar dar con estructuras y formas de contar los acontecimientos y lo que vemos que genera una cierta expectación en el lector.
Este punto es muy importante porque nos permitirá encontrar una línea o estilo narrativo apto para nuestra historia y con él seremos capaces de tomar al lector de la mano e introducirlo en aquellas emociones y experiencias que deseemos hacerle vivir.
3- Definir las emociones protagonistas
Lo tercero que debemos tener claro es la reacción que nuestros personajes adoptarán ante los acontecimientos; esto nos permitirá conocer las emociones que protagonizarán nuestra narración, que, a su vez, serán fundamentales para conseguir una determinada actitud en el lector. Debemos recordar siempre que escribir no es inventar emociones sino aprender a contarlas. A su vez, a la hora de narrar debemos tener presente que antes que cualquier otro objetivo debe prevalecer el de emocionar al lector. Si vamos por ese camino posiblemente seamos capaces de amalgamar una historia potente que provoque en él una determinada sensación que le transforme.
Ahora bien, ¿de qué forma podemos contar cómo se siente nuestros protagonista sin decirlo? Existe para ello en retórica un útil recurso que se llama «correlato objetivo». Consiste en expresar una emoción valiéndonos de imágenes simbólicas que se encuentran relacionadas entre sí y que pueden servirnos para encarar esa emoción. Por ejemplo, si el sentimiento fundamental del personaje es de soledad, podremos expresarlo utilizando imágenes como un atardecer silencioso, una casa vacía, un día de lluvia, un campo inmenso y desierto, etc. Podremos establecer una emoción que sea la protagonista del espacio psicológico utilizando el espacio físico para contar nuestra historia.
Nuestra capacidad como narradores debe hacer un buen uso del correlato objetivo para, a través de la elección adecuada de los objetos y de la combinación de las imágenes, obtener una narración que se sostenga en el lector llevándolo de una emoción a otra. De este modo el lector se tenderá en una cama sólida que le permitirá volar y vivir nuestra historia como propia.
¡No se pierdan la próxima entrega sobre el espacio sociológico!
Comentarios1
No me la pierdo! En esta ocasión me acuerdo bastante bien de haber estudiado el "correlato objetivo". Como bien dices es una técnica imprescindible para atrapar al lector. Decir mucho a través de la simbología es fundamental en cualquier narración. Un abrazo, Tes.
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