La belleza es verdad y la verdad, belleza, dice Keats en uno de sus versos. Y en otro poema deja constancia de lo que le pesa la mortalidad. Belleza, verdad y mortalidad son las protagonistas de toda la literatura. La búsqueda de la primera y la segunda y el anhelo de abandonar la última se materializan en historias que nos han cautivado y transformado a través de la lectura. Y cito a Keats porque me parece la mejor forma de meterme en la lectura de «El que espera», de Andrés Neuman (Páginas de Espuma); no sólo porque es Keats el que distrae al protagonista de uno de los cuentos con su profunda poesía y que le acompaña en esos instantes de deseo que no se consuman, sino también porque la mirada de Keats y la de Neuman parecen dirigirse al mismo sitio: el espacio en blanco que existe entre el deseo profundo de que algo tenga lugar y lo que en realidad sucede.
Andrés Neuman escribió el mejor libros de relatos que yo haya leído jamás, «Hacerse el muerto». Nada puede igualarse a la exquisitez narrativa, la búsqueda del ritmo perfecto y la delicadeza (casi religiosa) con la que se acerca a las ideas y las transforma en esta obra eterna. «Hacerse el muerto» es uno de esos libros a los que volvemos con la ansiedad de la primera vez; con el mismo rubor con el que recordamos nuestro beso primero y el mismo temblor estomacal que nos acecha cuando pensamos en alguien que nos conmueve. Creo que «El que espera» puede ser un perfecto viaje a las raíces sobre las que se instala esta obra maestra.
Los 15 años de Páginas de Espuma vienen acompañados de sorpresas fantásticas y la reedición de «El que espera» es una de ellas. A los 15 años de su publicación, vuelve a estar disponible para nuestro disfrute la primera obra que Neuman publicó con este bello sello; no sin antes pasar por una severa (debe ser duro ser un artefacto de Neuman) revisión por parte del autor.
Brevedad y miniaturas
Este cuentario se encuentra dividido en dos partes: miniaturas y brevedades , que vienen acompañadas por supuesto con un epílogo en el que Neuman deja plasmada su pasión por el cuento. Nos encontramos en esta lectura con una serie de personajes más o menos entrañables que se ven obligados frente a los límites, algunos más absurdos que otros, y que, como suele ocurrir en las historias de Andrés, dejan ver su lado miserable o patético para que nos riamos. ¿De ellos o de nosotros?
«El que espera» se construye con diversas historias enlazadas por un hilo común: la sensación de lo que puede ser o podría haber sido. El hábito de la espera es el elemento que comparten todos los protagonistas que se dibujan a lo largo de este libro. Por otro lado, el enfoque narrativo está puesto en lo que no sucede, lo que rompe con los parámetros normales de la escritura y dota al libro de una rica autenticidad.
En primer lugar nos encontramos con un hombre que en sueños, o quizá en ese instante previo a la vigilia, se encuentra con su futuro hijo e intenta prepararlo para lo que vendrá. Partiendo de ese gesto tan humano y tan íntimo Neuman va presentándonos personajes obsesivos, perdidos o desconcertados que se encuentran aguardando algo en particular, más o menos patológicamente.
Así, nos encontramos con un joven que espera a su amada (la cual como lectores podemos intuir que jamás va a llegar) acostado en la cama y que intenta convencerse de que ese instante, el de la espera, es tanto mejor que los momentos en los que ella está a su lado. Un relato en el que las sensaciones que se respiran podrían emparentarse con «Las cosas que no hacemos».
Hallamos también a Arístides, un joven convencido de que no tiene tiempo para hacer lo que se le pide y que es capaz de llevar esa autómatica respuesta a límites insospechados; desafiando a la muerte por esa misma razón. O aquellos dos amigos que se encuentran después de mucho tiempo para jugar una partida de ajedrez y que se comunican a través del silencio y el sigiloso movimiento de las piezas.
En estos cuentos, como ya lo he dicho, Andrés se detiene en lo que no está escrito, en lo que no sucede. Pienso que las grandes obras de la literatura se cimientan en ese punto. Porque lo que no sucede-es resulta ser un impresionante abono del que pueden surgir maravillosas historias. Y mirar lo que no existe es el gran talento de autores como Keats o Andrés, ese bebé que, como lo narra él mismo en «Una vez Argentina», antes de aprender a llorar supo mirar-devorar-absorber el mundo con sus ojos.
Escritura de frontera
La extranjería también se percibe en algunos de estos relatos. Difícilmente una situación-experiencia-forma de estar en el mundo como esta no se escape en lo narrado. Y me temo que en el caso de Andrés, como les ha sucedido a la mayoría de los híbridos, es un tema relevante que cruza de punta a punta su escritura, que la modifica y que, en ocasiones, le da sentido.
También la extranjería obliga a sentarse en la frontera, a observar el borde de las cosas y a aferrarse a lo que parece no existir. ¿Quiénes mejor que los inmigrantes podemos comprender la identidad que nos nace por pertenecer al grupo de los «no vistos»? Pienso además que en esa sensación de no ser de ninguna parte germina una forma de pararse en la literatura.
Es indudable que, como dijese Emily Dickinson (nunca mejor citada hoy), el pasado es irremediable por lo que nos hace en el presente; porque lo vivido cobra sentido en el ahora. Y está claro que Neuman no sería el Neuman que nos gusta si no hubiera dejado su tierra para emigrar, para volverse un par de ojos atentos en la frontera.
La curiosidad, ese gérmen
Curiosidad. Siempre hay curiosidad en lo que Neuman escribe. Detrás de las tramas cuidadosas y de la armonía que lo distingue, hay una mirada llena de asombro y una necesidad de abordar con valentía cada una de sus historias, para explicarse la vida o acaso, para abrazar la belleza.
Y llegado este punto quiero señalar otro hallazgo en «El que espera». A través de una serie de recursos dramáticos, sobretodo en la segunda parte del libro, Neuman nos ofrece relatos que se acercan más al género de Calderón de la Barca que a la narrativa. Historias que se tejen con uno o dos elementos y que se van desarrollando a través del diálogo de los personajes.
En «Tornasol», por ejemplo, es esa cualidad de estar siempre alerta y de asombro literario la que le permite dotar de protagonismo a una jarra de agua. Estamos en una habitación con una ventana con persianas por donde entra el sol del atardecer; sobre un escritorio hay una jarra de agua. La mirada se posa sobre ese objeto que, disimuladamente, marca el paso del tiempo a lo largo de la conversación telefónica que la Doctora Freidemberg mantiene con su paciente, Castillo. Una jarra de agua como objeto capaz de atrapar el paso del tiempo me resulta un detalle fabuloso y es un recurso que Neuman utiliza en varios cuentos. Y es que podría decirse que comprender el tiempo que rodea a la imagen mucho más que narrarlo, es sin duda una de las características de la narrativa de Neuman; cualidad que ya en este libro puede percibirse.
Qué difícil es leer a un autor y no comparar sus obras. Lo cierto es que al terminar «El que espera», que debí leer hace quince años pero que en realidad acabo de descubrir, no pude evitar pensar en lo maravilloso e intenso que ha sido el crecimiento narrativo de Andrés Neuman. Qué maravilla dedicarte a la escritura y saber que estás haciéndolo tan bien. (¿Lo sabrá Andrés?)
«El que espera» puede sentirse como un primer acto para lo que le precede: una obra profunda cuyas particularidades ineludibles son el rigor literario y la pasión por contar historias que suceden cuando ya no sucede nada. Un camino donde la magia de la frontera, ha sido fundamental para la formación del autor. Pienso que leer «El que espera» puede ser una inteligente manera de acercarnos a la obra narrativa del mejor autor de nuestra época.
No me pidan objetividad en esta reseña, nadie la tiene y mucho menos si se trata de escribir sobre uno de nuestros maestros literarios. Disfruten de este libro como quien se sienta a esperar el diagnóstico de su médico; con las ansias de que todo vuelva a ser como antes y, a la vez, ese pequeño deseo inhibido de que detrás de la puerta haya un poco de dolor aguardando. Porque en el desgarro también puede haber belleza y porque, también lo dice Keats, ‘despierto está quien se piensa dormido‘.
El que espera
Andrés Neuman
Editorial Páginas de Espuma, 2015
ISBN: 978-84-8393-181-3
128 páginas
15 €
Comentarios1
A por él 😉
Debes estar registrad@ para poder comentar. Inicia sesión o Regístrate.