«Esto se acaba. Cartografía de lo efímero», de Miguel Albero —Abada Editores—

La magia de Miguel Albero consiste en hacer de una miga, un esponjoso pan. En «Esto se acaba. Cartografía de lo efímero», (Abada Editores) nos invita a hurgar a través del significado de lo efímero, desde su literalidad hasta su impacto en nuestra realidad. Un libro exquisito que no debería perderse ningún mortal.

poem

Lo que tenemos es finito. Nuestras certezas de hoy mañana habrán muerto al transformarse en este tiempo elástico que es la vida, del que poco sabemos aunque mucho decimos. Nada podemos hacer para detener el tiempo ni para alargar nuestra estancia en el mundo. Estos parecen los hilos principales que motivan el cuestionamiento de Miguel Albero en su nuevo libro «Esto se acaba. Cartografía de lo efímero» (Abada Editores). Lo que nos encontramos es, como no podía ser de otra manera, un ensayo muy bien fundamentado y con una estructura impecable que nos ilumina y nos invita a reflexionar en torno a la naturaleza fugaz de la vida. Un libro que se suma a un conjunto de ensayos contundentes que nadie debería dejar de leer.

 

Lo efímero y la naturaleza

poem

Miguel Albero plantea una lectura que va desde lo más sencillo (una pompa de jabón) hasta lo más abstracto (el arcoíris). Comienza con una definición del término y un recorrido a través de su etimología. Y después, casi sin que nos demos cuenta pasa del significado de lo breve, al sentido humano y social que ha ido adoptando con el paso de los años. Lo efímero, aquello que no dura, aquello que se termina, es el objetivo de la búsqueda; sin embargo, al intentar llegar a él es inevitable pasar por otros conceptos o ideas que lo complementan, como nuestra propia noción de mortalidad. Ideas que reúnen atajos creados con el objetivo de alargar lo que sabemos que no dura, o reducir el impacto que esta certeza nos produce.

En la naturaleza lo efímero ocupa un lugar importante. El aire y sus espejismos, el mar y su espuma, la nieve y su final cuando llega el calor, pueden ser ejemplos evidentes de que no somos nosotros los únicos que pasan. Incluso el fuego que parece a simple vista eterno, se apaga. Incluso esas llamas encendidas para preservar la memoria y que llamamos «llamas eternas» un día se apagarán; no sabemos cuándo, pero no podrán durar eternamente. ¿Esto viene a decirnos Miguel? ¡Menuda novedad! No, el objetivo del libro no es tanto ofrecer certezas como buscar nuevas preguntas para explicarnos y ordenar lo que tantos han expresado antes sobre lo eterno.

Eternamente, decimos. Este concepto que significa «desde siempre y para siempre» también ocupa un lugar importante en la lectura. Lo eterno, que podemos nombrarlo en un tiempo efímero, pero cuyo real significado no somos capaces de explicar –porque no sabemos a qué nos referimos cuando decimos «para siempre»–, refiere a la única eternidad que somos capaces de abrazar, la muerte. El final, que no es otra cosa que una falsa prolongación de la existencia. Decimos-juramos «hasta que la muerte nos separe», ¡y sabemos que lo hará! Sobre todo eso extiende su voz Miguel, porque nombrar lo que pasa desapercibido es el objetivo más sensato que puede tener un escritor.

Otra idea que abraza, y se arrastra a lo largo del libro es acerca de nuestro carácter pasajero y la evidencia que de eso tenemos. Para evitar caer en la tristeza nos hemos inventado toda serie de excusas para asegurarnos que podemos prolongar este cuerpo –todo lo que sabemos, es esta materia–. A través del arte, a través de las creencias sobrenaturales, a través de espejismos que, como el arcoíris no podemos tocar, hemos intentado durante toda nuestra Historia construir verdades que nos sobrevivan. Este es otro de los hilos que se desprenden de la lectura y sobre el que Miguel desarrolla interesantes reflexiones.

También son pasajeros en este terruño los animales. Y en este punto, una vez más (ya es nuestra tradición en este tema) voy a discrepar con Albero. Y es que esa certeza a la que se aferran la mayoría de los intelectuales de las Humanidades en torno a que los animales no tienen noción de existencia, por ende, de mortalidad, me suena a discurso infantil. Eso de que lo que nos diferencia de los animales es nuestra capacidad de razonar no revela otra cosa que nuestra incapacidad para entender que sabemos muy poco de la naturaleza y de las muchas formas que puede adoptar el pensamiento –formas no binarias que igual sirven para llegar al mismo punto–. Pero seguiremos discutiendo con Albero sobre esto y yo seguiré diciendo que si no fuese por este tipo de ideas que se mezclan en sus ensayos, sus libros serían perfectos. Y ahora pienso en que las mujeres fuimos en algún tiempo para el mundo intelectual hombres imperfectos, criaturas sin alma. ¿Nos ayudará la experiencia a modificar también nuestra mirada sobre el resto de los animales? La vida es corta y nosotros, sólo pasajeros; pero igual el tiempo nos ayude a desprendernos de esta actitud antropocentrista y hagamos algo bonito con esta cosa irrisoria y efímera que nos ha tocado en suerte.

El arte del instante

poem

Entre los puntos más interesantes del ensayo me quedo con la mirada sobre la realidad, donde lo efímero ocupa cada vez un lugar más preponderante. Apoyándose en el concepto de sociedad líquida, que construyó con tanto detalle Zygmunt Bauman, Albero recorre los puntos fundamentales de nuestra existencia, de nuestro tiempo, y trata de dilucidar si todo lo que es efímero debería serlo para nosotros. Si no se nos ha ido un poco la mano con esto de aferrarnos a lo perecedero.

Lo efímero comienza como una pompa de jabón, inocentemente, y termina apoderándose de toda nuestra existencia. La noción de mortalidad puede volvernos irremediablemente rabiosos y activos para ir a toda rosca contra la muerte, o puede llevarnos a un estado de aburrimiento, a esa sensación de insatisfacción constante que nos impide alzarnos frente a esa certeza demoledora que es «somos mortales». En este proceso la forma en la que nos relacionamos con los otros, en la que creamos y en la que miramos la vida juega un papel fundamental. Y aunque en estos tiempos de burbujas y superficialidad se vuelve más difícil hacerse con la rabia y la batalla, defender el hacer cuando sabemos que moriremos de todos modos, ¿acaso no merece la pena intentarlo? Sobre todo ello Albero nos ofrece mil hilos de los que tirar para seguir creciendo, preguntándonos y desarrollándonos. Al leerlo, recogemos una gran cantidad de otras lecturas que pueden servirnos para continuar nuestro camino lector, tan corto pero tan hermoso.

Lo efímero también roza lo sobrenatural, y Albero dedica todo un capítulo a este tema. Nuestra necesidad de tocar aquello que no podemos explicar y de darle a la vida una existencia prolongada más allá de la muerte. Y aquí, el arte y la literatura, ese material ineludible de forzar nuestra fugaz corporeidad. El detalle y la rigurosidad con la que mide la percepción del arte sobre la vida y los muchos discursos que atraviesan nuestra Historia es impecable. Albero parece crear primero la estructura –de hierro macizo– y una vez que la tiene despliega todas sus virtudes para atraparnos en un discurso que está a mitad de camino entre la erudición y una conversación de amigos. No creo que haya otro ensayista español que lo haga de forma más ordenada y contundente.

Y sigo con eso. Todo el razonamiento es atravesado por un discurso que se apoya en el humor, en las frases punzantes y que se puede servir lo mismo de un concepto griego que de una frase extraída de un tango del Polaco Goyeneche. Albero pasa de San Agustín a Descartes, de allí va sigilosamente a la poesía de Machado y visita los significados de los diccionarios y las hemerotecas; en el camino nos cuenta anécdotas, se salta los semáforos de la solemnidad y nos hace reír y disfrutar. Y es entonces cuando recordamos que la literatura era eso sobre todo, DISFRUTE. ¿En qué momento confundimos lo divertido con lo banal? Porque de frívolo no tiene nada este libro. En él nos encontramos pensando, recordando y asimilando nuevas ideas que seguramente nos servirán para volver a la vida con menos miedo, o al menos con más lecturas a las que aferrarnos; lecturas que nos salven, quiero decir.

En esa forma de hilar su discurso Albero es sorpresivo, intrigante y absolutamente ingenioso. En «Esto se acaba. Cartografía de lo efímero» nos ofrece, una vez más, su mirada oblicua sobre la realidad y se apoya en la sabiduría de los y las que estuvieron antes para desplegar un mapa exquisito en torno a un concepto interesantísimo y que nos atraviesa más que ningún otro: la naturaleza breve de la existencia.

La luz, que no se nos apague

poem

Pero en una vida que no dura ¿qué posibilidad de alegrarnos tenemos? Quizá nos hemos hecho ya esta pregunta y el resultado es haber llegado a un tiempo en el que lo efímero ha conquistado todos los terrenos de nuestra experiencia vital; desde las relaciones hasta nuestra perspectiva de futuro. Cuesta creer que una vez abiertos los ojos se pueda volver a mirar la vida con la inocencia de otro tiempo; y no se puede. Pero en los ensayos de Albero, que son muy realistas, siempre hay espacio para la luz: pequeñas hendijas por las que se cuela el entusiasmo. ¡Esta es otra de las cosas lindas de leerle!

Es verdad que en la sociedad de lo perecedero y lo novedoso, donde el tiempo pasa muy deprisa y lo devora todo a su paso, es difícil creer en algo que pueda aplastar los ruidos de las redes sociales y la rutina de lo brillante; sin embargo, como lo único que conocemos es esto –materia que se apaga–, ¿no vale la pena vivir un poco más, aunque sólo sea un poco? Esta parece una de las posibles estaciones a las que llega Albero; porque a pesar de que lo que nos rodea se corrompe, rebuscar en los significados de las cosas y en los matices de la vida, y aprender a disfrutar de lo que tenemos, no resultan pensamientos ni objetivos flacos. Sea como sea, que esa luz no se nos apague dependerá de nosotros, lectores finitos.

Con «Esto se acaba. Cartografía de lo efímero», Albero concluye un ciclo de libros exquisitamente trabajados que compartan una línea de trabajo similar: parten de la etimología, pasan por la experiencia humana, llegan al arte y devienen en una lectura de lo que nos aguarda. En cierta medida, esta obra es prima hermana de «Godot sigue sin venir. Vademécum de la espera», donde encontrábamos una definición fabulosa de lo que implica la espera y su esperanza. Nos pasamos toda la vida esperando, dice en aquel libro Miguel. Al leer «Esto se acaba. Cartografía de lo efímero» he vuelto a ese otro libro y he pensado en una triste (o patética, según cuánto daño haya en la mirada) idea que podría conectar ambos libros: nos pasamos toda la vida esperando. Toda una vida corta (efímera, fugaz, finita) esperando. Y entonces pienso en «El Principito», y en sus cuatro espinas para defenderse del mundo.

Recoger en un ensayo las ideas y la consistencia de un concepto tan volátil como éste ha sido sin duda un gran desafío. En una realidad de superficialidad y liquidez, ¿podría decirse que todo lo que nos atraviesa es de naturaleza poco consistente? Sin duda, este libro nos ofrece la solidez que no hallaremos en el mundo. Pero me imagino que el trabajo de Albero ha sido arduo, sino ¿por qué concluiría su investigación con una frase como ésta?

poem


 
 
 
 
ESTO SE ACABA. CARTOGRAFÍA DE LO EFÍMERO
Miguel Albero
Abada Editores
978-84-17301-20-0
264 páginas
17,00 €



Debes estar registrad@ para poder comentar. Inicia sesión o Regístrate.