Hay autores que se despiden de las letras a lo grande, dejando en evidencia que su paso por la historia de la literatura no es cosa menor y que su nombre deberá quedar grabado a fuego en la memoria de ésta.
Orozco, Shakespeare, Cervantes, London, Verne, Woolf, y la lista es mucho más extensa. En este artículo hablaremos sobre la última novela de Hjalmar Söderberg, «El juego serio» y la fantástica forma en la que este autor se despidió para siempre de la escritura, quedándose en la memoria literaria para siempre.
Lo último de Söderberg
La última novela de Hjalmar Söderberg es una intensa obra que trata dos temas cruciales en la vida de la humanidad: el amor y el destino. Lamentablemente de sus novelas son pocas las que llegaron a ser traducidas a nuestro idioma pero por suerte, ésta es una de ellas.
En el estilo de Söderberg se pueden encontrar características propias del realismo, mucha precisión y una forma clara y poco retórica de comunicarse con el lector para plasmar determinadas vivencias en un tiempo también particular sin dejar espacio a las dudas, como corresponde con la literatura encauzada en este estilo literario.
Lo curioso es que este autor, en medio de un estilo absolutamente directo, se introduce en temas que de tan ambiguos han generado contradicciones desde que el mundo es mundo y los plantea de formas sencillas y hasta cotidianas.
En esta oportunidad intenta profundizar el los asuntos vinculados al dilema moral que siente su protagonista Arvid Stjärnblom frente al amor por Lydia Stille. Y consigue atraparnos con una clarísima expresividad que nos permite indagar sobre ciertas cuestiones que se han mantenido más vírgenes y tradicionalistas en nuestra sociedad y que sólo nos llevan a corrompernos.
Imposiciones sociales y deseos
En «El juego serio podemos» encontrarnos con un joven llamado Arvid que proviene de una familia muy modesta y viaja a Estocolmo con el objetivo de labrarse un futuro y un estatus social mejor que el que supieron darle sus padres. Se encuentra prendado de una joven que es hija de un pintor y la ama enloquecidamente pero no se atreve a pedirle matrimonio porque no quiere abandonar su libertad ni atarse a la estructura socialmente establecida para aquéllos que se aman. Por desgracia para él, su constante mundo de dudas lo lleva a perder a Lydia, quien se casa con un hombre mayor y comienza una vida nueva, de esposa y madre.
Para Arvid la situación se vuelve sumamente escabrosa, aunque sabe hacerle frente y corrige el rumbo de su vida, olvidando a Lydia y comenzando una relación con otra joven.
Con el tiempo, todo ese mundo al que había rechazado estando enamorado lo devoró, puesto que su prometida consiguió convencerlo para que se casaran y formaran una familia. Así Arvid fue padre y marido sin amor aunque ésto no parece importarle demasiado, una vida socialmente estable y organizada.
Pero todo se complica cuando Lydia regresa y en este punto la novela cobra sentido porque plantea los numerosos conflictos emocionales que sacuden la mente de un individuo cuando sus sentimientos chocan con los planes que tenía para su vida y llega a desear intensamente comprenderlo todo, «ser el alma del mundo», para poder saber qué hacer y cómo y conseguir todo aquello que se propone.
Arvid y su destino
Para Arvid la vida tiene que ser mucho más que un destino marcado y se opone a lo que todos en su entorno creen, que las cosas se dan naturalmente y que el destino ya está decidido porque lo que su futuro le muestra es una vida sin Lydia y eso no es lo que le hace realmente dichoso.
Seguramente, más allá de la historia en sí, es una obra que permite analizar muchos ismos y llegar a comprender lo nocivas que son las ideologías para la humanidad; lo peligroso que es mantenerse a raja tabla con los ideales si lo que queda en suspenso son las emociones y los deseos más profundos. Determinismo, positivismo y realismo confluyen en esta obra y salen a relucir sus pilchas más gastadas y sucias.
La sencillez como herramienta fundamental
No creo que sea casualidad la elección de Estocolmo como escenario donde se encuentra enmarcada la historia, siendo que fue una de las primeras ciudades en las que se vieron los cambios que trajo el desarrollo, uno de los ejes de la Revolución Industrial, que tanto ha marcado el devenir de nuestras sociedades consumistas.
La sencillez y la calidad de las descripciones de Söderberg son los aspectos más resaltados por la crítica y, puntualmente en ésta, su última novela, es de una intensidad indescriptible el reencuentro con Lydia; donde claramente no nos encontraremos con recursos estilísticos a los que autores más afincados en los registros modernos acudirían, sino más bien una llanitud que nos dejará asombrados por la belleza que consigue desde lo simple.
Como pocos, Söderberg se despidió de las letras por la puerta grande, dejando en evidencia una mente creativa poco usual y una pasión literaria y humana indescriptible.
Para terminar los dejo con una frase que definiría la mente y la esencia de este Arvid. Dice:
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