Sara Gallardo es una de las escritoras argentinas más interesantes de la década del ’60. Su forma de encarar la escritura tan auténtica transhumada en novelas, cuentos y crónicas periodística, la vuelve una voz imprescindible de la literatura latinoamericana.
Hoy es la protagonista en nuestro ciclo «Entrevistas para el recuerdo». Les recuerdo que este ciclo no consiste en una entrevista sino en una breve crónica que se apoya en diferentes afirmaciones que el autor escogido ha hecho a lo largo del tiempo en charlas con periodistas. Una forma de recordar e imaginarnos en esa charla. En este caso me baso en una entrevista en la que Sara habla sobre su colaboración en Confirmado, una publicación periodística del momento, de la que dice:
La escritura de Gallardo es punzante, irónica e irreberente. Al leerla estás constantemente riendo y pensando, de forma pareja y reiterativa. Si bien ha escrito mucha y buena ficción el aporte que se le ha reconocido con mayor ahínco es el que otorgó al periodismo.
Para conocer a esa Gallardo hay que leer el libro «Macaneos» (Ediciones Winograd), que reúne sus columnas y nos permite acercarnos a una mujer interesante y despierta escribiendo en un mundo de hombres. Allí encontramos a una Sara valiente, que hace del humor un espacio de reflexión y una crítica rotunda a la sociedad. Quizás precisamente por esa rareza-valentía, se mantuvo siempre en el margen, alejada de la creación literaria de su generación, en la que destacaban autoras como Silvina Bullrich o Beatriz Guido.
Y es que para ser Gallardo hacía falta un ápice de locura y el empeño de quien se atreve más allá de los cánones y los paradigmas sociales. Gracias a eso, ella consiguió dejarnos un trabajo periodístico profundo y chispeante, pese a haberlo asumido con poca-nada experiencia. Al fin y al cabo quienes aprenden a volar son los que se lanzan a la aventura sin paracaídas.
A Gallardo le fue difícil huir del machismo. Cuenta que cuando tenía pocos años conversaba con su padre acerca de una novela escrita por una mujer y algo que él le dijo la marcó profundamente. Según su padre lo que hacía que aquella obra fuera buena era que «parecía escrita por un hombre». Posiblemente aquel comentario le afectó no tanto por lo que significaba en el contexto sino porque se vio representada en aquella escritura-vida. Teniendo en cuenta que desde pequeña sus gustos lúdicos tendían hacia lo masculino y salvaje, es de esperar que su escritura se arraigara a la frontera, para romper todas esas sentencias machistas que se arrojaban (todavía lo hacen) sobre la escritura de mujeres.
Si bien muchos críticos aseguran que al leerla podemos encontrar una forma de mirar el mundo muy masculina, en Gallardo no hay género. Algo sumamente interesante en su escritura es su carácter híbrido, gracias al cual ha conseguido construir obras que son tan femeninas como masculinas, que caminan a ras del suelo y muestran la realidad desde una perspectiva comprometida que no unilateral.
En la obra de Gallardo lo salvaje y la vida rural ocupan un lugar predominante. Nada que no pueda esperarse de una joven nacida en una familia con varios naturalistas y una gran pasión por la fauna y la flora silvestres. Durante su infancia Gallardo pasaba los veranos en una casa que la familia tenía en el campo cerca de Chascomús. De esas temporadas conservó muchas experiencias que extrapoló en la literatura y ficcionó en sus maravillosos relatos. También fue en aquella época cuando comenzó a convivir-obsesionarse con la soledad y el miedo a la muerte. Sufría asma y permanecía en vela muchísimas horas, mientras el resto de la familia dormía.
Y esa soledad aparece reiterativamente en su obra. Con ella Gallardo establece una relación de fascinación y repudio. Por un lado la considera un disfrute necesario que le permite pensar y escribir; por el otro, le asusta mucho aferrarse a ella porque sabe que una soledad insistente siempre viene acompañada de la locura. Sea como sea huir de la locura no era para ella, basta leer sus obras para descubrir a una mujer extraordinaria, extravangante y única. Y ¿qué ser así de auténtico ha podido mantenerse a salvo de la locura?
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