Caer en cana es asumir que la sociedad entera va a darte la espalda. Es descubrir (o darte cuenta de) que a nadie le importa lo que te pase. No sabemos lo que es una cárcel hasta que la vivimos en carne propia, o una persona a la que queremos mucho pasa por eso. Y entonces, abrimos los ojos: entendemos que la única razón por la que estos sitios de reclusión siguen existiendo es porque sirven para encubrir el olvido y la negligencia de la sociedad frente a ciertas realidades.«Hacer vivir, hacer morir. Pliegos de un encierro que se extiende» es un libro que reúne las vivencias de seis mujeres privadas de su libertad y nos permite entender la dimensión que la pandemia ha tenido para ellas. Un trabajo fabuloso de la Editorial Tinta Revuelta.
Las voces de las que no tienen voz
¿Qué pasa con las mujeres que están en la cárcel? ¿Te lo has preguntado? ¿Cómo han vivido (y viven) este período de crisis sanitaria? ¿Qué seguridad tienen? ¿De qué contención disponen? Poca información encontramos en los medios de comunicación sobre los colectivos invisibilizados. Presas, inmigrantes y personas sin hogar son los tres grupos terriblemente ninguneados durante la pandemia. Gracias al colectivo Yo No Fui tenemos aquí la posibilidad de conocer las emociones que atraviesan durante este tiempo algunas mujeres privadas de su libertad, en un libro que quiero recomendarte con entusiasmo.
En «Hacer vivir, hacer morir» encontramos las vivencias de seis mujeres que cumplen arresto por delitos insignificantes en Argentina. Nos topamos con la sensación de abandono, con la precariedad y el deseo de que todo acabe. Que acabe el dolor, repiten estas mujeres. Que se termine esa sensación de odio por parte del sistema. Son historias escalofriantes que nos sirven para comprender que la discriminación y los mecanismos de desigualdad que existen fuera de la cárcel, allí aparecen reforzados por un sistema extremadamente violento. Las mujeres trans, lesbianas y de sexualidad no binaria tienen muchas más dificultades para ser atendidas y valoradas, nos cuentan. Porque el poder en las cárceles, directa o indirectamente (como sucede fuera) está en manos del patriarcado: ese gigante con pelos que intenta acabar con nosotras.
Contra esa justicia blanca y viril se levanta este libro, para invitarnos a preguntarnos qué tipo de nuevas ventanas podemos crear, qué nuevas justicias; como leemos en el brillante prólogo firmado por el colectivo Yo No Fui.
Sin duda, es una lectura que puede ser sumamente interesante, pese a lo dura que pueda resultar también. No es una lectura fácil, evidentemente. Leemos experiencias realmente desesperantes, que nos permiten ver las cárceles como centros de detención, donde se practica la violencia de forma sistemática. Algunas de las escenas son realmente terribles, más propias de las memorias de un tiempo de dictadura que de una democracia. Mientras el país cree que hay libertad y sistema democrático, en las cárceles gobierna la violencia y la discriminación, el abuso de poder y la precariedad extrema.
Dalma Emilce Lobo, Ana, Jésica, Stancy, Naty, Fer, Lourdes y Geral, son los nombres de las mujeres que firman estos retazos de experiencias. Pero en ellas están las voces de un montón de otras mujeres, de Argentina y de todos los países del mundo, porque para la empatía no hay fronteras, como no las hay para el avance de la violencia y la estigmatización.
Tinta Revuelta es un colectivo editorial vinculado a la Organización Yo No Fui, que se encuentra integrado por mujeres que buscan igualdad, que luchan por un mundo donde haya espacios para las personas no binarias. Y, en este caso en particular, a través de una comprometida publicación les brindan a esas mujeres un espacio de expresividad, que las conecta con nosotros.
Un libro para abrir los ojos
«Vive o muere». Así se llama uno de los libros fundamentales de la poesía estadounidense. Anne Sexton retrata en esa obra la lucha desesperada por aferrarse a un camino: el de la vida o el del suicidio. En una serie de poemas intimistas y disruptivos en cuanto a su forma, nos ofrece una pregunta fundamental de esta existencia: dónde está el gozo de la vida, qué puede ayudarme a sentirme viva.
No he podido evitar volver a la Sexton mientras leía «Hacer vivir, hacer morir», que parece un guiño a la poesía de la diosa. Tenemos una forma desvinculada de las estéticas poéticas, en una búsqueda desesperada por ofrecer poemas puros y llenos de vida, que transmiten las emociones de las poetas que los firman. Tenemos también esa pregunta sobre la vida y la muerte, aunque en este caso el giro está clarísimo: no depende de nosotras que tengamos un camino o el otro. Éste es el punto clave para entender este libro.
La escritura sirve como crítica descarnada a un sistema judicial demencial, que atenta contra la vida de las personas que dice proteger: un sistema basado en violencias patriarcales, totalmente normalizadas. Al leer estos poemas nos adentramos en los miedos, la desesperación y la tristeza que inunda las almas de estas mujeres. A los miedos ya conocidos por ellas se suma la pandemia: el miedo a enfermar, la imposibilidad de ver a sus familias y el descuido de todo el sistema. Si la vida en las cárceles argentinas era precaria antes de la pandemia; ahora, ya no puede llamarse vida. Esto es lo que vienen a decirnos estas valientes mujeres.
Estas son historias reales. Es un libro verdadero. No sólo en el sentido de que persigue una estética arraigada a la desesperación: el lenguaje como catalizador de las experiencias sólo puede trascenderse desde lo conocido, desde lo coloquial, desde las palabras cotidianas, que son las que usa el mismo sistema para hacer vivir y hacer morir. Es también verdadero en cuanto a su función como espacio de conocimiento: nos permite abrir los ojos frente a una realidad que existe, que está ahí y que debería atravesarnos. Por eso, pienso, es ésta una lectura que todos deberíamos leer.
Cabe mencionar que, debajo del miedo y de la tristeza, «Hacer vivir, hacer morir» es un libro luminoso. No queremos morir: eso nos gritan estas mujeres. La esperanza está arraigada siempre a nuestra capacidad para pedir ayuda y, pienso, este libro nos debería reactivar, debería impulsarnos a pensar las cosas de otra manera. Volviendo al maravilloso prólogo firmado por Yo No Fui, que es mucho más lúcido que lo que yo pueda escribir, este libro nos invita a pensar en qué nuevas formas de justicia podemos buscar activamente. Que nadie se lo pierda.
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