«Hijos de la Medianoche», de Salman Rushdie

En el desván de los libros perdidos vamos a hablar sobre «Hijos de la Medianoche» de Salman Rushdie, quien no la haya leído debe ir corriendo a la biblioteca a buscarla porque es una de esas novelas que no envejecen y que nadie debería morir sin haber leído. Y voy a contarles qué es lo que la hace tan especial.

Una historia personal y social

Saleem Sinai nace el Día en que la India declara su Independencia. Este hecho que a simple vista pueda ser un mero dato de la cronología narrativa será fundamental en la historia del protagonista ya que su vida quedará enlazada de forma irrevocable al destino del país. A lo largo de la novela, de hecho, iremos conociendo los hechos de la vida personal de Saleem entrelazados con la forma en la que el país va evolucionando; los tropiezos políticos y personales y la forma en la que el entorno puede afectar la realidad de una sola persona.

Para conocer a Saleem, sin embargo, tenemos que viajar en el tiempo para armar el árbol genealógico de su familia, y de su pueblo. Así, iremos descubriendo aquellos elementos que fueron condicionando el porvenir del protagonista y de su grupo y entenderemos por qué él tuvo que nacer justamente cuando su pueblo conseguía la independencia. A través de numerosas metáforas y de un manejo delicioso de la simbología narrativa, Salman consigue ofrecernos una obra compleja y exquisita que se lee con sumo interés y se disfruta como sólo pueden gozarse las grandes obras de la literatura universal.

Entre los elementos más destacables de la narración de Rushdie podríamos citar el constante cruce entre realidad y fantasía; detalle que lo ha posicionado en ocasiones junto a los narradores del realismo mágico latinoamericano. Esta novela también cuenta con esta particularidad y aunque la leamos como una historia de corte realista y lineal, por momentos nos permite establecer conexiones entre el mundo real y el universo onírico y figurativo del personaje, donde pasado y futuro parecen superponerse y contribuir con el desarrollo de la trama principal.

Razones para no perderse a Salman Rushdie

A Salman Rushdie muchos lo presentan como candidato seguro para el Nobel desde hace varios años, sin embargo, parece que su escritura directa y sus muchos encontronazos con los jefes de las más importantes religiones, no ha colaborado positivamente con que los jefes de la Academia Sueca le presten atención. Sea como sea, es uno de esos autores inolvidables; capaz de hacerte estremecer con una escritura llana y un manejo agudísimo del lenguaje: cualidades que le convierten en uno de los escritores vivos más necesarios.

En Salman la ficción es fantasía; por eso no podemos acercarnos a sus obras con una mirada determinista. Hay en él un amplio abanico de posibilidades creativas que se ponen a prueba y se convierten en historia de forma mágica y magistral. Al igual que en cualquiera de las obras de Rushdie, «Hijos de la Medianoche» nos ofrece una descripción detallada de la vida de una generación conmovida por los cambios polìticos y sociales. Hay en su narrativa, además, mucho humor, ironía, romance y un cuidado literario extremo.

He leído muchas críticas sobre esta novela de Rushdie, y recuerdo con especial atención una de la que lamentablemente no recuerdo su autor. Se ponía un especial énfasis en la gran habilidad de Salman para contar una historia demostrando un manejo fluido y extraordinario del lenguaje pero logrando que su obra fuera absolutamente accesible para todo tipo de lectores. Creo que esa es una de sus grandes habilidades, que pone a prueba este autor en cada uno de sus libros y que nos lleva terminar sus obras sin sentirnos decepcionados. En el caso especifico de «Hijos de la medianoche» la destreza es especialmente atesorable, ¡pocos libros podrían comenzar siquiera a competir con la escritura limpia, sensual y colorida de Rushdie! Esa, considero, es una de las razones principales por las que todos deberíamos leer esta novela.

Sin duda, «Hijos de la Medianoche», de Salman Rushdie es uno de los libros que no podía faltar en nuestro desván de los libros perdidos y estoy segura de que cuando lo lean tendrán todavía más razones para alabarla de las que yo he propuesto aquí. ¡No la dejen pasar!