Uno de mis primeros deseos, después de descubrir mi pasión por las letras, fue convertirme en bibliotecaria. Y aunque trabajé en la formación de dos bibliotecas barriales, recolectando y catalogando libros, no me encaminé a conseguir este objetivo. Pese a todo, los mejores recuerdos de mi infancia son tardes silenciosas a los pies de una enorme estantería repleta de libros, leyendo a mis favoritos.
Y es que sin ellas no seríamos quienes somos. Les debemos entretenimiento, salud, conocimientos, vida. Las bibliotecas nos han educado; nos han ayudado a convertirnos en lo que somos, en lo bueno y en lo malo.
Para muchos, los libros han sido los verdaderos maestros. Es mi caso. Por eso, en el Día de la Biblioteca, me ha parecido oportuno realizar una nota sobre la historia de estas instituciones que han sufrido diversas transformaciones pero que, pese a todo, han sabido mantenerse en pie.
La esencia de las bibliotecas
Si analizamos la etimología de la palabra biblioteca, podemos decir que se trata de un lugar en el que se almacenan libros; aunque en la actualidad también permite otras acepciones. Pudiendo ser una biblioteca tanto una colección bibliográfica o audiovisual como una institución que permite la libre circulación de las obras, satisfaciendo así las necesidades de los usuarios.
En el sentido etimológico el concepto de biblioteca permite dos acepciones:
- se puede llamar así a cualquier colección de libros u otras publicaciones ordenada y dispuesta para el préstamo o la consulta.
- organismo institucional que que ocupa un edificio determinado, donde se almacenan las publicaciones y se ponen a disposición de los usuarios. También se encargan de difundir la lectura con tareas educativas y de esparcimiento.
Las máximas del espíritu que motiva la existencia de las bibliotecas fueron creadas por Raganathan en 1931 y son:
- Los libros están para usarse
- Hay que ahorrar tiempo al lector
- La biblioteca es un organismo en crecimiento
- A cada libro su lector
- A cada lector su libro
Las bibliotecas son uno de los medios fundamentales de difusión de la cultura y, en estos tiempos de crisis en los que están siendo cruelmente amenazadas, es fundamental que aunamos nuestras fuerzas e impidamos que se evaporen como en otros períodos de la historia. La cultura y el conocimiento son bienes sociales y no deberían ser distribuidos en torno al poder adquisitivo de las personas, sino de su afán de aprendizaje.
El surgimiento de la biblioteca pública
El primer edificio que podría considerarse una biblioteca fue fundado en el siglo VII a.C por el rey asirio Asurbanipal, en la ciudad de Nínive. Este monarca construyó dentro de su palacio una biblioteca, y envió a sus súbditos a buscar tabletas de arcilla donde existiera constancia de los descubrimientos realizados hasta el momento en los diferentes campos del conocimientos. Dichas tabletas fueron copiadas y se guardó de cada una un ejemplar en palacio. No era un bien público sino destinada al uso del monarca y su círculo. Lamentablemente no se conservan registros de ella dado que en el el año 612 a.C. la ciudad de Nínive fue incendiada, perdiéndose la mayor parte de su cultura, incluida la biblioteca.
De acuerdo a los datos que la historia permite conocer, la primera biblioteca pública fue construida en el año 330 a.C en el Estado de Atenas, en la Antigua Grecia. Ese mismo año se construyó también la más famosa de todas estas instituciones, la biblioteca de Alejandría. La misma se conformaba por 700,000 rollos de papiro, un verdadero tesoro con lo más relevante de las ciencias y la literatura griega. También fue incendiada, aunque volvió a reconstruirse. En el siglo IV d.C Constantino el Grande fundó otras bibliotecas, la Ulpia de Roma y la Librería Imperial Bizantina.
La biblioteca de Alejandría
En el siglo III a.C Alejandría era el centro cultural y político de todo Egipto. Y en ese epicentro, en torno al cual se decidía el futuro no solo de Egipto sino de todos los países cercanos al Mediterráneo, la biblioteca era una de las edificaciones más relevantes y destacadas. El otro edificio significativo era el gran faro de Alejandría.
Si bien en la Antigua Grecia se apostaba por la proliferación de las artes y las actividades culturales, es recién con la fundación de Alejandría que aquel bagaje cultural que los antiguos griegos se habían preocupado por reunir y compartir, empezó a tener una difusión y un peso considerable.
Sería erróneo afirmar que fue esta la primera biblioteca en Egipto, sabido es que los antiguos faraones contaban con espacios para la lectura, donde almacenaban el contenido que habían adquirido; sin embargo siempre fueron de uso personal. La biblioteca de Alejandría, podría considerarse la primera gran biblioteca de uso público, en la que muchas personas se congregaban para el estudio de las artes y las ciencias. Un espacio donde se divulgaba el conocimiento.
Pero los reveses de la vida quisieron que esta impresionante biblioteca sufriera sucesivos «accidentes». Incendios y destrucciones la fueron apagando lentamente, hasta que en el 645 d.C se perdió todo rastro de ella. La victoria de los musulmanes sobre los romanos y la instauración de la nueva capital en Egipto, el Cairo, la dejaron olvidada y derruida.
Recién en el siglo pasado, más precisamente en el año 1987, surgió un proyecto para construir una nueva biblioteca que sirviera para recuperar ese enclave mítico de la Antigüedad. En dicho proyecto participaron económicamente países de todo el mundo, y el resultado fue un edificio impresionante de forma circular. Es la segunda biblioteca más grande del mundo y tiene capacidad para 2000 personas. Se encuentra impregnada de historia, con escrituras, jeroglíficos y estatuas clásicas que la vuelven el lugar ideal para todo apasionado de las letras y el conocimiento. Una historia al mejor estilo griego, pero con final feliz.
No tener dinero no es una buena excusa para no leer. En todas las ciudades hay bibliotecas. Personalmente, de veinte libros que leo tan solo compro uno o dos. Abrir un libro nuevo es alucinante porque es como si esa historia hubiera estado esperándote todo ese tiempo. No obstante, tomar prestado un libro de una biblioteca tiene un encanto indescriptible; es como abrir una ventana a miles de desconocidas historias, y una de las mejores formas de compartir cultura.
Comentarios3
Tres hurras por las bibliotecas!!!!
¡Hurra! ¡Hurra! ¡Hurra! 😉
Magníficos datos acerca de las primeras bibliotecas.
Gracias por sumar mas conocimiento a las personas que leemos.
¡Gracias a ti por leerme, Graciela! Un abrazo
Los Palacios de los libros, del saber: las Bibliotecas. Que alegría que existan, desde la de Alejandría!!! Muy bien por los gobiernos de Madrid que fundaron más de estos recintos. Ejemplo, la Biblioteca Luis Rosales, en la Puerta de Toledo, en la plaza del viejo Mercado del Pescado de Madrid. La crearon creo en 1.985. ¡Bravo!. Martha Lucía González Uribe.
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