Cuántas cosas sucedieron en los pueblos del Paraguay y los libros no tomaron registro de esos hechos. Me refiero a aquellos casos que parecieran haber superado a la ficción, siempre tan delirantes. Invito al lector a entrar a los apasionantes relatos que fueron corriendo de boca en boca, entre mateadas, alrededor de un brasero encendido o en las rondas de tereré.
Sucedió en una compañía de Villeta. Una mujer-niña, de extraordinaria belleza, había entregado su corazón, sus sentimientos, a un hombre que a la larga resultó ser un mentiroso e irresponsable. Bajo los naranjos en flor, en una noche de luna roja, los amantes, desnudos, se juraron amor eterno.
Estando embarazada de tres meses y sabiendo que sus padres, Esperanza y Eulogio Cañete, tenían entera confianza en sus virtudes de hija que llevaba una existencia de abstinencia sexual, no sabía cómo decirles lo que le ocurría, es decir, no encontraba la forma de explicarles que se hallaba embarazada. Eran sus progenitores gente sencilla y muy crédula. No dudaban, como las humildes gentes del campo, de épocas ya pasadas, de las apariciones del Luisón, del Kurupi, del Pombéro, porque así fueron educados por sus padres, quienes, tiempo atrás, si escuchaban un silbido , se lo adjudicaban al personaje nocturno, por ejemplo, y se metían a rezar.
La mujer-niña echó la culpa de su embarazo al Kurupi. Dijo, jurando sobre la imagen de la Virgen de Caacupé, que se había echado a correr al ver al trasgo, al monstruo, pero que él le dio alcance rápidamente y la llevó hacia lo más profundo del monte donde la poseyó brutalmente. Claro que hubiera podido matarla Kurupi, según su costumbre, pero no lo hizo por alguna razón que ella no sabía explicar por el momento.
Los padres creyeron el cuento. Y a los vecinos que les salían con alguna picardía les aseguraban que Marta había tenido suerte de no haber sido matada por su violador. Y que un nieto de Kurupi tal vez daría, quién sabe, alguna solvencia económica a la familia.
El caso Solari
También ocurrió en Villeta, aunque en el centro mismo del pueblo. Era él don Andrés Solari, italiano, el primer exportador de naranjas de Villeta, un hombre que tenía un pequeño negocio, aunque su fuerte, su verdadera fuente de fortuna, era la usura. Cuánta fortuna, por cierto, amasó don Solari. A mi padre le salvó la hipoteca de la casa cuando los tiempos económicos ponían en vilo el ánimo de los moradores de nuestro hogar. Un nefasta noche
se presentaron en su casa unos malhechores. Le dispararon sin piedad. Querían llevar su dinero, que estaba en una caja fuerte, y como no la podían abrir, la llevaron a la fábrica, la Anderson Clayton, y no, no, no, no hubo caso. Cuenta ya la casi leyenda que un enorme anillo intentaron robarle. Para aligerar la cuestión, el robo (total ya estaba muerto el muy finado), le cortaron el dedo. El bárbaro episodio causó gran revuelo y repudio en Villeta.
El caso Guido Coronel
Había un cura, un sacerdote, un presbítero salesiano, llamado Guido Coronel. No solamente hacía excelentes servicios religiosos, sino que, dotado de una capacidad para trabajar infatigablemente, levantó una próspera colonia llamada «Minga Guazú». Eran grandes, cuantiosas las ganancias que daba aquella colonia, gracias a su talento y a su afán en dar prosperidad a toda iniciativa comunitaria.
Regularmente solía traer el dinero producido por la gente de la colonia para depositarlo en un banco de Asunción. Ocurrió que durante uno de sus tantos viajes se le aparecieron tres asaltantes en el camino. El religioso, que era hombre de armas tomar, disparó sin pestañear contra los malvivientes enmascarados. Cuánta sería su sorpresa cuando, al retirar las máscaras de los rostros, encontró que sus ladrones habían sido tres personas importantes, pues representaban a la autoridad misma: el juez de paz, el comisario y el intendente.
La colonia Minga Guazú, después de mucho tiempo de esplendor y gloria económica al frente del padre Guido Coronel, cuando este falleció, se convirtió en ruinas, pues había sido presa de la mala administración y la codicia de los políticos colorados.
Se fundó «Minga Guazú» cuando el 14 de mayo de 1958 un grupo de jóvenes se ubicaron en plena selva del Paraná, para dar inicio a la entonces Colonia Presidente Stroessner. El sistema de «minga» tenía lugar los lunes bajo la dirección del presbítero salesiano Guido Coronel, que fue uno de los líderes de esta comunidad, enviado para colonizarla.
Se creó primero como colonia por Ley Nº 623, para luego convertirse en distrito el 22 de marzo de 1990 con el nombre que tuvo la antigua colonia «Minga Guazú».
El caso Delfina Servín
Hacía tiempo que le venían los vecinos y las amigas a contarle a Delfina Servín que su concubino Mateo Gamarra andaba en amores con otra mujer. Un día, resueltamente, fue armada con un revólver a una fiesta donde estaba el tal Mateo, y se acercó a él, quien bailaba animadamente con una dama. Con cinco balazos lo dejó finado en la pista de baile. Gran alboroto se arma en el sitio.
Muchos dijeron que fueron seis los impactos de bala que recibió el desdichado. Vaya uno a saber. Y para el caso no importa, pues el caso es que murió. Le dijo esta mujer, Delfina, la despechada, antes de acabar con su vida, estas palabras que se hicieron populares: «ne»�îrã chekuaapa». Ella fue a parar al Buen Pastor. Luego, acostumbrada tal vez al sitio, y después de cumplir con su condena, se dedicó a vender flores, dicen las lenguas, frente al cementerio de la Recoleta. El caso de Delfina Servín pasó a formar parte de un radioteatro que tuvo mucho éxito. El hecho ocurrió en 1931.
DON SOLARI
No se sabe en qué cajón
tenía el oro escondido,
don Solari, italiano,
ricachón, también judío,
huraño y, peor, soltero
de ochenta años y pico.
En su almacén sin letrero
los fermentados tocinos
níquel por níquel vendía
al pordiosero y al sirio.
Avaro como hubo pocos
cenaba solo un mordisco
de un pan que rendir solía
como el pescado, no el vino
con que brindaba en silencio
bajo la luz de un bombillo.
Nadie sabe cuántos fueron,
si dos o tres forajidos,
los que entraron por su techo
en una noche de estío.
La cama al revés pusieron
buscando el oro escondido
y al no encontrarlo cortaron
sus dedos de diez anillos.
Pasaron ya treinta años
de aquel oscuro homicidio.
El ánima de Solari
de noche lanza quejidos.
Los perros que comen luna
lo espantan con un gruñido.
Delfina Acosta
(Del libro «Romancero de mi pueblo»)
MATEO GAMARRA
Atención pido señores un momento pe hendumi
la desgracia sucedida en el Puerto Guaraní.
El 12 mes de octubre un baile ojeofrece
omanó Mateo Gamarra en manos de su mujer.
O je»�ói la farra hápe pe pyhareve asaje
borrándose en este mundo para siempre en ese día.
Un miércoles desgraciado a las 11 del mediodía
en la casa de Miguel Medina la desgracia osucede.
Oguahê upépe Gamarra «una polka para mí»;
onohê ombojeroky una tal Emilia Ortiz.
Sin recelo voi Gamarra Emilia-pe omongeta
ha héra la iserviha una tal Delfina Servín.
Upéicha ndaje Gamarra toda la pieza ojapo
he»�íma chupe Delfina «Anivéna péicha reiko».
«No hay caso», he»�i Gamarra ha upéichante oseguí,
«si es que ojedisgustárõ che apoíntene ichugui».
Haupéva ohendu Delfina Gamarra-pe osê he»�i:
«Ha nde ndegozaharã quién sabe che karai;
che ha»�e Delfina Servín ne»�îrã chekuaapa,
kuña jepe niko che, anicheva»�erã che burlá».
Osêma upépe Delfina con un revólver en la mano
los cinco tiros seguido Gamarra-pe ojapipa,
ho»�áma upépe Gamarra socorro ojerure,
«mba»�ere piko Delfina rejapo kóicha che rehe».
«Reikuaámapa Gamarra ku Delfina oje»�eha
anichéne rejequeja si a tiempo ro avisa».
Gamarra no ñe»�êvéima más que solo he»�i va»�ekue:
«Adiós mante los amigos, pe vyaitékena che rehe».
1- …Y la hermosa hija de un matrimonio campesino de una compañía de Villeta se había embarazado del Kurupi. Por supuesto que a los pícaros les costaba creer en la versión, pero los padres de la moza se encargaron de que nadie dudara.
2- Delfina Servín hizo, más que historia, una verdadera leyenda. Despechada, sabiendo que su concubino Mateo Gamarra estaba de amores con otra mujer, de cinco tiros seguidos lo mató. La historia incluso dio lugar a una canción.
3- Pobre don Andrés Solari. Era usurero y lo mataron para robarle su cuantiosa fortuna. Los malvivientes no consiguieron su objetivo. El crimen cometido causó gran consternación en el pueblo de Villeta y quedó su alma en pena.
Comentarios3
Muy bonitas leyendas. Interesante cobrarbrarlas en su historia. y Felicitaciones a los hermosos poemas de Delfina Acota.-
Rafael Merida.
¿SERA, O NO SERA!
LA SANTA COMPAÑA
Aunque el aspecto de la Santa Compaña varía según la tradición de diferentes zonas, la más extendida es la formada por una comitiva de almas en pena, vestidos con túnicas Blancas con capucha que vagan durante la noche.
Esta procesión fantasmal forma dos hileras, van envueltas en sudarios y con los pies descalzos. Cada fantasma lleva una vela encendida y su paso deja un olor a cera en el aire. Al frente de esta compañía fantasmal se encuentra un espectro mayor llamado Estadea.
La procesión va encabezada por un vivo (mortal) portando una cruz y un caldero de agua bendita seguido por las ánimas con velas encendidas, no siempre visibles, notándose su presencia en el olor a cera y el viento que se levanta a su paso.
Esta persona viva que precede a la procesión puede ser hombre o mujer, dependiendo de si el patrón de la parroquia es un santo o una santa. También se cree que quien realiza esa "función" no recuerda durante el día lo ocurrido en el transcurso de la noche, únicamente se podrá reconocer a las personas penadas con este castigo por su extremada delgadez y palidez. Cada noche su luz será más intensa y cada día su palidez irá en aumento. No les permiten descansar ninguna noche, por lo que su salud se va debilitando hasta enfermar sin que nadie sepa las causas de tan misterioso mal. Condenados a vagar noche tras noche hasta que mueran u otro incauto sea sorprendido (al cual el que encabeza la procesión le deberá pasar la cruz que porta).
Caminan emitiendo rezos (casi siempre un rosario) cánticos fúnebres y tocando una pequeña campanilla.
A su paso, cesan previamente todos los ruidos de los animales en el bosque. Los perros anuncian la llegada de la Santa Compaña aullando de forma desmedida, los gatos huyen despavoridos y realmente asustados.
Se dice que no todos los mortales tienen la facultad de ver con los ojos a "La Compaña". Elisardo Becoña Iglesias, en su obra "La Santa Compaña, El Urco y Los Muertos" explica que según la tradición, tan sólo ciertos "dotados" poseen la facultad de verla: los niños a los que el sacerdote, por error, bautiza usando el óleo de los difuntos, poseerán, ya de adultos, la facultad de ver la aparición. Otros, no menos creyentes en la leyenda, habrán de conformarse con sentirla, intuirla, etc.
Para librarse de esta obligación, la persona que vea pasar la Santa Compaña debe trazar un círculo en el suelo y entrar en él o bien acostarse boca abajo.
Aunque todas sus versiones coinciden en considerar la Santa Compaña como una anunciadora de muerte, hay diferentes versiones.
En la mayoría de las historias la Santa Compaña realiza sus apariciones de noche, pero también hay casos en los que se habla de salidas diurnas.
J. Cuveiro Piñol, en su Diccionario Gallego (1876) escribe:Compaña: entre o vulgo, creída hoste ou procesión de bruxas que andan de noite alumeadas con osos de mortos, chamando ás portas para que as acompañen, aos que desexan que morran axiña...
En unas versiones se cuenta que la luctuosa procesión transporta un ataúd en el cual hay una persona dentro, la cual puede ser incluso la persona que sufre la aparición siendo su cuerpo astral el que está en el ataúd.
Se pueden aparecer en diferentes lugares, pero predominan las encrucijadas.
Hay fechas concretas en las que se dice que tiene más incidencia las apariciones de la Santa Compaña, como por ejemplo, la noche de Todos los Santos (entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre), o la noche de San Juan (24 de junio).
Ha sido estupendo, aqui hemos estado mi amiga Angeles y yo deleitándonos con sus letras.
Nos ha impresionado todo lo que hemos leido.
Historias tan lejanas en el tiempo y en el lugar.
Nos ha encantado.
Un saludo.
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