En el año 2013, Alexander Polli cruzó volando a 250 kilómetros por hora la Roca Foradada de Montserrat. Esa fue su gran hazaña. Desde entonces su apodo se hizo más visible, el hombre-pájaro del salto base.
Mientras leía «El hombre pájaro vino a verme» de Sora Sans (In Pectore) he pensado en Polli. Por esas sincronías extrañas que tiene la vida, acaba de fallecer a muchos metros de altura. Y a mí me azotan inquietudes. ¿Habrá sentido miedo allí, suspendido en las alturas? ¿Habrá experimentado el vértigo que a mí me sobrevino al leer esta joya poética de Sans en la que todas las estructuras parecen ablandarse, y se muestran al descubierto huesos, cartílagos y pieles?
Sin duda, al igual que en el salto base, valentía y curiosidad son imprescindibles para entender-sentir las imágenes que se abren paso en estas páginas.
La forma en la que mutamos
La primera lectura que cabe de este libro está vinculada a la evolución. A la forma en la que las estructuras biológicas se modifican con el paso del tiempo y a las diferencias anatómicas de las especies. Sora Sans se lanza a la raíz de las cosas y no tiene compasión de nosotros. Si bien es cierto que caben otras lecturas previas me parece que ésta es la más importante, la que define la esencia del libro. Podríamos decir que es un poemario que intenta explicar las consecuencias del paso del tiempo y, al no conseguirlo, se hace preguntas que quedan en el aire sin respuesta.
Partimos de una serie de poemas que nos impulsan a observar la forma en la que hemos mutado como partes de una naturaleza con la que ya no tenemos la capacidad de conectarnos. Esos hombres que construyen ciudades y firman acuerdos para olvidar(se); esos cuerpos que pierden consistencia, piernas sin rumbo, ojos sin órbitas apuestan por una reflexión intensa sobre la vida.
Me ha impactado especialmente la delicadeza con la que Sans se acerca a las palabras, posee una poética sensual y a la vez contundente que se vuelve más intensa a medida que avanza la lectura. Y este libro parece el resultado del empeño de volver a las raíces para reconstruir la historia, cuando se entiende que es ésta la única forma de salvarse-encontrarse.
Aprender a encontrarnos-noperdernos
Y en ese intento de reconstrucción social e histórica se vuelve imprescindible la recuperación del individuo. La primera necesidad en ese camino colectivo es la de reedificar-recuperar ese yo que se resiste, que se ha taponado de grasa y de ruido y que es incapaz de conectar consigo mismo: absolutamente perdido en un mundo artificial que le resulta muy prometedor pero que nada le entrega.
Esa es la segunda lectura que nos ofrece este libro: el yo como activador de la reflexión y, por ende, del cambio. Aprender a encontrarnos para saber noperdernos en adelante; aun siendo conscientes de que ese extravío es inevitable. Pensar en que olvidamos para no dar nada por sentado; para contarnos y encontrarnos.
Esa mirada me parece muy reveladora y se aparece todo el tiempo en este libro. Uno de los poemas que más se enfoca en ella es «Órbitas», donde se reflexiona en torno a la relación del sujeto con su entorno; los ojos que giran en consonancia con un todo y permiten la definición de la materia y del individuo. ¿Qué pasaría si de pronto ojos no fueran ventanas? Esa es la pregunta que cabe en este punto en el que «se acabaron los caminos».
El incierto futuro cada vez más cierto
Entre las características estructurales del libro cabe mencionar que cada poema se titula como algunas de las formas anatómicas de ciertos organismos vivos y los textos tienen como encabezado la etimología de esos conceptos. Además, y esta es una de las hazañas del libro, todos los poemas vienen acompañados de ilustraciones maravillosas, abstractas, surrealistas y llenas de intencionalidad. Creo que Sr.García, el artista a cargo de ellas, ha sabido dar con la línea-idea-objeto de cada poema y ha encontrado la forma de representarlos con maestría.
Palabras e ilustraciones comparten un decir raso. Arañan el hueco de las ideas y las desnudan completamente; son radiografías que dejan al descubierto la materia de la que están hechas las cosas, palabras desarticuladas que hurgan en la herida y en los nombres para ser futuro. Y eso, el futuro como distancia irrisoria entre los mundos, como punto inaccesible desde un presente materialista se aparece también todo el rato; dejando al descubierto al tiempo como materia inagotable pero que se agota, como espacio en el que caben todas las historias y también las injusticias, y obligándonos a repensar los huesos.
Estudiar el presente en las raíces
Y siguiendo en esa línea llegamos a la tercera lectura que puede hacerse del «El hombre pájaro vino a vernos»: la crítica al momento en el que vivimos, donde el neocapitalismo y la fugacidad de los momentos entorpecen y apagan esas órbitas capaces de buscar en el vacío, hacia dentro y hacia fuera, y de conectar ventanas, historias, situaciones.
Es por tanto, ésta, una lectura que nos invita a reflexionar no sólo sobre la evolución de nuestra especie sino también sobre la metástasis que esa evolución deja en nuestras sociedades: distancia que arrasa con la naturaleza, que destruye todo lo que nos vitaliza y que nos obliga a abandonar el sentir profundo (el que va del corazón al cerebro, que recorre hemisferios y que oscila entre nuestro pasado y nuestro presente) para aferrarnos a uno menos doloroso-exigente, donde no debamos implicarnos tanto.
Una reflexión, sin duda necesaria y llevada con buen gusto y una estética poética muy definida: las palabras como argumentos directos que punzan; que no explican sino más bien preguntan; que no dicen, más bien sugieren; y las imágenes que intentan desvelar lo que se esconde a nuestros ojos en la naturaleza: en los animales primigenios (como las tortugas y los pájaros) y en nuestro propio ser (esqueleto que se tuerce).
Polli, el hombre-pájaro, falleció haciendo lo que más amaba. Después de mirar sus vídeos volando y de leer este libro entiendo que esa es la mejor moraleja de esta sincronía y el mejor consejo que alguien puede darnos: vive, vuela, ama. Y sin duda es esa también la mejor forma de defendernos del paso del tiempo.
¡Lean «El hombre pájaro vino a vernos» porque en esta colección de imágenes anatómicas hay mensajes incubándose para traernos de vuelta a esa vida que cada vez nuestros ojos perciben menos!
EL HOMBRE PÁJARO VINO A VERNOS
Sora Sans
Ilustraciones: Sr. García
In Pectore Ediciones
978-84-942229-1-7
44 páginas
12 €
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