Hoy, volveré sobre el libro «Giros narrativos e historias del saber» para compartir el último texto que hace pie en ese libro; más precisamente, en dos capítulos dedicados 1) a la reflexión en torno a la utilización de ciertos mitos para transmitir conocimientos, y 2) a profundizar sobre el mito del hombre salvaje en el arquetipo de Robinson Crusoe. Por si a alguno le interesa indagar en torno a los autores, son Francesc Casadesús Bordoy y Joan B. Llinares, respectivamente. Además, el libro pueden conseguirlo en la web de la editorial Plaza y Valdés.
Mitos y logos, narrativa que enseña
A lo largo de la historia de la literatura ha habido muchísimos giros narrativos cuya finalidad residió en transmitir de forma más comprensible para la sociedad contemporánea las ideas que se abordaban. El estudio de los diversos giros narrativos puede ser fundamental para comprender la visión del mundo que cada época ha elaborado y transmitido.
La palabra es lo único que permanece, aunque debe apoyarse en diversas herramientas para mostrarse siempre nueva y necesaria. Según decía Wittgenstein, la tensa relación entre objeto y sujeto se reduce de manera irremediable en el intento, casi siempre fallido, de encajar el mundo de las palabras con el mundo de las cosas. Las palabras, en su intento de definir las cosas las envuelven y la convierten en otra cosa; y es gracias a su independencia respecto al mundo que la palabra puede crear una realidad ficticia que la ayude a comprender la realidad objetiva. Esto significa que sin la palabra no habría giro narrativo ni comprensión de lo que nos rodea.
Si nos paramos en la etimología del término ‘palabra’ descubrimos que se define como ‘aquello que se lanza o pone al lado de‘. Esto significa que posee una innata relación parabólica con la realidad: se eleva por encima de la realidad para explicarla. Tampoco podemos pasar por alto la estrecha relación entre los conceptos palabra y parábola, ofreciendo esta algunas de las herramientas más importantes para la literatura, las alegorías, los símiles y las comparaciones, a través de las cuales puede narrarse la vida y transmitir saberes.
Desde tiempos antiquísimos se han utilizado las parábolas para explicar la vida y poner en evidencia ciertos argumentos; es inevitable no caer en el mito de la caverna de Platón. Y quiero quedarme con algo muy interesante que expone Bordoy para explicar la importancia de las narraciones en la exposición de ideas filosóficas -lo cual, además, nos obliga a volver a reflexionar sobre la intensa relación entre filosofía y literatura-.
Y es que el objetivo el lenguaje poético y mítico es acercar los conceptos filosóficos a la propia experiencia vital de quienes los escuchan.
El salvaje, antes de la colonización
El salvaje es una figura prototípica que, a diferencia de lo que se cree, existe desde antes del choque con las culturas aborígenes. De hecho, su origen se encuentra vinculado al miedo eterno de los humanos frente a lo desconocido.
Antes de que Colón comenzara su gran viaje y antes de regresar a la Península Ibérica después de su crucial hallazgo (de esa travesía que aportaría conocimientos en torno al llamado nuevo mundo), en el viejo mundo estaban perfectamente familiarizados con esa criatura salvaje que, dicho sea de paso, tenía características europeas y no americanas.
La figura de aquel hombre peludo y algo bobo poblaba entonces las iglesias, fachadas y palacios y se hallaba presente en tapices, cofres e incluso en los bajorrelieves de los capiteles. Después de numerosos estudios que demostraron lo antiguo de esta imagen icónica sólo cabe la pregunta ¿si no proviene del choque cultural con los aborígenes de dónde procede?
Según lo expone en su argumento Llinares, este asunto no sólo es interesante para disciplinas como la iconología y la literatura sino también para la antropología, porque posiblemente se trate de uno de los mitos más persistentes y poderosos de la historia de Occidente; que además ha ido adquiriendo nuevas formas al cambiar las experiencias del mundo. Abandonando incluso la sociedad en la que surgió y yendo a formar parte de la cultura de muchos otros pueblos.
Entre los diversos giros que ha tenido la imagen del hombre salvaje destaca el uso moderno, el que nos resulta más familiar hoy en día y desde comienzos del siglo XXI; a través del cual los salvajes son los primitivos, bárbaros, prehistóricos y exóticos, todos aquellos individuos que no responden en su vida al estereotipo de sociedad civilizada. Es decir aquéllos que no forman parte de nuestra civilización.
El mito del salvaje ofrece un rostro transparente de los miedos tan metidos en el corazón humano, los deseos y los temores más ocultos, la violencia interna y el drama de nuestra inestable identidad, personificados en una imagen inmensa y temida. ¿Acaso podría tratarse de la sombra a la que Jung nos ha acostumbrado tanto?
Todo esto significa que esa imagen plasmada sobre las colonias exóticas no es el resultado del choque cultural sino la proyección en ellas de un mito previo genuinamente propio y europeo. Se trató de un estereotipo que ya estaba bien arraigado en el siglo XII y que los viajeros europeos (que portaban tales estereotipos en su imaginario) los proyectaron sobre los diferentes pueblos extraños y lejanos que visitaron.
El mito del salvaje en Robinson Crusoe
En la portada de la primera edición de Robinson Crusoe (del año 1719) aparece un grabado que nos permite ver tal y como Crusoe se veía a sí mismo en esa isla. Sin duda, la imagen de Crusoe es una prueba de lo muy arraigadas que están ciertas iconologías en el pensamiento social. Cabe destacar que, pese a que Defoe cuenta que Robinson llevaba un calzado que él mismo se había fabricado, la mayoría de las imágenes nos muestran a un hombre peludo y descalzo que además en lugar de uñas tiene una especie de garras.
Por otro lado, en este prototipo del salvaje planteado por Defoe hay una revisión del concepto y una llamada de atención a favor de la civilización europea; no debemos olvidarnos de que es gracias a los instrumentos que Robinson va rescatando del naufragio, que consigue sobrevivir. Si a esto le sumamos el intento de Crusoe de colonizar a su amigo Viernes, intentando enseñarle un camino recto, descubrimos que esta obra es un claro y manifiesto razonamiento de la eterna contraposición entre civilización y barbarie.
Pero seguramente uno de los aspectos más importantes de este mito es su carácter fundamental a la hora de legitimar las relaciones de poder entre los pueblos. A lo largo de los siglos, las culturas hegemónicas se han valido de diversos mitos (de esas historias que sirven para contar una certeza o conocimiento) para convencer a la gente de cuáles son las decisiones acertadas y el camino a seguir.
En lo que respecta al viejo mito del salvaje como caníbal, les proporcionó a los conquistadores una coartada perfecta para sus planes de colonización, para el desarrollo de nuevas formas de servidumbre y esclavitud. Y es, posiblemente debido a esto que aún al día de hoy se cree que este estereotipo es el resultado del cruce de las culturas, cuando no es otra cosa que el reflejo de aquello que todos los humanos llevamos dentro y contra lo que nos revelamos a través de la moral y la ética.
Sin lugar a dudas uno más de los numerosos e interesantes capítulos que nos ofrece este libro que les recomiendo muchísimo. Si les interesa, pueden leer también el artículo en torno al giro afectivo en la obra de Rousseau.
Comentarios2
A lo largo de la historia, la manipulación de los mitos por parte de los déspotas ha sido terrible. Posiblemente, una de las principales razones para entender el comportamiento bárbaro de los humanos.
Estoy deseando tener este libro entre mis manos. ;).
Acabas de decir una triste pero ciertísima verdad, Rapsódico. Ojalá que puedas leer ese libro y que te guste tanto como a mí. Un abrazote.
Sera interesante leer este libro. Gracias por la recomendación.
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