Dice Amos Oz que un buen relato se reconoce por el comienzo. Lo recordé cuando comencé «Pekeño», el primer cuento de «Hombres de verdad» de Alberto Marcos (Páginas de Espuma). ¿De qué forma componer una imagen que contenga y aúne lo sórdido y lo tierno? ¡Así! Esta imagen del regalo junto al contenedor podría definir buena parte de lo que nos encontramos en este libro, que es una forma de visibilizar historias de amor y desamor homosexual en un contexto donde lo binario tira por sostenerse cueste lo que cueste. Una imagen realista, donde ternura y desamparo conviven y aportan sentido a la vida.
Estamos ante un libro que juega con la forma y los límites de lo genérico (en términos literarios) y de lo sexual (en términos sociales). A través de estos cuentos, Marcos se hace preguntas en torno a la identidad masculina y a la influencia cultural sobre la forma en que se construye dicha identidad. Y hay todavía más: en un momento histórico en que el hombre heterosexual emprende su deconstrucción, en el que se duda de toda consideración identitaria que no sea bordada desde el Yo, ¿cuál es el espacio/lugar/rol que tiene esa masculinidad en la homosexualidad? ¿De qué forma revalidar nuestra masculinidad e imponer nuestra forma de mirarnos? Éstas parecen algunas de las preguntas que dan pie a un libro divertido y revelador que duda de dios y maría santísima.
El mundo de la forma
No he leído a nadie que vincule lo literario —y me refiero a las nuevas formas que va adoptando la narrativa contemporánea— con la Escuela de Bauhaus; sin embargo, creo que el mismo impacto que las ideas de Walter Gropius ha tenido en la arquitectura y en el diseño, que ha marcado también las normas del desarrollo web, esa idea de que la forma existe para servir a la funcionalidad de las cosas, también aparece en la literatura. Me encantaría que alguien abordara un ensayo analizando estos cruces exquisitos entre disciplinas. Si al final todo arte piensa en cómo contar(se) la vida, ¿por qué habría de hacerse por caminos distintos? Este libro de Marcos da buena cuenta de esto.
Y empiezo por aquí porque éste es uno de los rasgos del libro que más me ha gustado. Hay una curiosidad de género; una exploración de la narración casi herética, donde el lenguaje tira de otras formas de contar y constituye un cosmos donde estas nuevas perspectivas son fundamentales: fotografías, planos cinemáticos y conversaciones virtuales alimentan una narración donde luz y color también reivindican el lenguaje. De una forma ingeniosa, Marcos va metiendo todos los elementos dentro de la narración y redefine la forma de mirar la realidad a través de esta perspectiva polimorfa. Y aquí ya tenemos una muy buena razón para leer este libro.
Alberto Marcos va construyendo castillos de arena donde cualquier elemento contextual puede servirle para enriquecer la propia narración, para plantear nuevos contornos y formas de contar lo mismo. Y justamente esta forma de narrar otorga personalidad a un libro maravillosa en el que conocemos a una serie de personajes que están tratando todo el tiempo de mover los bordes de lo normativo o lo representativo de ser hombre en un mundo de hombres, y que luchan por integrarse en una sociedad que sigue siendo idéntica a la de los pastorcitos de Fátima, en tantas y tantas cosas.
Sobre las nuevas masculinidades
Algo que me hace un poco de ruido de un tiempo a esta parte es esa idea de «las nuevas masculinidades», porque tengo la sensación de que se ha empezado a hablar de esta resistencia a lo normativo, esa exploración de lo masculino fuera de lo tradicional o de lo impuesto culturalmente, cuando los hombres heterosexuales comenzaron o pusieron en palabras ese camino de deconstrucción. Y esa molestia surge porque siguen invisibilizándose las muchas formas de ser hombre que se salen de esa estructura y que quienes se han abierto de la sexualidad binaria vienen explorando desde hace tiempo. Y en verdad, leer a Marcos me ha servido para relajarme, porque de alguna forma me he encontrado con un libro que explora precisamente esas formas de ser hombre que siguen sin visibilizarse del todo. Nombrar(se) hombre desde la homosexualidad, ir contra los roles y las expectativas del sistema, son las dos líneas fundamentales de este cuentario. Y la naturalidad, la calidad literaria y el humor que acompaña estos cuentos es realmente destacable.
Si bien por un lado es un libro con muchas historias de desesperanza tiene también su punto luminoso. La precisión en la narración de los diversos tipos de relaciones sentimentales me ha gustado especialmente. Y entre ellas me han interesado especialmente los cuentos vinculados al comienzo y al final del amor. La relación adolescente de dos amigos que se encuentran cual almas gemelas y terminan distanciándose a causa del rechazo de una de las partes por culpa de las imposiciones sociales, de las barreras que impone la construcción de la identidad sexual como comportamiento social binario, y la búsqueda de la compañía del deseo como carbón para la imaginación en la madurez de la vida.
Y aquí hay otra cosa que me parece destacable: la luz de este libro no está en el amor sino en el deseo. El encuentro de la propia identidad como una exploración de los diversos ideales que uno ha ido formando de los otros. ¡Esto me parece maravilloso y luminoso! El último cuento, que para mí es el mejor, «Lo que necesitaba» es un manifiesto contra el romanticismo que nos inoculan y la gran dificultad que supone vivir contra él en un mundo que sobrevalora esa idea. Asimismo, es una reformulación sobre el placer puesto en la posibilidad, en el deseo como posibilidad y no en su realización.
Es el primer libro de Alberto Marcos que leo y me ha gustado mucho su concisión. Echo en falta una exploración más profunda de los personajes, pero por otro lado, este juego con lo elíptico, que tiene que ver con que las historias terminan cuando comienzan, es todo un manifiesto de sentido literario y vital, y debo reconocer que tiene su puntito de atractivo y de prometedor. El deseo que empieza cuando el cuento termina.
La literatura para escribir(se)
Por último no quiero dejarme fuera el asombro que me ha producido el juego literario de autoficción y lenguaje. Hay una búsqueda de la identidad mucho más allá de las historias que se narran, una forma de diversificar la mirada para entender que toda vida es un cuento, y que todos podemos contarnos como mejor nos guste. Sobre este tema giran algunas de las historias. Y me parece que Marcos sabe llevarnos de la mano para que entendamos las razones por las que cada uno de estos personajes es como es o quiere ser. Pero de fondo, y esto es lo que quiero destacar, es una indagación desde el Yo que escribe, desde quien se inventa esas historias. Como si todo acercamiento al mundo de los otros fuera una forma de exploración interior, autoficcional e íntima.
Y esto está relacionado con una cosa que todavía no defino con claridad. Hay un tono bastante sostenido entre los diversos relatos; como si fuesen narrados desde el mismo lugar, aunque varíen los personajes. Esto que en un libro de relatos suelo criticar, porque me gusta sentir el corte y vivir cada cuento como la primera vez que te montas en la montaña rusa, en este caso me parece una elección estética que aporta buena forma al libro. Nada nos define sólo nosotros, en una misma persona caben todas las posibilidades. Quizá eso sea demasiado contundente y ambicioso, pero no deja de ser una mirada positiva y vitalista que me gusta.
Alberto Marcos nos ofrece en «Hombres de verdad» un cuentario que nos permite pensar la narración como una especie de exploración del presente, a través de diversos estilos, personajes y géneros, para aprender a contar nuestra propia identidad. Que no se lo pierda nadie, ¡y que nos encontremos!
HOMBRES DE VERDAD
Alberto Marcos
Editorial Páginas de Espuma
978-84-8393-274-2
216 páginas
Papel: 17,00 €
Digital: 5,99 €
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