No hay en la literatura una etiqueta que me resulte más insensata que «joven». Y es que estoy convencida de que hay en el uso de este adjetivo una carga de incredibilidad y de menosprecio hacia las creaciones de aquellas personas que no superan los 35 años que antes de analizarlas las ubica por debajo de las compuestas por los autores mayores. Reducir las posibilidades de una obra a la edad de su creador resulta acaso uno de los prejuicios más nocivos a la hora de acercarnos a la esencia de una obra. No sólo porque cada vez que abrimos un libro deberíamos esperarnos lo mejor de su autor, al margen de su edad, sexo o ideología, sino porque además al entrar en una lectura con este prejuicio nos volvemos incapaces de comprender la magnitud de la obra que tenemos entre las manos. Comienzo así para pedirles que eviten este prejuicio en esta ocasión porque es la mejor forma de abarcar en profundidad el libro que hoy leemos.
Efectivamente; poesía joven es una etiqueta en la que podría encajar el libro «Hotel origen» de Javier Vela (Pre-textos); de hecho, ha sido galardonada con el Premio Emilio Prados de Poesía que se otorga a jóvenes autores. No obstante, hay en su composición una profundidad y una solvencia que muchos autores mayores no consiguen en toda su vida y que podría ubicar a Vela entre nombres ineludibles de la poesía española. Javier Vela es joven, sí, pero su poesía es madura y te atraviesa como sólo pueden hacerlo las buenas obras. ¿Puede haber mejor indicio de que estamos frente a un libro único?
Partir de un punto para aterrizar en muchos-mundos
Dar con un buen epígrafe, representativo de la obra que se escribe, es sin duda una de las mejores formas de conquistar al lector cuando apenas pisa las primeras páginas del libro. No obstante, conseguir esa frase que represente aquello que compone una obra es un trabajo que podría ser aún más complicado que la composición de toda la obra. Escoger una entre tantas citas que podrían llevarnos a esos poemas es una tarea que debe tratarse con cierta rigurosidad y que no siempre los autores son capaces de desarrollar con eficiencia. Requiere de una visión holística de la obra y una profundización en torno a lo que las palabras de los otros significan, y lo que no.
Javier Vela comienza su «Hotel origen» con una cita de René Char que, inevitablemente, permite encastrar cada una de las tres partes de este libro como si de un puzle se tratase. Una frase que describe al mismo tiempo el misterio que jamás podremos comprender y que se halla escondido en el amor, a la vez que se refiere a lo mucho que las relaciones nos cambian. Pienso que es un excelente punto de partida que nos enfrenta a la redondísima obra de Vela y nos acerca a conocer un vértice de sus diversos matices.
A su vez, otra rotundez de esta obra tiene que ver con las divisiones que la conforman. Esas tres partes en las que se encuentra dividido el libro nos acercan a diversos mundos y exploran las distintas formas que adquiere la poesía al servicio de un objetivo: reflexionar en torno al amor y erradicar todo tinte de romanticismo pegajoso y repulsivo.
En «Zoológico privado», la primera parte, presenciamos la presentación del sujeto al que van dedicados los poemas, Amara, y nos imbuimos en un universo privado e intimista: el sujeto se acerca al amor, se deja cautivar y se entrega.
En la segunda parte, «Cuando el monarca espera», nos encontramos con las distintas formas que puede tomar esa pasión. Elementos eróticos y sensuales son los principales detonadores de la poesía de esta parte. El sujeto se detiene en los detalles que le atraen de su amada y se deja llevar porque está convencido de que el amor llega y es inútil oponerle resistencia.
En la última parte del libro, «Dos mil cuarenta y seis», la poesía cobra su máxima expresión. Aquí Vela se apoya en diversos elementos cinematográficos y hace pie en la película de nombre homónimo para internarse en diversas reflexiones en torno al amor: el presente, sus guiños a las relaciones vividas en anterioridad y, por primera vez, se enfrenta a la posibilidad de que ese amor no lo sea todo y de que también se termine. Y entonces surge la pregunta ¿seré capaz de vivir más allá de esta relación? Mismas preguntas que se hace el protagonista de la película. Un joven llega a una habitación de hotel (la 2046) para escribir una novela de ciencia ficción mientras reúne los retazos de su última relación amorosa e intenta verse en el futuro, partiendo del pasado. Son muy interesantes esas referencias cruzadas que establece Vela entre película, amor, poesía y el propio título del libro.
Un mismo hilo, diversas voces
Otro detalle a señalar es cómo Vela consigue hilvanar imágenes del amor que experimenta hacia Amara con representaciones vinculadas a la mitología griega (aparecenguiños a la figura de Helena de Esparta: esa luz que brilla en las tinieblas), al mismo tiempo que enlaza, sobre todo en la última parte, con elementos visuales casi cinematográficos que le dan al poemario una veracidad contundente y corpórea.
Por otro lado, mientras algunos de los poemas van dirigidos en segunda persona a Amara, otros se encuentran escritos en primera persona y, de este modo, el sujeto consigue poner en palabra ese doble discurso que lo invade. Dualidad que por un lado le hace sentir la necesidad de la cercanía constante del ser amado, de su voz, de su piel (por eso le ruega a Amara que no le deje), y por el otro, lo lleva a expresar sus inquietudes en torno a la enorme aventura que significa amar, lo difícil que es sostenerse en ese empeño, y lo irreal que resulta pensar en el amor como algo eterno. Pienso que esa doble línea constructiva es valiosísima y sumamente notaria si hacemos una lectura pausada y a consciencia.
El tiempo tejido a través de las etapas amorosas
El paso del tiempo y la forma en la que éste va modificando las relaciones es otro de los elementos distintivos de este libro.
Al comienzo nos encontramos con un individuo alucinando, amante cautivado por la belleza y por el primer impacto de la mirada del sujeto amado: esa primera instancia de las relaciones en las que todo parece bonito.
Pero a medida que va creciendo el conocimiento del ser amado, sus vértices grises, su espacio, la forma de mirar se vuelve más profunda: madura la perspectiva y los poemas se acercan al espacio íntimo más reservado, alejándose de lo superficial.
El desgaste de las relaciones y la forma en la que se va reduciendo el espacio con la rutina también aparecen muy bien representados, e incluso la pérdida, la muerte de ese amor. O, al menos, de esa incondicionalidad del principio.
Al final el ser poético parece más racional, capaz de hacerse preguntas en torno al amor y al futuro de esa relación: esa pulsión de convertir en palabras-razón la experiencia para intentar volver real esa pasión del comienzo a través de la poesía.
En la parte final Vela reúne una serie de declaraciones vinculadas a la brevedad del amor y de los instantes. El ser poético quiere aferrarse a las cosas, pero se le escapan como a «un niño que rompe su reloj para entender el tiempo«, siempre se le escapa. Y finalmente, lo que queda, después de una lectura intensa y de este recorrido por los entresijos del amor y de las relaciones es la huella, esa pestaña de Amara que queda guardada en el recuerdo del amante. Esa imagen sobre la marca que dejan en nosotros las relaciones y sobre la importancia de ellas para que hoy seamos quienes somos es la imagen que ocupa la recta final del libro.
Lean «Hotel origen» porque aunque es cierto que Javier Vela es joven (nació en 1981), su poesía tiene una madurez y una contundencia poco comunes y es el resultado de un exhaustivo trabajo y una delicada forma de tratar a con y a las palabras.
Hotel origen
Javier Vela
Editorial Pre-textos, 2015
XV Premio Emilio Prados de Poesía
ISBN: 978-84-15894-88-9
108 páginas
15 €
Comentarios1
Me gustó mucho leer esto.
No importa la edad, lo que importa es expresar lo que pensamos y compartirlo al mundo.
Saludos mis queridos amigos del portal.
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