Te invitamos a leer la nueva novela de José Ovejero, «Humo», publicada por Galaxia Gutenberg.
Una realidad distópica en la que una mujer comparte guarida con un niño pequeño. No es su hijo. No la une a él lazo alguno. Un hombre pasa cada tanto y mantiene con ella relaciones sexuales. Tampoco la une nada a él, más que el deseo salvaje y la necesidad del cuerpo de apagar su sed. Fuera de la cabaña acampa la quietud absoluta. A excepción de esos días en los que aparecen los insectos: enjambres de abejas que se parecen más a una infestación que a una familia que habite una colmena cercana, el resto podemos imaginarlo como un sitio yermo. La tierra no da comida y los animales parecen haber desaparecido. Hay una gata. Y poco más. Éste es el panorama de Humo de José Ovejero (Galaxia Gutenberg), una novela que tiene un buen ritmo y se lee con facilidad. Un texto a través del cual Ovejero deja en evidencia su preocupación por algunos aspectos técnicos del oficio literario. Te cuento mejor de qué se trata para que te animes a leerla.
Una narradora
Es verdad que a lo largo de la historia de la literatura muchos escritores se han decantado por la narración desde el punto de vista femenino. Tenemos, por ejemplo, esa curiosa novela de Henry James, Otra vuelta de tuerca. No obstante, visto desde mi perspectiva (que es la única que tengo, por otro lado) y habiendo leído a tantísimas grandes autoras tomando el lugar del que se las ha despojado en la literatura, cada vez me cuesta más creerme a una narradora que no haya sido desarrollada por una mujer; en pequeños detalles, siempre se escapa la distancia del autor con la narradora. Pero me resisto a pensar que sea porque no se pueda, más bien se debe a que no se intenta con el suficiente empeño. El problema no es la distancia psicológica natural sino la cultura estrecha que se nos inculca desde bebitos.
Mentiría si dijera que no hay autores que hayan sabido sortear esta estrechez. Afortunadamente, hay maravillosos libros con narradoras escritos por hombres. Escritores que han sabido ir más allá de las imposiciones culturales de género y sexo, cultivando la posibilidad de mirar la vida desde otros ojos, que es, después de todo, la cualidad fundamental del oficio de la escritura. Así contamos con grandísimas obras como Lausana de Antonio Soler o incluso ese cruce de narradoras que nos presenta en Fractura Andrés Neuman. Es éste también un buen aspecto de la nueva novela de Ovejero: se ha implicado profundamente en el descubrimiento del espíritu y los pensamientos de la protagonista, lo que le ha permitido ofrecernos una narración contundente y totalmente creíble.
Entre las características mejor trabajadas me gustaría señalar el punto de partida de las circunstancias del personaje. Ovejero imprime una peculiar necesidad en la protagonista: despojarse de su memoria; esto incluye, desprenderse de los afectos, es decir, conseguir una independencia absoluta del mundo y de las personas. Por eso, aunque está allí, en esa cabaña, compartiendo su tiempo con ese niño, intenta no aferrarse a él, no sentirse responsable, no aprender a quererlo. A lo largo de la lectura vamos descubriendo que su pasado es algo lejano ya. Comprendemos que tuvo una vida antes, pero no sabemos cuándo fue eso ni por qué se terminó. El escenario es un páramo y nos presenta una inevitable analogía con la psique de la mujer. ¿Podrá conseguir una vida dulce y tranquila despojada de todo apego social? Ésa quizá sea la gran duda tras la que avanza Ovejero.
Una fábula abierta
Otro elemento a destacar es la composición: estamos ante una obra técnicamente concreta y precisa. Una novela cerrada en cierta medida (de forma, no de fondo), concatenada. Todo lo que aparece tiene una razón de ser, sirve para otorgarle ritmo y sentido a la narración. Y aquí viene otra cualidad interesante: la historia se va moviendo hacia delante por la urgencia de la supervivencia; muchas de las anécdotas no tendrían razón de ser en otro contexto. Tirar de la supervivencia, proponiendo unas características medioambientales extremas, le ha servido a Ovejero para tramar una historia con la justa medida de ritmo y misterio.
Como fábula, Humo podría servirnos para reflexionar sobre la desnaturalización de nuestra especie y las grandes dificultades que suponen para nosotros asuntos tan vitales como la alimentación, a causa de la gran dependencia a los sistemas socializadores. Por otro lado, también es una lectura que puede servirnos para pensar sobre aspectos como la soledad, la sexualidad y la extrañeza, cuando el aislamiento se convierte en la única forma de supervivencia: en ese sentido, también puede ofrecernos hilos para pensar algunos aspectos de la época que atravesamos, en la que el prójimo, ese desconocido que comparte calle con nosotros, es un posible enemigo independientemente del contexto: una premisa que el sistema ha inoculado de una forma sorprendente y peligrosa en el último año.
Una novela donde el paisaje es protagonista
Y no quiero dejarme fuera a la gran estrella de la novela: el paisaje. Tampoco será la primera vez que el ambiente ejerce una fuerza rotunda sobre los personajes. La propia Emily Brontë lo hizo con sus Cumbres borrascosas; ¿habría sido tan trágica aquella historia sin aquellos eriales que provocaban desazón y melancolía en los protagonistas? Estoy convencida de que toda la fuerza de la tragedia de esa novela se la debemos a ese paisaje rocoso y ocre. Evidentemente, la historia de la literatura cuenta con muchos ejemplos como éste, donde el paisaje ejerce una especie de tensión que sirve para empujar el ritmo; no obstante, no siempre este elemento está bien ejecutado. No es raro estar leyendo una historia y preguntarse qué relevancia tiene la mención del lugar donde se desarrollan los hechos si no ejerce sobre ellos ningún tipo de influencia.
Pero no quiero irme por las ramas. Hay que decir que en Humo Ovejero lo hace muy bien. Comprender las condiciones del suelo, del aire, del espacio exterior nos sirve para situarnos mejor en la experiencia de la protagonista y su necesidad de romper con toda atadura emocional. Podría pensarse que, en esas circunstancias, desprenderse de la imposición patriarcal de cuidar o proteger es la única forma de sobrevivir. Esto, asimismo, nos puede llevar a preguntarnos si no habrá buscado ella misma esa situación para poder elaborar dicho desprendimiento. Todo esto me parece que está muy bien planteado y que imprime buenas razones para leer la novela.
En definitiva, es ésta una lectura muy recomendable: con momentos intensos y algunas interesantes ideas sobre nuestra relación torpe con la naturaleza. En lo estético, me parece que hay muchos aspectos técnicos muy bien logrados: la concisión, la voz narradora y la posibilidad de convertir al paisaje en protagonista. Se me ocurre que te he dado muy buenas razones para leer Humo, de José Ovejero (Galaxia Gutenberg).
HUMO
José Ovejero
Galaxia Gutenberg
978-84-18526-06-0
144 páginas
15,90 €
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