I Gabriela Mistral, la escritora lesbiana que transformó la literatura latinoamericana

Primera parte de un artículo en el que abordamos la intimidad de Gabriela Mistral

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I Gabriela Mistral, la escritora lesbiana que transformó la literatura latinoamericana

A lo largo de la historia de la literatura se ha censurado de forma constante la sexualidad de los personajes que la han hecho posible si ésta no se ajusta a la impuesta heterosexualidad. Sobre todo si son mujeres. De este modo, mientras que de ciertos autores heterosexuales conocemos hasta los más mínimos detalles de su historia íntima, de aquellos que han llevado una sexualidad no binaria apenas sabemos. Sobre la poeta Gabriela Mistral se ha escrito mucho y bien pero hasta hace relativamente poco no se hablaba de su lesbianismo, argumentando que no aportaba a su obra. ¿En qué momento nos tragamos el cuento de que nuestra vida íntima no repercute en nuestra obra? ¿Habría podido ser la misma escritora si no hubiera amado y deseado como lo hizo? Estas son las preguntas que disparan este artículo y reivindican la sexualidad de Mistral como uno de los rasgos de su vida que alimentaron la construcción de una de las obras amorosas más interesantes de la poesía latinoamericana.

¿Quién fue Gabriela Mistral?

Gabriela Mistral nació el 7 de abril de 1889 en Vicuña (Chile). Fue una destacada poeta, diplomática, pedagoga y feminista chilena, cuya vida estuvo marcada por desafíos y logros significativos que la llevaron a convertirse en una figura influyente en la literatura y la educación. Creció en una familia de obreros lo que le enseñó desde pequeña a estar alerta para enfrentar con empeño las dificultades de la vida. A los 15 años, comenzó a trabajar como maestra en la escuela de la localidad de La Cantera, experiencia que influyó profundamente en su percepción de la educación y la sociedad. Su dedicación a la enseñanza la llevó a desarrollar un interés por la pedagogía y a promover reformas educativas importantísimas en el sistema educativo de Chile.

En 1922, Mistral obtuvo reconocimiento internacional al ganar el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose en la primera persona latinoamericana en recibir este prestigioso galardón. Si hilamos un poco más fino, habría que decir que fue la primera escritora lesbiana en el continente en recibirlo. Y esto es importante. Lo es para quienes aspiran a vivir en un mundo igualitario, lo es para quienes buscando referentes en los márgenes han sabido llegar a sus poemas y sentirse contenidas. Dicho galardón le fue otorgado por la composición de una obra impresionante en la que reflexiona sobre temas como el amor, la maternidad, la naturaleza y la injusticia social. Se destacan principalmente sus poemarios Desolación y Lagar.

Además de su labor como escritora, Mistral también se desempeñó como diplomática. Representó a Chile en diversos países, incluyendo México y Estados Unidos. Su compromiso con la educación y los derechos de los niños la llevó a trabajar en organismos internacionales como la Liga de Naciones (predecesora de las Naciones Unidas) y la UNESCO. Fue también una defensora apasionada de los derechos de las mujeres y una voz destacada en el movimiento feminista.

Su legado perdura en la literatura y en el ámbito educativo, donde su influencia sigue siendo evidente. Mistral falleció el 10 de enero de 1957 en Hempstead, Nueva York, pero su obra y su impacto perduran como un testimonio duradero de su contribución a la cultura y la sociedad.

I Gabriela Mistral, la escritora lesbiana que transformó la literatura latinoamericana

Gabriela Mistral y Doris Dana

Gabriela Mistral ha sido denominada de muchas formas: «la maestra», «la divina», «la santa», «la madre de la nación». Deberíamos decir también «la poeta lesbiana», porque aunque haya habido un silenciamiento institucional a su sexualidad, sus textos nos permiten reafirmarnos en esta idea. Sabemos que los tiempos de Mistral fueron difíciles, de censura y conservadurismo exacerbado, y es posible que eso haya provocado en ella cierta reticencia a aceptar públicamente la etiqueta «lesbiana»; sin embargo, no dudó en dejar escrito su amor por Doris Dana en la extensa correspondencia que mantuvo con ella, probablemente con el deseo de que algún día quienes la leyéramos descubriéramos la verdad de su poesía. Y gracias a sus amorosas y sensuales cartas a Dana es que hoy sabemos que fue una mujer apasionada enamorada de otra mujer. Estas cartas se han recogido en el libro Doris, vida mía y Niña errante (Penguin Random House).

La relación entre Mistral y Dana comenzó cuando la autora de Tala tenía 59 años y estaba en California como invitada a unas conferencias. En uno de estos encuentros se le acercó una joven de 28 años, algo tímida, con la excusa de desear traducir al inglés un artículo de Mistral sobre Thomas Mann. Ahí comenzó todo. «Mi querida maestra», la llamaba Dana. A partir de ese momento, y sin interrupción, mantuvieron una relación estrecha y honda que terminaría con la muerte de la escritora chilena. Y desde ese momento, Dana se convertiría en la albacea y protectora del legado de Mistral. Cuando Doris Dana falleció, en 2006, su sobrina Doris Atkinson entregó al Estados chileno un centenar de cajas con poemas inéditos, manuscritos y fotos de Mistral, que Dana había conservado durante 49 años, y finalmente salieron a la luz esas cartas amorosas.

A pesar de que la identidad de Mistral ya no es un secreto a voces, continúa siendo difícil pronunciarla públicamente. La Derecha no descansa nunca. En el año 2002, el escritor Juan Pablo Sutherland quiso incluirla en una antología de poesía homosexual chilena titulada A corazón abierto. Geografía literaria de la homosexualidad en Chile y que publicó la Editorial Sudamericana, la respuesta de la Fundación Premio Nobel Gabriela Mistral fue un rotundo NO. Como éste hay muchos otros testimonios de un silenciamiento que persiste. Sin embargo, ahí están las cartas de Mistral a Dana, como prueba irrefutable de su amor lésbico.

En la próxima parte de este artículo podrás conocer más detalles sobre Gabriela Mistral y Doris Dana. ¡No te lo pierdas!

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