Segunda parte de un artículo sobre la última etapa de Gustavo Adolfo Bécquer.
A lo largo de su vida, Gustavo Adolfo Bécquer sufrió diversas enfermedades, siendo la tuberculosis la más significativa. Su precario estado de salud influyó en su producción literaria y contribuyó a su muerte prematura el 22 de diciembre de 1870. En este artículo ahondaremos en las consecuencias que esta grave dolencia del siglo XIX afectó la vida y la escritura de este autor. Te invitamos a leer la primera entrega de este largo artículo aquí, donde podrás conocer los comienzos de Bécquer y su aporte al posromanticismo.
¿Qué consecuencias tuvo la enfermedad en su obra?
En su juventud, Gustavo Adolfo Bécquer contrajo tuberculosis, una enfermedad pulmonar que en aquella época era mortal en la mayoría de los casos. El diagnóstico de tuberculosis en Bécquer fue realizado por el médico Francisco Márquez y López en 1857, cuando el poeta tenía apenas 23 años. En aquel entonces, la enfermedad era conocida como «la tisis» y se creía que se trataba de una enfermedad hereditaria o causada por el clima húmedo de las ciudades.
El diagnóstico de tuberculosis fue un duro golpe para Bécquer, quien ya había perdido a su padre y a su hermano debido a la misma enfermedad. A partir de ese momento, el poeta comenzó a luchar contra esta tremenda dolencia, pero no pudo hacer demasiado: su salud se deterioró rápidamente y tuvo que abandonar Madrid para buscar un clima más seco y saludable.
Durante los siguientes años, Bécquer viajó por España buscando un lugar donde su salud mejorara. Estuvo en Toledo, en Segovia y en otros lugares, pero la enfermedad no cedía. Finalmente, en 1861, regresó a Madrid, donde falleció poco después, a los 34 años de edad.
El diagnóstico de tuberculosis en Bécquer fue un hecho trascendental en su vida y en su obra. La enfermedad marcó su poesía y su prosa, y se convirtió en una obsesión para él. En muchos de sus escritos, Bécquer habla de la muerte y de la enfermedad, y se puede ver claramente la influencia que la tuberculosis tuvo en su obra.
Las cartas de Gustavo Adolfo Bécquer
Más allá de las cartas escritas en su aislamiento, la tuberculosis marcó rotundamente la vida y la obra del poeta, quien luchó contra ella hasta el final de sus días. Hoy en día, recordamos a Bécquer como uno de los grandes poetas españoles, pero también como una víctima de una enfermedad que en aquel entonces no tenía cura.
Para descansar y con el deseo de poder sobrellevar la tuberculosis, Bécquer decidió retirarse al monasterio de Veruela, ubicado en la provincia de Zaragoza, un entorno tranquilo y saludable donde el aire puro y la tranquilidad podrían ayudarlo a mejorar su salud. En este monasterio, Bécquer encontró un refugio que le permitió centrarse en su escritura y reflexión. Y en este retiro escribió su prosa más importante, Cartas desde mi celda.
Estas cartas nos permiten conocer sus pensamientos y experiencia de la vida monástica., y nos ofrecen una visión única de la vida de Bécquer durante sus últimos días. Lo más destacado de esta etapa es la conexión que vivió con la naturaleza y con su propia espiritualidad, dos temas ya presentes en su obra pero que adquieren en esta etapa una nueva dimensión.
Las Cartas desde mi celda de Gustavo Adolfo Bécquer fueron publicadas por entregas en el periódico «La Ilustración de Madrid» en 1864, y recibieron una crítica elogiosa y amable. Principalmente se apreció de ellas la belleza de su prosa, la profundidad de sus reflexiones y la sensibilidad lírica característica de Bécquer. En ellas Bécquer no solo describía la vida monástica y el entorno del monasterio, sino que también exploraba temas más amplios relacionados con la espiritualidad, la naturaleza y la condición humana.
Gustavo Adolfo Bécquer dejó un legado perdurable en la literatura española. Su capacidad para expresar las emociones humanas con belleza y simplicidad lo sitúa entre los grandes poetas posrománticos. Su vida corta pero intensa sigue siendo objeto de estudio y su obra continúa cautivando a lectores y estudiosos de la literatura. Lamentablemente, la tuberculosis no le permitió explorar al máximo sus habilidades creativas, y se lo llevó cuando tenía tan sólo 34 años. Bécquer falleció el 22 de diciembre de 1870 en Madrid. Sus restos se encuentran desde 1913 en el Panteón de Sevillanos Ilustres, ubicado en la Iglesia de la Anunciación.
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