Los rasgos sociales y personales del lenguaje que conforman el estilo en la escritura.
El lenguaje no sólo es un medio de comunicación, sino también un reflejo de la diversidad humana. Cada persona habla de una manera única, pero también lo hace dentro de un contexto social, cultural e histórico. En este artículo exploraremos dos conceptos fundamentales para comprender esta riqueza: el dialecto, como manifestación colectiva del lenguaje, y el idiolecto, como expresión individual y única de cada hablante. Estos dos elementos suponen el pilar del estilo de un escritor. Te invitamos a leer nuestro artículo anterior en el que te contamos a qué llamamos estilo.
Los rasgos sociales del lenguaje
Desde la incorporación de las lenguas vulgares como territorio fértil de escritura, la literatura se ha ido nutriendo de numerosas voces y matices que la han enriquecido. Los rasgos sociales del lenguaje, que se manifiestan a través del dialecto, el sociolecto y el cronolecto, conforman parte del estilo de un escritor o escritora y, conocerlos, nos puede servir muchísimo a entender la voz autoral de un determinado artista.
El lenguaje humano está condicionado por factores sociales, culturales y temporales que moldean su evolución y sus variantes. Entre los conceptos más relevantes para comprender estas variaciones se encuentran tres que son fundamentales a la hora de analizar el estilo de una obra autoral.
Dialectos
Llamamos dialectos a las variedades de una lengua que se desarrollan en un contexto geográfico específico. Para distinguirlos podemos analizar las particularidades léxicas, fonéticas y gramaticales que comparten los hablantes de una región determinada; veremos que no sólo emplean el mismo idioma sino una serie de variantes que hacen que ese idioma en ese lugar adquiera una identidad que lo diferencia incluso del lenguaje propio de otros sitios en los que se habla el mismo idioma. Por ejemplo, en el español de forma muy generalizada podemos decir que tenemos dialectos tales como el rioplatense, el castellano peninsular y el caribeño. A la hora de escribir, los autores y autoras parten de una forma de pensar y usar el lenguaje que lo vincula a un territorio geográfico específico.
Sociolectos
Se conocen como sociolectos cada una de las variaciones lingüísticas que dependen de factores sociales como la clase, la profesión o el nivel educativo. Por ejemplo, el lenguaje técnico de un médico es diferente al de un abogado, ya que cada grupo social adopta expresiones y estilos que reflejan su entorno y sus necesidades comunicativas. Dependiendo de la crianza y experiencias que haya vivido una persona va incorporando a su propio lenguaje diversos usos de aquellos entornos en los que se ha vinculado, eso se traduce a su escritura y ayuda a conformar su auténtica voz autoral.
Cronolectos
Además del dialecto y el sociolecto las peculiaridades de la propia lengua se configuran en un tiempo específico, y van variando en función de la época; a las peculiaridades lingüísticas vinculadas al tiempo y a la generación de los hablantes se les llama cronolecto. Por ejemplo, palabras como «chido» o «cool» pueden ser propias de una generación joven, mientras que otras como «moderno» o «maravilloso» podrían sonar más comunes en generaciones mayores. El cronolecto evidencia el modo en que las lenguas cambian con el tiempo; de este modo, la forma de hablar de una persona puede reflejar su edad o la época en la que se encuentra. En la escritura los cronolectos también denotan seña de identidad; basta leer una novela del siglo XIX y una de esta época para descubrir diferencias claras en el uso del lenguaje que podrían evidenciar la época en la que cada texto fue escrito.
Estos rasgos sociales del lenguaje muestran que la lengua no es un fenómeno estático, sino una entidad viva y en constante cambio, adaptada a las necesidades y realidades de sus hablantes.
Los rasgos propios de cada hablante: el idiolecto
Aunque las peculiaridades sociales y temporales influyen muchísimo en el desarrollo de la propia voz, el estilo de un escritor también se conforma por elementos propios que van transformando en esos rasgos colectivos en propios. A los rasgos propios del lenguaje de cada hablante se denomina «idiolecto».
A diferencia de los rasgos colectivos del lenguaje, el idiolecto es la manera única y particular en que cada persona usa la lengua. Este concepto abarca las palabras, expresiones, muletillas, entonaciones y estructuras sintácticas que un individuo emplea con más frecuencia, y está influido tanto por su entorno social como por su experiencia personal.
El idiolecto es una huella lingüística única. Por ejemplo, ciertas personas pueden repetir frases como «¿Me explico?» o usar diminutivos constantemente (“itito”, “cito”). Este conjunto de particularidades no sólo define la identidad lingüística de una persona, sino que también permite a quienes la rodean identificarla por su manera de hablar.
El idiolecto se va conformando poco a poco , a medida que una persona se desarrolla. Comienza en el entorno familiar, donde ciertas palabras y expresiones propias pasan de generación en generación, con el tiempo, la persona va vinculándose a otros grupos y variando su vocabulario y usos del lenguaje en función de sus gustos, obsesiones e influencias.
Es importante señalar que cuando hablamos de idiolecto no nos referimos a un rasgo estanco; es algo en constante evolución, ya que a medida que una persona va sumando experiencias a su vida y vinculándose con nuevas personas va escogiendo y modificando su forma de hablar y perfeccionando sus expresiones propios. En la literatura, el concepto de idiolecto es especialmente importante, ya que permite a los escritores dotar a sus personajes de una voz propia, haciendo que sus palabras reflejen su personalidad, historia y entorno. Asimismo, el idiolecto permite distinguir las obsesiones lingüísticas de un escritor y supone uno de los rasgos más sobresalientes de su estilo.
Como hemos visto en estos dos artículos, el lenguaje es una herramienta fascinante en evolución constante, que refleja nuestra identidad, tanto íntima como colectiva (nuestra pertenencia a un determinado grupo social). Comprender esto puede ser fundamental para valorar la riqueza y la diversidad de la lengua en todas sus formas y aprender a distinguir las peculiaridades del estilo de aquellos autores y autoras que nos entusiasman.
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