Segunda parte de un artículo en el que abordamos la intimidad de Gabriela Mistral
En su libro Autobiografía de Carson McCullers (traducido para la editorial Dos Bigotes por Gloria Fortún) la escritora Jenn Shapland expone con contundencia los mecanismos perniciosos que la academia ha desarrollado para censurar el lesbianismo de la autora de La balada del café triste. Quienes se acerquen a este ensayo asombroso podrán descubrir el trabajo laborioso que supone sacar del armario a tantas mujeres que se quedaron en él por miedo o porque les tocó vivir en un mundo conservador. Es el caso de Gabriela Mistral. En la segunda parte de este artículo te contamos más detalles sobre la censura de la sexualidad de Mistral y lo relevante que fue su relación con Doris Dana. Si te la has perdido, puedes leer aquí la primera parte de este artículo sobre Gabriela Mistral.
El lesbianismo en la obra de Gabriela Mistral
La correspondencia entre Gabriela Mistral y Doris Dana, recogida en los libros Doris, vida mía y Niña errante (Penguin Random House), nos permite conocer la experiencia amorosa de la autora chilena cuya sexualidad se ha silenciado de forma sistemática. Doris y Gabriela se conocieron en en 1948 y mantuvieron una relación amorosa desde ese momento hasta el fallecimiento de Mistral. Tan importante fue esta relación para la autora de Desolación que decidió exiliarse en Estados Unidos, para pasar el resto de su vida junto a la mujer que amaba.
A Gabriela Mistral le tocó vivir en un mundo violento y dictador. Quizá debido a las características de su época nunca se atrevió a definirse públicamente como lesbiana. Sin embargo, mantuvo una jugosa correspondencia con Doris Dana, en la que dejó bien claros sus sentimientos y su identificación con el deseo lesboerótico. Me gusta pensar que lo hizo con el sueño de que algún día leamos esas cartas y la saquemos del armario; porque, siendo tan inteligente cómo era, de no desear que su sexualidad saliera a la luz, ¿la habría expresado de forma tan clara y a través de un medio indeleble como es la escritura? Su confianza en la humanidad, tal vez, la llevó a creer en que en un futuro fuera posible vivir abiertamente el amor entre mujeres. Y aunque los nuestros tampoco son los tiempos ideales, seguramente sí lo son más que aquellos en los que ella vivió.
A principios del siglo XX la manipulación y la censura a lo femenino estaban a la orden del día y para ser una poeta visible era indispensable ser extraordinaria. Y Mistral era brillante, y eso lo comparte con las otras dos poetas con las que formó el trío fabuloso de Latinoamérica, Ibarbourou y Storni. ¿Quién se habría atrevido a decirles que no a estas tres diosas de la palabra? Eran extraordinarias y tanto que consiguieron traspasar las barreras de la censura mezclándose pero sin perderse, y dejando miguitas de pan en sus respectivas obras para que nosotras podamos intuirlas de verdad. El trabajo de claridad que hay que hacer cuando las leemos es hondo, pero siempre nos lleva al puerto que intuimos. En el caso de Mistral, a poco que nos acerquemos a sus poemas y discursos, encontramos a una escritora que desea a otras mujeres, y que intuye que el amor está ahí, junto a otras mujeres. Y esto es hermoso. Cuando consigues entender las claves de su voz y seguir ese camino al centro del bosque algo se abre para siempre.
Censura y literatura
La censura del lesbianismo en la literatura comienza a ceder, pero todavía queda muchísimo trabajo. Hay casos más graves, me parece, como el de Mistral, donde negar su sexualidad roza los niveles de lo cínico. LO digo porque tratándose de una autora que exploró en su poesía el amor y la intimidad, seguir recorriendo el sendero de su obra negando su lesbianismo es negarla a ella en toda su dimensión. Y si el estúpido argumento que se usa para no hablar de la sexualidad de ciertas autoras porque ésta no influye en su obra, en este caso resulta mucho menos válido; ¿cómo no habría de importar la perspectiva de su propio deseo habiendo abordado su obra siempre desde esa perspectiva? Tenemos que empezar a decirlo más alto: Mistral fue una poeta lesbiana, y fue la primera persona latinoamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura.
Y ya puestos, tampoco vendría mal precisar que no fue la primera lesbiana en ser reconocida con el Premio Nobel de Literatura; de hecho, la mayoría de las autoras que engrosan la lista lo eran: Selma Lagerlöf, Grazia Deledda, Sigrid Undset, Nelly Sachs. Te sorprendería descubrir la gran cantidad de escritoras lesbianas que integran el canon literario, algunas de las cuales todavía siguen en el armario. Que Mistral no sea una de ellas.
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