La importancia de activar y desarrollar nuestra comprensión lectora

Probadores de veneno. Así denomina Rubén Martín Giráldez a los lectores curiosos en su libro «Magistral» (Jekill&Jill). Me ha gustado mucho esa idea. Los lectores somos sin duda una especie en extinción, no tanto porque se lea poco (que también) sino porque en general se lee de forma compulsiva, sin el tiempo que precisa una lectura para ser incorporada. La lectura (cuando se te amontonan muchos títulos malos) puede acabar contigo, puede hacerte perder el deseo de vivir, la ilusión de que la vida sea algo distinto al suceder cotidiano de acontecimientos anodinos. Y, sin embargo, siempre aparece un buen libro que nos salva. La importancia de la comprensión lectora se erige aquí como una condición fundamental para conseguir sobrevivir a los malos libros; para poder abandonarlos antes de que ellos acaben con nosotros. Pero ¿qué se necesita para leer aparte de una buena vista? Estoy convencida de que con sólo un ingrediente se puede desarrollar una buena comprensión: la seguridad en nuestra capacidad de crítica, independientemente de lo que digan las academias; porque así podemos dar con los libros adecuados para nosotros y transformarnos mientras los transformamos.

Activar nuestra comprensión lectora

Se suele reducir la comprensión lectora a la capacidad para entender lo que una historia representa de forma superficial: su trama, sus personajes, los escenarios… Ese primer acercamiento a la lectura, en la escuela, es tibio y poco certero; porque nos enseñan a leer guiándonos por un camino determinista donde las historias sólo significan lo que a simple vista representan. Es decir, no nos enseñan a leer de verdad: a buscar lo que en los libros haya de verdad, lo que haya de vértigo, lo que haya de nosotros en ellos. Reafirmar la lectura a través de esta fórmula posiblemente nos convierta en lectores compulsivos pero nos prive del gran abanico de virtudes y disfrute que nos ofrece la lectura.

Esa primera forma en la que tiene lugar nuestro acercamiento a la comprensión lectora consiste en realizar resúmenes de argumentos y responder preguntas (o debería llamar cuestionarios) predeterminadas para ver cuánto hemos retenido textualmente. Partimos entonces de una idea errónea de lo que es la comprensión lectora. Porque no podemos reducir el acto de la lectura a nuestra capacidad para memorizar elementos, acontecimientos y demás; la lectura debe ser un acto creativo y reflexivo, y de nosotros depende que los libros nos sirvan para crecer o simplemente sean un artilugio de entretenimiento.

Comprender un libro no puede reducirse a entender su contenido, exige agregar contenido al contenido, ampliar el radio de impacto de la historia, transformar nuestro propio espacio con la lectura. Para ello necesitamos sólo de una cosa: una mente abierta y la certeza de que leer es viajar hacia sitios desconocidos.

Convertirnos en lectores pensantes

Aprender a leer no es lo complicado, lo difícil es entender por qué y para qué leemos. La lectura no siempre es beneficiosa. Puede ser un fabuloso medio de escape –y sin duda en muchos de nosotros comenzó siendo así– y en este caso, puede alejarnos de la búsqueda personal y obligarnos al ruido. No toda lectura es silenciosa como tampoco no toda búsqueda es positiva si no encausamos adecuadamente nuestros esfuerzos y nuestra mirada. La lectura compulsiva es gratificante en una medida pero si no deriva en una actitud frente a la vida puede resultar yerma.

Les pedimos a los libros que nos instruyan, que nos cambien pero a veces olvidamos que también tenemos que poner nosotros de nuestra parte para que esto ocurra. No basta con devorarnos «Desgracia» de Coetzee, es indispensable que al hacerlo repensemos nuestra mirada sobre la vida de los otros animales; no basta con leer detenidamente y fascinados «Los hermanos Karamasov», tenemos que detenernos a reforzar (o rechazar) nuestras ideas sobre la culpa, sobre la justicia y sobre la herencia, para que todas esas horas de lectura dejen algo sembrado en nosotros y nosotros podamos sembrar a su vez con lo que rescatemos. Y así, con todos los libros.

La astucia lectura se puede cultivar con una mente abierta y con constancia. En este camino, la relectura de las obras puede sernos de gran ayuda. Una buena comprensión lectora nos puede permitir sacarle el jugo a los libros. Esto significa, no sólo entender lo que el autor o la autora haya querido expresar a través de su trabajo, sino aquello que ese libro puede significar para nosotros. Todo libro, mejor dicho, toda lectura, debe ser única; esto significa incluso que una misma obra leída en dos momentos vitales diferentes debería derivar en emociones y razonamientos diferentes. Si esto no ocurre estamos frente a un grave problema, porque puede ser síntoma de una mala comprensión lectora representada por una de dos cosas: 1) que no le hemos prestado demasiada atención, reafirmándonos en las imágenes de la primera lectura o 2) que no hemos cambiado nada desde entonces; en el primer caso tendremos un problema de concentración, en el segundo, de amplitud intelectoafectiva. La solución en ambos casos es reconocernos y revisar nuestra manera de acercarnos a los libros.

Y aquí viene el punto fundamental de la comprensión lectora, que se queda fuera de todos los textos teóricos sobre ella. No todos los libros pueden ser adecuados para todos, ni siquiera los mismos libros pueden sernos útiles para los mismos lectores en diferentes épocas. No existe más que una regla pues para entrenarse como lector: practicar el autoconocimiento y el respeto por la propia mirada, independientemente de lo que digan las academias y los lectores titulados. Respetar nuestras necesidades y nuestra forma de mirar el mundo son las dos actitudes fundamentales para disfrutar de la lectura y ejercitar nuestra comprensión lectora.

Y no se me ocurre mejor forma de terminar este artículo que con una recomendación; vuelvo entonces al principio: ¡Hay que leer «Magistral» de Rubén Martín Giráldez! del que Jorge Carrión dice que no es un libro sino una bomba. Creo que puede ser una lectura exquisita para ejercitar nuestra comprensión lectora. Prontísimo escribiré sobre esta joya de Jekill&Jill, ¡estén atentos!

 



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