La visión crítica de la realidad de uno de los autores más fascinantes de la literatura norteamericana.
El 22 de noviembre de 1916 fallecía en California Jack London, uno de los escritores más significativos de la literatura estadounidense, responsable de una prolífica producción literaria y destacado también por ser un curioso viajero que no dudó en poner su escritura al servicio del pensamiento y la sociedad. En sus obras supo mezclar con maestría las aventuras épicas con la crítica a las desigualdades.
Vamos a dedicar el artículo de hoy para hablar sobre sus viajes y su activismo social.
Jack London: entre el progreso y la naturaleza
Jack London nació el 12 de enero de 1876 en San Francisco, California, en el seno de una familia muy humilde. Desde pequeño se acostumbró a trabajar para ayudar a la supervivencia familiar y en su adolescencia abandonó la casa de sus padres para trabajar en duros oficios: como marinero, minero y jornalero. Estas experiencias transformaron su sensibilidad y le ayudaron a adquirir una visión del mundo y a construir sus ideales. Debido a su situación social no pudo asistir a la escuela, pero se formó de manera autodidacta, interesándose por temas como la desigualdad de clases, el darwinismo social y la literatura.
Su formación intelectual y sensible lo fue orientando a un pensamiento sólido caracterizado por la tensión entre el progreso humano y la naturaleza; esa dicotomía se vería reflejada en su obra, siendo una forma manifiesta del contexto histórico y de sus propias experiencias vitales. A finales del siglo XIX y principios del XX, la industrialización avanzaba rápidamente, transformando paisajes naturales y estilos de vida tradicionales en espacios urbanos. London observó y escribió acerca de esta transformación, explorando a través de su escritura las complejidades de este binomio: naturaleza y progreso.
Algunas de las obras en las que se ve con claridad su preocupación por esta tensión ideológica son El llamado de la selva y Colmillo blanco. Su caracterización de la naturaleza no es para nada sentimentaloide, más bien supo representar con acierto la brutalidad de las relaciones en un entorno salvaje, donde se ponen a prueba los límites físicos y espirituales de los seres vivos. Para él, la naturaleza no sólo era un espacio de adversidad, sino también un escenario idóneo para recuperar los instintos primarios, olvidados por la civilización. Si nos fijamos por ejemplo en El llamado de la selva, el perro Buck redescubre su esencia más salvaje al abandonar el confort de la vida doméstica y comienza un viaje hacia el corazón del bosque. Un recorrido simbólico que le sirve al autor para plantear preguntas en torno a los mecanismos del progreso para llevarnos a desconectar de la naturaleza.
Es importante señalar que London no era un enemigo del progreso, en todo caso sí crítico de los excesos del capitalismo y la industrialización. En cuentos como Encender una hoguera se centra en la arrogancia del ser humano moderno al subestimar los poderes de la naturaleza y las terribles consecuencias a las que puede llevar. Aquí, la naturaleza no es sólo un marco sobre el que se construye el relato sino que ocupa un lugar sumamente relevante; la naturaleza implacable y con más autoridad que la especie humana, indomable y brutal. En él Londo nos hace reflexionar sobre la confianza excesiva que ponemos en los mecanismos humanos para dominar lo salvaje, y la conformidad con la que nos desconectamos de la naturaleza.
Por otro lado, en muchos de los cuentos de London la naturaleza con su autoridad y salvajismo también es un refugio seguro. La ve como un lugar de regeneración espiritual. Sus numerosos viajes, desde los páramos helados del Klondike hasta las islas del Pacífico, le ayudaron a construir una visión respetuosa de los paisajes naturales y a disfrutar de ese contacto a través del cual se puede alcanzar el único modo de plenitud posible.
London, el viajero incansable
A lo largo de su vida, Jack London desarrolló una gran pasión por la aventura y los viajes, los cuales nutrieron de forma contundente su literatura. Algunas de sus obras en las que se manifiesta esta pasión son La fiebre del oro en Klondike. En 1897 emprendió un viaje al Yukón, en Canadá, con el deseo de encontrar oro, durante la gran fiebre del oro, y aunque volvió con las manos vacías esta experiencia lo transformó profundamente; en este viaje vivió experiencias extremas que le sirvieron de andamiaje para esta obra y otras sumamente significativas en su carrera. Aventura en los mares del sur fue el resultado de un viaje a través del Pacífico, pilotando su barco, el Snark, que había construido con sus propias manos. Un viaje en el que sufrió muchas dificultades, incluyendo problemas de salud y dificultades técnicas, pero esta travesía le permitió explorar culturas en Hawái, las Islas Marquesas y otras regiones, que le sirvieron para escribir este libro.
A veces los estudios de su obra se centran únicamente en su obra de ficción, sin embargo, London fue también un excelente cronista y pensador. Su visión crítica del imperialismo se vería confirmada y aseverada con su experiencia como corresponsal de guerra en la Guerra Ruso-Japonesa en 1904. Sus crónicas combinan observaciones incisivas con una perspectiva humanista; basta leer textos como La gente del abismo para corroborarlo. En sus textos podemos encontrarnos con un ferviente defensor de la justicia social y del ecologismo. Su última novela, El vagabundo de las estrellas es, seguramente, su obra más árida, donde reflexiona sobre la tortura, la pena de muerte y el poder emancipatorio de la literatura.
Jack London falleció prematuramente a los 40 años. Las causas de la muerte nunca se aclararon del todo. Oficialmente, se atribuyó a una uremia (una complicación grave de insuficiencia renal crónica), probablemente agravada por su consumo excesivo de alcohol y medicamentos, como opiáceos, que utilizaba para tratar su dolor físico; no obstante, se ha especulado también con la posibilidad de un suicidio, ya que London llevaba tiempo lidiando con problemas de salud y sufría de depresión. Su obra continúa ofreciéndonos preguntas y alimentando nuestras inquietudes en torno a nuestra relación con los otros y nuestro entorno.
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