Con Julio Cortázar me encuentro en varios puntos. Su extranjería, su forma de acercarse al cuento a través de la fantasía y su mirada crítica sobre la historia de su-nuestra tierra, consiguen que me sienta en casa. En esta nueva entrega de «Entrevistas para el recuerdo» les traigo a esta figura extraordinaria de la literatura latinoamericana.
Cortázar vivió un tiempo en Bolivar y Chivilcoy. Para los que no las conocen, hoy éstas son dos ciudades bastante grandes, pero en los años ’40, cuando Julio residió en ellas, eran pueblos chicos. Allí, para evitar que la tristeza provinciana lo matara, Julio leía a Rimbaud y a Keats, mientras enseñaba en la escuela normal.
Y es que, quizá, para un hombre de mundos y de una mirada tan amplia era difícil conformarse; por eso la vida del pueblo no era para él. A causa de ese interés en conocer otras realidades Cortázar se aferró a la extranjería a una temprana edad. Primero, lo hicieron sus padres por él, después él solito armó su valija y se expatrió.
Entre las muchas críticas que Julio recibió a lo largo de su vida su antipatriotismo siempre estuvo a la cabeza. No es que Julio no amara su tierra es que la que se decía su tierra jamás se interesó de verdad por lo que hacía Julio (sí, ahora sí, después de muerto). Por esta razón muchas veces se le acusó de haberse vendido y haber pasado más tiempo de su vida fuera del país que viviendo en él. Pero basta acercarse a su obra para descubrir el gran conocimiento que el autor tenía de lo que pasaba en Argentina. Ante la evidente pregunta sobre su expatriación, dice Julio:
Y estar allí escribiendo sobre lo que ocurre lo fue llevando a convertirse en un escritor sin vuelta atrás. En varias ocasiones expresó el singular lazo que lo unía a las letras; como si se tratase de algo aleatorio a la vez que imparable, como una seducción que no podía explicar a través de la razón. Sobre la literatura dice Julio:
Y continúa diciendo que las cosas se le acercan como si fueran pájaros que se posan en su ventana y luego levantan el vuelo; y él las atrapa pero no sabe de dónde vienen ni a dónde van.
Para hablar de Cortázar y escritura es indispensable tocar la fantasía. Toda su obra se encuentra atravesada por lo fantástico. Cuando se le pregunta sobre esa fascinación por lo imperceptible dice Julio que nunca lo vio como algo forzado porque toda su vida sintió que había cosas que no era capaz de entender y que estaban ahí, en esa misma realidad que él transitaba. Y concluye diciendo que en un momento se dio cuenta de que convivía con absoluta familiaridad con lo fantástico, y que lo asumía como algo tan real como el tomarse una sopa a la hora de la cena.
Esto lo dijo Julio durante las charlas que mantuvo con los alumnos de literatura de la Universidad de Berkeley; de las que se ha ensamblado un maravilloso libro que no deben perderse.
Y se me ocurre que ninguna frase puede definir más la personalidad de Julio y la intención de su obra. La incomodidad parece haber estado siempre cerca de este escritor; convirtiendo cada una de sus palabras en una posible forma de decir algo que para el mundo está velado. Julio escribía en una silla incómoda y al leerlo es imposible no sentirte y sentarte de la misma manera. ¿¡Qué sería de nosotros si la literatura no nos pusiera en ese estado de alerta que nos ubican los asientos que parece que pueden desmoronarse en cualquier momento!?
Leamos a Julio siempre porque aunque ya no está, Julio está aquí. Y recordemos siempre ese gran consejo que nos dejó el autor de «Rayuela».
Comentarios2
Qué bueno! Estos acercamientos a los grandes me provocan unas ganas enormes de conocerlos más a fondo y una alegría tremenda del espíritu ;). Un abrazo, Tes.
Uno de mis preferidos...
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