España cuenta con un amplio conjunto de escritores que han apostado siempre de manera contundente por plasmar en sus libros historias de su tierra o bien por inspirarse en el lugar donde nacieron para mostrar al mundo la riqueza y esencia del mismo. Y eso es precisamente lo que le sucede a Julio Llamazares, uno de
los mejores exponentes de la literatura de León en estos momentos, que ha sabido como nadie utilizar este espacio castellanoleonés para convertirlo en protagonista o testigo de sus relatos.
Esto sucede, por ejemplo, en una de sus novelas más significativas: Luna de lobos, que fue publicada en el año 1985. En ella se nos narra la historia de tres soldados republicanos de León (Ramiro, Ángel y Gildo) que, con motivo del triunfo de las tropas nacionales en la zona, se ven obligados a esconderse en el monte para evitar ser capturados y asesinados.
Un hecho que les hará vivir en un continuo estado de tensión pues temen ser descubiertos lo que les hará tener que esconderse en cuevas o minas abandonadas.
Así pasarán muchos meses de sufrimiento y de dolor pues desde el monte pueden seguir contemplando la ciudad e intentando descubrir qué será de sus mujeres, de su familia y de sus amigos.
Con esta historia, el autor no sólo realiza un particular homenaje a todos aquellos hombres y mujeres que por culpa de la Guerra Civil tuvieron que dejar su vida simplemente por tener unas ideas políticas diferentes a las del bando ganador sino también a la belleza natural de León.
Recuerdos nostálgicos de infancia
Su tierra natal vuelve a estar muy presente, en este caso como protagonista, en el libro que lleva por título El río del Olvido. En el año 1990 fue cuando vio la luz dicho trabajo, enmarcado dentro de lo que es el género de viajes, en el que Llamazares lo que lleva a cabo es una rememoración de sus recuerdos de infancia.
Un paseo este en el que el lector es llevado de la mano por el escritor por parajes leoneses de gran belleza y singularidad como, por ejemplo, aquellos que van bordeando el curso del conocido río Curueño que nace en la localidad de Valdelugueros y que desemboca en el río Porma.
Con esta narración lo que se consigue es que quien lo lea vaya descubriendo la belleza natural, la riqueza cultural y la idiosincrasia de una zona así como los gratificantes recuerdos, las sensaciones y los sentimientos que embargaron al autor durante su viaje por este lugar tan emblemático.
Y hablando de recuerdos nada mejor que leer también la obra titulada Escenas del cine mudo que se publicó en el año 1994. En esta ocasión Llamazares lo que realiza es un repaso por sus vivencias en un pequeño pueblo leonés minero donde pasaba la época estival cuando era un niño.
En este sentido lo que hace es acercarnos como lectores tanto a la figura de personas anónimas que se caracterizaban por una vida complicada y por unos duros trabajos como a los enclaves más significativos del lugar, tales como las minas o los pozos, o a las actividades que en él se podían disfrutar. Entre estas se encontraban, por ejemplo, los diversos bailes que se celebraban o la proyección de películas del cine mudo.
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