Hoy les traigo otra entrega para nuestro desván de los libros perdidos. En esta ocasión se trata de una obra que he recordado al leer «Solterona» de Kate Bolick. Se trata de «La isla de los delfines azules» de Scott O’Dell, que fue una de las obras de infancia que enamoraron a Bolick y que también fue sumamente importante en mi acercamiento a la literatura.
La Robinson Crusoe
«La isla de los delfines azules» cuenta la historia de una niña aborigen llamada Karana, que permaneció dieciocho años completamente sola en una isla, y tuvo que enfrentarse a las inclemencias del clima y a toda clase de dificultades para sobrevivir, con la esperanza de que un día vendrían a rescatarla.
En el caso del famoso Crusoe, la aventura comienza cuando su barco naufraga y él nada hasta una isla en la que permanece un largo tiempo. En la historia de O ‘Dell, el conflicto se abre camino cuando la población de aborígenes a la que pertenece Karana es rescatada por una misión para ofrecerles una vida diferente, a salvo de los cazadores de nutrias que estaban diezmando el ecosistema de la isla y a la misma población humana.
La joven se entusiasma con este rescate pero a último momento decide quedarse al comprobar que su hermano menor no se halla a bordo y vuelve para buscarlo. En la mente de la joven en un par de días volverá el navío para rescatarla, pero no sucede así, y con el correr de los días debe hacerse a la idea de que puede pasar muchísimo tiempo pero que tiene que aprender a sobrevivir con los recursos de los que dispone.
«La isla de los delfines azules» narra el aprendizaje de Karana, y desde ese punto podría considerarse una novela de iniciación. La línea emocional que va recorriendo su ánimo; las formas en las que reacciona frente a los peligros y va madurando. Es también un grito de rebeldía contra las imposiciones sociales. La prohibición que existe sobre las mujeres, de construir armas, es una de las cosas que tiene que resolver Karana. Si no se arma, los animales salvajes la matarán. Tomar esta decisión la alejará profundamente de la niña que fue y la llevará a convertirse en una mujer diferente, con sus propias ideas y con los límites reales como únicas paredes que se impongan ante ella.
Es esta novela una preciosa aventura que se apoya en la famosa historia de Defoe para dar vida a personajes muy diferentes y para acercarnos a una historia de supervivencia llena de encanto y de momentos de tensión. Es interesante ver la supervivencia desde los ojos de una niña que se va convirtiendo en mujer con el correr de los años; y en ese sentido que ofrece una riqueza auténtica que no ha sido explotada al máximo: la mirada de O’Dell no deja de estar orientada desde el paternalismo, y ciertos aspectos vinculados a la tradición, a la soledad, a la precariedad podrían haberse desarrollado de una forma mucho más intensa si O’Dell hubiera sido ella.
Realidad en la ficción
Detrás de esta historia se esconde un hecho real y, aunque los lectores no necesitemos de este dato para amar a Karana y para creer a raja tabla en esta aventura, vale la pena recordarlo.
Los Nicoleños (la tribu a la que pertenece Karana) eran una tribu autóctona de la Isla de San Nicolás, ubicada al Sur de California. Su vida transcurría de forma apacible hasta la llegada de unos cazadores de nutrias marinas en 1814; quienes no se contentaron con eliminar a gran parte de la población animal sino que también asesinaron a más del cincuenta por ciento de la población nicoleña, cuando éstos intentaron proteger su ecosistema.
Este hecho dramático llegó a oídos de la Misión de Santa Bárbara (un grupo de religiosos que trabajaban por la integridad de los aborígenes en la sociedad cristiana); los misioneros organizaron una expedición con el fin de salvar a los nicoleños de los militares. No obstante, cuando el barco de la misión partía de regreso a Santa Bárbara, con los lugareños y Juana María (que así se llamaba Karana), ella se lanzó al agua para salvar a un niño que se estaba ahogando. La cercanía de un fuerte vendaval y la prisa de los navegantes por regresar a puerto seguro hizo que no repararan en este hecho, y la joven y el niño se quedaron solos en la isla.
Juana María fue rescatada 18 años más tarde y llevada al Puerto de Santa Bárbara. Aparentemente del barco que hubiera salvado a su familia no se tuvieron noticias y se cree que naufragó en aguas del pacífico. En Santa Bárbara la vida de Karana se extendió tan sólo unas semanas ya que murió al contraer difteria. Una historia ciertamente triste y surcada de pérdidas de la que no sabremos mucho ya que no se conservan más que algunos artilugios diseñados por Juana María en la isla y la cueva que le sirvió de hogar durante tantos años. Hoy en día la isla de los delfines azules es una base de la Marina estadounidense, donde se realizan pruebas de armas y formación.
La historia que nos cuenta O’Dell es de una belleza luminosa y nos ha permitido a muchas mujeres tener nuestro propio Robinson, sintiendo el dolor, la alegría y el entusiasmo de Karana. Sin duda para muchas haber experimentado a través de la lectura la soledad de esta joven nos ha demostrado que las dificultades en la vida pueden servirnos de impulso para aferrarnos a la libertad y construirnos a nosotras mismas.
Sin duda es este un libro que no podía faltar en nuestro desván de los libros perdidos y que ninguno de nosotros debería dejar de leer. En lo que a mí respecta, me han entrado unas ganas locas de releerlo; ya ni llevo la cuenta de la cantidad de veces que me he zambullido y vivido en esta historia, y ¡las que me quedan!
Comentarios1
También estoy dispuesta a zambullirme y vivir esta historia.
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