La casa de Úrsula K. Le Guin está en venta. Nos adentramos en las peculiaridades de su universo.
De niña me fascinaban las casas. Cuando en la revista Anteojito salió el coleccionable «Casas del mundo», lo completé. Es una de las pocas cosas que he completado en la vida. Fue muchos años más tarde que supe que para una rama de la psicología, que tiene por maestro a Carl Jung, la casa es una metáfora de la memoria. Cuando aprendí eso recordé otra obsesión de la infancia: el mantra «recordá esto». Una frase que me repetí interiormente en determinadas ocasiones, consolidando el compromiso de no olvidar momentos importantes. En estos días ha salido la noticia de que la casa de Úrsula K. Le Guin está en venta y han caído sobre mi memoria todas estas cosas, superpuestas una sobre otras, como ladrillos. Pienso en los momentos que Úrsula habrá querido recordar, transcurridos en esas paredes. Y pienso en lo curioso que algo tan significativo como el hogar pueda volverse tan insignificante cuando ya no estamos. Hoy escribo sobre esa forma rara que tiene la mente de llevarnos por habitaciones insospechadas, junto a autoras que no olvidaremos.
La casa de Úrsula en Berkeley
Berkeley es una ciudad ubicada en la Bahía de San Francisco, a la que muchos conocemos por las fabulosas imágenes que recorren el globo. ¿Quién no ha soñado alguna vez con vivir allí? Lleva el nombre de George Berkeley, que fue el filósofo irlandés que mejor supo llegar a la naturaleza del conocimiento: no conocemos los objetos sino que los intuimos a través de una percepción. Es curioso pensar que en ese contexto nació Ursula K. Le Guin, una autora que supo imaginar un mundo posible donde la palabra fuera el espacio de conocimiento, de acción y de relación.
En esta ciudad de casas bajas y amplios jardines se ubica el hogar donde Úrsula escribió algunas de sus novelas más conocidas, donde imaginó mundos y nos contagió la fascinación por la vida. La casa fue construida en 1907 por el arquitecto Bernard Maybeck. Se encuentra rodeada de vegetación, con un jardín pintoresco y verde, y unas alucinantes vistas a la costa de Florida. Un sitio de ensueño, ciertamente.
El mundo de sueños y ensueño
En estas paredes creció Úrsula. Quien escribió de este sitio, que cualquier recuerdo que tuviera de su infancia se encuentra ligado a esas paredes. «No lo olvides», a lo mejor ella también se dijo esta frase para recordar su cama, su cocina, su espacio de juegos y magia infantil.
Una casa nos invita a pensar en muchos aspectos de la vida. En el caso de K. Le Guin, pensar en una casa es adentrarse en lo más profundo de su obra. Pensar en una casa, como la memoria bibliográfica de la autora, que ha sabido iluminar nuestras infancias y ofrecernos algunas de las historias más interesantes de la historia de la Ciencia ficción contemporánea.
Quien tenga el dinero para compara esta casa ojalá tenga también el deseo de mantener viva la memoria de Úrsula correteando por estas habitaciones. ¿Volverá la maga, de alguna forma, a caminar por allí y a sentarse junto al ventanal para pensar en llevarnos de nuevo a Terramar?
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