Algunos autores, pese a haber sido galardonados con premios —incluso habiendo recibido el Nobel de Literatura— continúan siendo desconocidos. Hoy recordamos los 106 años del nacimiento de uno de estos autores casi olvidados, William Golding.
Su libro «El señor de las moscas» sí que continúa en nuestras bibliotecas, pero para muchos parece la única novela escrita por el autor anglosajón. Pensando en eso les traigo al desván de los libros perdidos «La lengua oculta» que es su obra póstuma.
Las últimas palabras de Golding
Se dice que Golding llevaba unos seis meses trabajando en esta novela cuando le llegó la muerte. Sería difícil entonces juzgar este texto como algo absolutamente suyo, teniendo en cuenta que pasó por el yugo y la mirada de los editores, sin embargo, puede servir para conocer algo más allá de sus moscas. Se sabe, además, que era su tercer borrador, por lo que podríamos estimar que la obra se hallaba bastante pulida.
En Golding hay un tema común: la existencia del mal. A lo largo de su obra indagó acerca de su origen, de la imposibilidad de destruirlo, e intentó dar con maneras distintas de explicarlo, consiguiéndolo a medias. Es el mal, causante de la guerra el que lo llevó a pensar en que la vida es un valle de lágrimas. Él, que se veía a sí mismo como un poeta lleno de vida y optimismo, al contemplar los embistes de la guerra comenzó a desarrollar una mirada oscura y pesimista de la vida y de la humanidad. Es esa sombra que se ciñe a lo largo de toda su escritura.
Si bien hay en su obra una mirada religiosa sobre la vida, lejos está de ser un místico o un fanático. La manera en la que la religión se involucra en su obra es a través de lo metafísico que existe en el comportamiento. De hecho, se interesa por esas extrañas formas que tenemos los humanos de sobrevivir, abrazándonos a ideas e imágenes que nos hagan sentir plenos, necesarios, vivos.
Lo metafísico de nuestra experiencia
«La lengua oculta» es una mirada a lo más profundo del alma humana; la revelación de que todo lo que nos rodea es inasible y misterioso. Así como en otras de sus obras viajó al pasado: desde las tribus neanderthales hasta nuestra realidad contemporánea, en su novela póstumo viajó al Mundo Griego Clásico.
En ella nos lleva a Delfos para narrar la caída de aquel mundo ideal para dar cabida al mundo de la guerra, traído de manos de los romanos. En su título hay un guiño a la idea ambigua del declive-progreso. Como en todo lo negativo también hay luz; porque en el fondo William seguía siendo aquel joven poeta optimista.
Otro de los elementos fundamentales de esta obra es que se halla narrada en primera persona, por una voz femenina. Es la única obra de Golding que se encuentra escrita de esta forma. La protagonista, y quien además narra la historia es Arieca, una médium que reflexiona en torno a su vida y la historia de su pueblo desde sus orígenes hasta que llegó a formar parte del Oráculo de Apolo.
Es muy interesante la relación que se establece entre Arieca y su instructor Iónides; el intercambio ideológico entre ellos queda plasmado con maestría y permite guiar el hilo de los acontecimientos. En este libro Golding cuestiona los usos estructurales de las religiones y la importancia decisiva que esto tiene en la decadencia cultural e ideológica. A través de la ironía y de una narración fluida consigue demostrarnos que todos los esfuerzos de Iónides por mantener vivas las tradiciones se van al garete cuando Arieca asume el poder, porque ella quiere evolucionar, y la única forma de conseguirlo es cuestionando las tradiciones y contradiciendo las normas.
«La lengua oculta» es una obra interesante en la que se puede reflexionar en torno a la forma en la que se desarrolla la historia y cómo los protagonistas siempre son las criaturas más silenciosas. Sin duda se trata de una novela que no podía faltar en nuestro desván de los libros perdidos. Los invito a leerla y a continuar con otras novelas de Golding, como «Caída libre», «El dios escorpión» o «Cuerpo a cuerpo».
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