Sí, se quedan quietas… como todos al conocer tu noticia hace apenas unas semanas. Porque la muerte de Elsa Bornemann nos sacude; porque no soportamos que haya cerrado los ojos.
Esa muerte de la que sus historias están plagadas, a la que Elsa no pareció temerle jamás, nos la arrebata. En este artículo haremos un breve recorrido sobre la vida de esta impresionante autora, para quedarnos con la memoria de sus historias que han iluminado nuestras infancias.
Hablando de paradojas
Es probable que en Latinoamérica no exista un solo niño que no la haya leído y haya disfrutado del precioso arte de Elsa Bornemann. Una prolífica autora que publicó entre otras obras «Un elefante ocupa mucho espacio».
La vida está llena de paradojas, Elsa Bornemann falleció hace unas semanas. Y lo hizo justo una semana después del genocida Videla.
Es irrisorio que ambos nombres figuren en una misma oración. Puede que sea porque al final, vivimos alimentándonos de los opuestos: de la gracia y la inocencia en contradicción con el afán de poder desmedido y la violencia imperante. Una semana después de que se diera a conocer el fallecimiento de ese hombre al que preferiríamos poder olvidar, falleció Elsa, a quien desearíamos guardar por siempre en nuestra memoria, agradecidos por todo lo que nos han acompañado sus historias y poemas.
Videla fue quien lanzó el decreto que censuraba la distribución de «Un elefante ocupa mucho espacio». En el cual manifestaba que el mensaje de la obra era el apoyo a la huelga y la sublevación popular. Decía que contenía cuentos destinados al público infantil con la finalidad de adoctrinar a los más pequeños. Y concluía diciendo que era una preparatoria para la tarea de captación ideológica del accionar subversivo.
A pesar de que éste fue un golpe bastante duro para Elsa, utilizó la situación para, una vez más, dejarnos un mensaje de lucha y esperanza. Dijo:
El florecimiento de la literatura infantil
Lo que admiro de María Elena Walsh es lo mismo que me encanta en Ana María Matute y también se hace presente en la obra de Bornemann, es la profundidad de las historias; es esa forma de acercarse a los niños comprendiendo que son pequeños pero no tontos y que, de las enseñanzas recibidas en esa primera infancia dependerá la habilidad que cultiven para enfrentarse con los problemas de la vida, porque todas las vidas tienen sus complicaciones.
Estas autoras pintan la crudeza y la realidad de una forma directa, sin andarse con vueltas. Y en esas historias temas como la muerte, la soledad, la pérdida son protagonistas, porque también lo son en la vida real y es importante que esos niños crezcan conociendo aquello a lo que tarde o temprano deberán enfrentarse, a fin de que cuando eso suceda no los tome por sorpresa. Este tipo de literatura infantil, poco común sin embargo, es imprescindible en estos tiempos de desconcierto.
Elsa fue una autora que se jugó por la literatura infantil cuando ésta todavía no gozaba de prestigio. Siguiendo los pasos de la incuestionable María Elena Walsh, Bornemann comenzó a publicar siendo todavía joven, y pese a los numerosos consejos que recibió de dedicarse a otro género, se abocó a éste que era el que para ella más merecía la pena. En cierta ocasión dijo:
Acerca de Bornemann
Elsa Bornemann nació en Buenos Aires el 15 de febrero de 1952. Era hija de un relojero alemán, Wilhelm Karl Henri Bornemann y de Blancanieves Fernández. Se licenció en la carrera de Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires; sin embargo su gran pasión siempre fue la escritura, y se entregó profundamente a la creación literaria infantil.
Entre sus historias más famosas se encuentran «Un elefante ocupa mucho espacio», «El último Mago» y «Cuentos para chicos enamorados». Además ha participado en numerosas antologías junto a autores de envergadura nacional como lo son Juan Jacobo Bajarlía, Marco Denevi, Laura Devetach, Beatriz Ferro, María Hortensia Lacau, Silvina Ocampo y Álvaro Yunque.
Sus historias van desde lo más románticas relaciones infantiles hasta las relaciones más rebuscadas y tensas. De la fantasía al miedo e incluso al terror, enfrentándose de cara a la realidad y poniéndola en palabras, para hablar de las tristezas y crueldades que rodean nuestra cotidianidad; posiblemente en un intento de formar mentes capaces de oponerse a todo aquello a lo que los adultos parecen haberse acostumbrado. Esta forma de entender la literatura y la vida fue lo que hizo que Elsa fuera adorada no solamente por los más pequeños, sino también por lectores adultos e incluso le fueran concedidos prestigiosos premios.
Escribir en la época del 70 no habrá sido sin duda sencillo; en un país convulsionado por los conflictos sociales, a las puertas de una de las dictaduras más sangrientas de Argentina y en una situación de indiferencia a la literatura infantil. Pese a todo, Elsa sabía lo que quería y luchó por ello.
Al principio le fue difícil encontrar una editorial que quisiera apostar por ella, sin embargo, gracias a unos amigos, consiguió una pequeña que se interesó por su incipiente obra.
En 1976, poco tiempo después de haber publicado sus primeros relatos, fue nominada al Premio Internacional Hans Christian Andersen, por su obra «Un elefante ocupa mucho espacio».
La tristeza que nos la arrebata
Así como se hizo presente en la mayoría de sus obras, la tristeza también pareció ser imborrable en la vida de Elsa.
En los últimos años, Elsa se sumió en una profunda desolación. Dejó de asistir a las ferias y casi no salía de su casa; rodeándose tan solo por sus familiares, dos perritas y algunos gatos, sus grandes compañeros. Y se fue apagando lentamente, perdiendo el deseo y las ganas de seguir adelante, hasta que se fue definitivamente. Puede que se haya ido en busca de Wilhelm el relojero, su padre y el gran amor de su vida.
Toda su inteligencia y la audacia para crear historias imborrables que a más de uno nos ha conquistado, que nos han inspirado para abocarnos copiosamente a la lectura, en cierto modo desaparecen con ella. Pero nos queda su fantasía sin límite, esa capacidad de pintar la realidad de un color ambiguo, para hacerla más soportable, pero no por eso ignorarla o negarla.
Nos quedamos huérfanos de una de las autoras que más fantasía y pulso ha sabido darle a nuestras infancias. Nos quedan sus historias, sus poemas, y su magia que, imagino, ocuparán más lugar que un elefante.
Cuando Elsa cierra los ojos lo que nos queda son sus historias… y la luz se mete en nuestros ojos a través de ellas, y nos vuelve capaces de entender la vida y de luchar contra las injusticias. No debería existir un solo niño que desconociera la calidez y espontaneidad de esta impresionante autora.
Comentarios1
paz en su tumba...y gratitud por el inmenso legado...
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