De escritoras olvidadas está plagada la literatura. Algunas, con más fortuna que otras, al menos figuran, sus nombres aparecen de vez en cuando y resurgen de las sombras en sus aniversarios. No obstante, siempre parece poco y vano su recuerdo, en comparación con la de ciertos hombres con cuyos nombres nos topamos hasta el hartazgo. Entre esas escritoras recordadas pero casi invisibles se encuentra Carolina Coronado, que nació un día como hoy, 15 de enero de 1820. Aprovecho la fecha para hacer un breve repaso sobre tu trayectoria literaria.
Tradición y machismo
Criada en un entorno estructurado y autoritario, Carolina se destacó por sobreponerse a las imposiciones sociales y por buscar un camino sin yugos. Pero la vida no sería sencilla para ella. A poco que miremos un poco la historia de la literatura podemos dar con muchísimos nombres de autoras que debieron enfrentarse al rechazo y el reproche de su entorno. En Carolina la fuerte vocación literaria encontró dos importantes trabas: el bloqueo de una familia conservadora y una gran debilidad física.
El haber nacido con una salud física delicada, le arrebató la posibilidad de vivir conforme a sus ideales, de volcarse más allá de los límites. Asimismo, la gran dificultad que encontró para introducirse y ser tenida en cuenta en los círculos sociales y literarios la llevaron a desanimarse profundamente del mundo. No obstante, consiguió hacerse notar, y su legado se compone de extensos poemas, novelas, ensayos y una abundante correspondencia, a través del cual podemos descubrir a una autora sensible que lucha a tientas contra una sociedad conservadora donde el trabajo de las escritoras no cuenta, donde las mujeres que no se adaptan a las normas sociales del momento (el casamiento o el mundo monástico) son tenidas por locas y ninguneadas.
Algunos de los documentos más relevantes de la vida Carolina Coronado son sus cartas a su mentor Juan Eugenio Hartzenbusch, escritor de cierta relevancia del momento que la ayudaría a enfocar tu vocación. En ellas hay numerosos párrafos en los que la autora se queja de las diferencias de sexo; de tener que dedicar mucho tiempo a la realización de tareas domésticas y no poder entregarlas a su instrucción. En una época en la que la formación de las mujeres era tan limitada, Coronado se lanzó sola a la lectura y al aprendizaje. Su sed de conocimiento era clara, y así se lo expresa a su maestro:
El legado de Carolina Coronado
El 1843 vio la luz el primer poemario de Carolina Coronado. Es posible que si no hubiera contado con el apoyo de Hartzenbusch, en un mundo donde las escritoras no contaban, le habría resultado aún más difícil publicar. A partir de estos poemas, Carolina pudo llegar a escritores de la época como Donoso Cortés o Martínez de la Rosa. Y también fue gracias a este libro que consiguió recibir invitaciones para participar en congresos y homenajes realizados por el Liceo Artístico y Literario de Madrid, entre otras instituciones conocidas de la época.
Su trayectoria no hacía más que comenzar. En 1849 comenzó a escribir una novela, que publicaría unos cinco años más tarde. Se titula «La sigea», una obra de corte histórico que trata sobre la resistencia de la sociedad tradicional a abrirse a nuevas corrientes y a permitir la participación de todos en la construcción artística. En ella podemos entender las grandes preocupaciones que atormentaban a la autora: la necesidad de una libertad mayor para poder dedicarse a la escritura y el deseo de hallar una sociedad donde su trabajo fuera tenido en cuenta al igual que se daba importancia al elaborado por los hombres.
Años más tarde verían la luz «La rueda de la desgracia»,»Paquita» y «Adoración». En todas ellas encontramos una preocupación social y política que elabora con racionalidad y buen tino narrativo, mientras nos entretiene y nos lleva a interesarnos por el devenir en la vida de sus personajes.
Carolina Coronado nos ha dejado un buen legado poético y narrativo. Sin lugar a dudas es una autora imprescindible de su tiempo, por lo que no vendría mal acercarnos a su obra para intentar tener una visión clara de lo que implicó la experiencia de ser mujer en aquel siglo tradicionalista y obtuso.
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