A Jorge Villalobos muchos continúan presentándolo como «joven promesa» aunque ya ha dejado de serlo hace rato. Con 21 años se encuentra definitivamente entre los autores más sonados de la poesía joven malagueña; compartiendo podio con poetas como Cristian Alcaraz, Kris León, Jesús Baena y Violeta Niebla: un grupo heterogéneo que ofrece una nueva mirada a la poesía contemporánea.
Villalobos tiene una forma de acercarse a las palabras que recuerda a los poetas del grupo Cántico y que se nota en su apego por una estética de lo sutil y lo ascético. Si bien todavía no ha publicado de forma convencional, muchos de sus poemas se han incluido en diversas antologías y ha sido galardonado con varios premios, como el «Cero»Premio Poesía de la UMA, de la Universidad de Málaga. Además, es asiduo de múltiples tertulias poéticas y ha leído en recitales en compañía de autores y autoras de prestigio (y, más importante: a los que admira) como Pablo García Baena, Victoria Atencia y José Infante.
En la poesía de Jorge parece haber un largo y extendido recuerdo para su madre. Da la sensación de que fuera ella la verdadera responsable de que él se haya aferrado a la escritura; quizá con el empeño-deseo de rasgar el tiempo y volver a tener lo que sabe imposible. Pero ¿acaso no puede la poesía devolvernos lo que la realidad se empeña en quitarnos? Hay un niño que mira el mundo con los ojos grandes de deseo y la desesperación de la rota inocencia: una poesía que toma de punto a la niñez desollada y que se construye teniendo siempre en el foco de mira el dolor de la orfandad.
El eco de las voces de Cántico
Los poetas de la generación del 27 eclipsaron con su estridencia otras tendencias poéticas más vanguardistas que buscaban una ruptura con el color de las formas y se adherían a las emociones de una forma inusitada. El grupo Cántico fue uno de ellos y ofreció voces que se enfocaron en una estética cuyo principal reto era explicar la vida a través de un canto melancólico y místico. En la poesía de Jorge hay un recuerdo (apego por momentos) hacia esa corriente estética.
Su libro «Donde nace el invierno» tiene un punto de partida y un cierre que incluyen dos frases de Pablo García Baena, sin duda una de las voces imprescindibles de esa generación. En un intento quizá de sentirse cobijado por la voz sonora y suave de este poeta cordobés, Villalobos se deja llevar y, por momentos, parece perder el rumbo de sus propias emociones por estar observando esa luz que le fascina.
Este libro se encuentra lleno de sentencias que permiten vislumbrar sus inclinaciones estructurales y poéticas, cuando nombra desde ese paroxismo la soledad y el desamor. Sin embargo hay también en su discurso el deseo de independizarse, estimo, y de alcanzar una voz propia que le permita nombrar sus miedos y le ayude a afrontar el dolor desde la palabra.
La infancia eterna
Aunque la poesía de Jorge abraza diversas temáticas que van desde los poemas de amor, hasta otros de corte más social, hay un intimismo evidente, y en toda ella se cierne la sombra de la muerte. Y en toda ella aparece la madre perdida, cuya ausencia parece un puñal que amedrenta la estabilidad del poeta.
En «La ceniza de tu nombre» nos encontramos con una serie de poemas que, a modo de despedida y de furiosa súplica, el poeta dirige a su madre muerta. Si bien esta obra, construida a modo de plegaria, se encuentra bañada de guiños salmódicos y de una mirada celestial sobre las cosas (carácter que podría reforzar su cercanía con los poetas de Cántico) me parece un poemario desgarrador que nos corta el aliento y nos abofetea. Es sin duda un libro donde la voz poética se atreve mucho más a jugar con el lenguaje, en una búsqueda inaudita por alcanzar su espacio.
Y, si bien nuestras predilecciones e influencias siempre se hallan tamizando nuestra propia escritura (¿acaso no admiramos aquéllo que deseamos ser?) noto una modulación hacia una escritura más intensa, más personal, quizá, menos arraigada en los tiempos que impone la poesía tradicional.
Una pena profunda conmueve el hilo de este libro y nos va llevando de un poema al siguiente, a través de las sensaciones de un joven-niño que se mira en el espejo de los años y observa cómo se han ido transformando sus propias emociones. Porque ese niño que se abraza a la poesía, no deja de sentir como nueva a cada instante la pérdida y la ausencia de los días felices. Y es ese dolor punzante el que lo lleva a escribir:
En medio de esa angustia el lenguaje rema, con ganas de saberse dueño de las emociones, y tan lejos de conseguirlo. Y deviene en una serie de textos intimistas que se atreven contra las formas y abrazan un universo propio contundente y puro.
Pienso que el talento o la predisposición poética se distinguen con facilidad. Hay quienes necesitan trabajar muchísimo para lograr algo decente y los hay con una inclinación por el verso ineludible. Jorge Villalobos se encuentra sin duda en la segunda categoría y aunque en este primer libro nos ofrece una poesía que parece dormir a la sombra de sus maestros, hay mucho de auténtico y de vital en su discurso por lo que intuyo que con trabajo, dedicación y tiempo conseguirá establecer una relación afín y memorable con la palabra.
Comentarios1
Si la voz dejara de crear frases de amor, si el viento no susurrara emociones de almas inquietas y en ojos de sentimientos, el gris imperara, el corazón no tendría sentido de manifestar algo maravilloso que no para de emanar y en mil y una cicatrices, moriría en mazmorras de soledad.
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