No podemos fiarnos de las estadísticas: ellas dicen que la mayoría estamos de acuerdo con cosas de las que ni siquiera se nos ha consultado. Por eso no voy a fiarme de ellas.
Al buscar información sobre poetisas nacidas en Guatemala, encontré muy pocas. Prefiero, sin embargo, decir que pocas han tenido la repercusión que se merecían, a inclinarme por la premisa de que «este país da pocas mujeres escritoras». No obstante, es así: poquitísimas mujeres han sobrepasado las líneas del océano.
Las contamos: Sor Juana de Maldonado y Paz, María Josefa García Granados y María Cruz Arroyo. El impacto de esta última fue mayor, llegando a formar parte de las antologías de autores guatemaltecos y siendo el máximo referente de la poesía femenina de su tierra. En este artículo hacemos un breve recorrido sobre su vida y su obra.
De Guatemala a Francia
María Cruz Arroyo nació en Guatemala el 12 de mayo de 1876 y falleció en París, el 22 de diciembre de 1915. Fue una distinguida poeta de esta tierra que cultivó tanto la prosa como la poesía.
Lamentablemente la información que se tiene de esta autora no es tan abundante; no obstante, he tenido la suerte de encontrarme con un texto magnífico de Mónica Jacira Alajkotsi López Pinto que me ha iluminado enormemente. Aprovecho para recomendárselos a aquellos que deseen ir más allá, saboreando nimios detalles de la obra de María Cruz.
La poesía de María Cruz se encuentra sumamente ligada a Guatemala, aunque ella pasó gran parte de su vida lejos de su tierra. La ventaja de haber viajado tanto (conoció muchos países de Europa y Latinoamérica) es que pudo entrar en contacto con las tendencias literarias de los diferentes ámbitos, y así construir una poesía única, plena de rasgos modernistas que se plasmaron como una guía para los futuros poetas de Guatemala.
Su inquietud poética se inició junto con su relación con Domingo Estrada, quien también vivía en París. Él influyó de forma indeleble en los gustos literarios y el estilo de María. Gracias a él ella se inició en la creación literaria y tradujo a diversos poetas franceses. Además, su círculo de amigos incluyó a muchos escritores del momento, tales como Ramón A. Salazar, Antonio Batres Jáuregui, José Joaquín Palma y María Herrán.
Los rasgos de su obra
Pese a que al leerla nos encontramos con una mujer de tremendo talento, María Cruz publicó poco y casi todo en verso. Cultivó la prosa en francés y el verso en español. Entre ambos géneros se ve una clara diferencia: sus textos narrativos son sumamente ideológicos y nos permiten acercarnos a la mujer pensadora que había en ella; mientras que su poesía se encuentra llena de detalles y es la vía de escape por la que compartió sus deseos y frustraciones.
En su obra percibimos mucha admiración hacia voces francesas como las de Mallarmé, Verlaine y Baudelaire. Y, aunque escribió mucho en este idioma, su poesía se encuentra plasmada en su lengua materna; posiblemente por esto de que este género nos conecta con nuestro inconsciente y esa parte de nosotros que quedó tan atrás, allá por nuestra infancia.
En su poesía hay elementos reincidentes, como la muerte, el abandono y el desarraigo. Al saber que María quedó huérfana de madre siendo muy pequeña, comprendemos parte de ese dolor dormido; y lo corroboramos del todo al saber que su padre se trasladó después de enviudar a París, donde lo esperaba un cargo diplomático. Empezó entonces para María Cruz un despegue rotundo con las raíces, con las consecuencias que toda ruptura provoca. Ya saben: el desarraigo trae buena poesía pero también muchísimo dolor… ¿o la ecuación es al revés?
La lucidez en su vida y en su obra
Su entrega a su tiempo no solo se ve reflejada en su actividad literaria, también fue una luchadora y una mujer que trabajó por mejorar las condiciones de los más desfavorecidos. Tal es así que pasó largas temporadas en la India, ayudando a los desheredados y también prestó servicios a los soldados que luchaban en las Primera Guerra Mundial.
María Cruz falleció en París en 1915 y fue enterrada junto a su padre y Manuel Estrada. En 1960 los restos de los tres literatos fueron trasladados a su tierra de origen, donde descansan desde entonces.
Hay un escrito de César Brañas sobre esta autora en el que se desvelan las verdaderas capacidades de la guatemalteca: la de descubrir el lado satírico de las situaciones. Al leer su poesía no podemos estar en desacuerdo; de hecho, podríamos etiquetarla como una poetisa burlesca. Sus juicios siempre precisos pero hilarantes, le permitieron plasmar con vehemencia sus opiniones respecto a la realidad y criticarse incluso a sí misma, y esa tonta costumbre humana de hacerle caso al corazón.
Con una inmensa habilidad para escribir, María consiguió su lugar en la literatura gracias a poemas como «Navegando», «Al Partir» y «Descanso». En todos ellos nos encontramos con una mujer íntegra, aturdida por una angustia sincera y preocupada por el porvenir: esto nos lleva a pensar irremediablemente en esos autores a los que admiraba. Porque somos lo que nos forma: nos encontramos ligados a nuestras primeras lecturas porque lo que nos mueve a escribir posiblemente no difiera tanto de lo que cautivó a aquellos que admiramos.
Hay autores a los que es difícil encuadrar en un movimiento porque se encuentran tan ligados a su esencia que mutan constantemente, como si buscaran algo más allá de las formas, algo que no saben bien qué es pero que intuyen se encuentra escondido en las palabras. Así ocurre con la poesía de María Cruz que es tan romántica como modernista, si se pudieran ambas cosas. Y nos ha regalado una poesía llena de luz y a la vez de sombras, porque toda su poesía parece íntimamente acechada por una desesperanza rutilante que cada vez se vuelve más real.
Comentarios2
Gracias Tes por este interesante artículo sobre la vida de la poeta guatemalteca María Cruz Arroyo ! Saludos
“LO FATAL”
soneto.
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!…
Rubén Darío
Soy el que cruza gleba sensitiva
nómada lítico en profusa fauna
de pródiga flora con clara duna
que mi libertad mantiene cautiva.
.
Ya no siento los pasos de la luna,
muchos soles que la vuelven furtiva
por ingrato llanto de no ser viva…
ya todo me parece seca bruna
.
Triste es desandar lo que caminamos
es triste saber lo que un día fuimos
y hoy en nuestro funeral poner ramos
.
No emergí limpio al pasar por sus limos:
Dilapidé lo que todos amamos
lo fatal fue no saber si vivimos
.
.
Dr. Rafael Mérida Cruz-Lascano
“Hombre de Maíz” 2009, Guatemala, C.A.
Ambassador of the Paix.
cercle universel des ambassadors du pays France/Suisse
Sobrino nieto de MARÍA CRUZ ARROYO, hijo de Conchita Cruz-Lascano y Gálvez-Verdugo de Mérida
Duna: Arenilla que se desplaza por la acción del viento,
Launa: Arcilla, pasta homogénea e impermeable,
Imos: Sedimento de erosión fluvial.
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