Te invitamos a leer la poesía vibrante de Marta Agudo, fallecida ayer en Madrid, a los 52 años de edad.
La triste noticia del fallecimiento de Marta Agudo (Madrid, 1971) ha sacudido las letras españolas. Nos deja una de las poetas más luminosas y áridas de su generación que ha sabido escribir como nadie sobre la herida de la enfermedad y, a través de ella, ofrecernos una invitación a aferrarnos al Instante. Va aquí un mínimo homenaje para ella. Que nadie deje de leerla.
Quién fue Marta Agudo
Marta Agudo nació en Madrid en 1971 y fue una reconocida poeta, ensayista y crítica literaria. Doctora en Filología Hispánica, estudió la poesía española del XIX y fue un personaje fundamental en el desarrollo de la biblioteca virtual del Instituto Cervantes. Fue una de las mayores estudiosas de la obra de José Ángel Valente, colaborando con la difusión de la obra de este poeta. Publicó dos trabajos en torno a su poética: junto a Jordi Doce, Pájaros raíces. En torno a José Ángel Valente, y junto a Claudio Rodríguez Fer y Manuel Fernández Rodríguez, Valente vital. También indagó y estudió la obra de Francisca Aguirre, y fue una de las responsables de la reedición de Los trescientos escalones: (1973-1976), publicado por la editorial Bartleby en 2012.
Como crítica literaria, Agudo ha firmado artículos en revistas especializadas tales como Quimera, Ámbito Literario o Turia. Su propia poesía se compone de libros cuyo motor fundamental es un pensamiento en torno a la experiencia vital, la enfermedad, el dolor y también el brillo del instante. Tenemos así obras tales como Fragmento, 28010, Historial y Sacrificio. Sus poemas han sido traducidos al árabe y al italiano.
Marta Agudo falleció ayer, 13 de abril de 2023, en Madrid, a los 52 años de edad, después de batallar contra un cáncer durante varios años. Leerla es el mejor homenaje y la mejor forma que tenemos de mantener viva su palabra.
Conmoción y lenguaje
Conocí la poesía de Marta Agudo muy tarde. Su último libro Sacrificio (Bartleby, 2021) cayó a mis manos casi por azar en el momento menos pensado, que siempre es el más certero. La conmoción que supuso su lectura fue tal que fui incapaz de escribir nada sobre ella. En aquel momento la enfermedad y la muerte se asomaban a mi casa y algunos de sus versos me dejaron sin aliento. Encontré en esos poemas más clarividencia y respuestas verdaderas en torno a la existencia que en la mayoría de libros que he consultado en los últimos años. La poesía tiene eso, sabe expresar lo que la lógica argumental no puede. Y Marta, en ese libro, nos permite explicar lo que el dolor físico nos hace, los modos invisibles con los que nos golpea la cercanía de la muerte.
La lectura de Sacrificio me sacudió de raíz, decía, pero al mismo tiempo, y porque la poesía siempre es cobijo, sus poemas me acompañaron en un transe interior difícil, con esa oscuridad luminosa inexplicable que consigue plasmar con tanta altura en ese libro. Una de las mayores cualidades de ese libro es la forma en la que Agudo consigue explicar el desconcierto interior a través de las heridas del cuerpo. Y aquí, mi mayor asombro: porque sin ser una poesía metafísica, da en la diana de todas aquellas cosas que la metafísica ha intentado explicar. Desde un lenguaje que alude a la relación del cuerpo con el lenguaje y sus significados, Agudo consigue crear una poesía con simbología propia, lejos y cerca de lo directo, tocando y alejándose del cuerpo, abrazando y negando la rara sensación de estar en este cuerpo.
En ese juego léxico y de significado, Agudo consigue implantar una hendija de luz. Si ante el abismo sólo nos queda esperar, entonces la palabra que sirva para asir el presente con ganas. Esto también se desprende de sus versos. Aunque sus versos no alcancen para apaciguar el hueco, aunque la herida que supone una pérdida no se pueda disimular con palabras. Pero ahí está, la poesía, su poesía para encender en nosotros la chispa del sentido sinsentido. Y aunque éste es un libro oscuro, y escrito con una percepción rotunda del dolor, se encuentra iluminado por el uso de un lenguaje vibrante contra el que la muerte no puede hacer nada.
La poesía de Marta Agudo tiene esa fuerza de las grandes conmociones. Hondura sin una excesiva ornamentación. Mirada al dolor sin autocompasión. Deseo sin cursilerías. Hay un grito vivo y vital que se desprende de sus versos y que, creo, no era exclusivo de su obra. Leerla es adentrarse en lo más gris de la vida, que es donde está el abismo pero también donde se guarda la semilla de la palabra. Que nadie deje de leerla.
Comentarios1
Al mirar sus ojos, se descubre la flama de la poesía, que se aleja en el horizonte del quebranto doloroso de la carne. la semilla de su poesía seguirá dando fruto con mas y mas lecturas de su obra. Descansa en Paz Marta Agudo.
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