Un niño observa un mapa detenidamente y señala con el dedo la ciudad de Madrid. Ese niño es Pablo García Baena. Tiene 10 años y todavía no sabe lo que será, aunque hay en esa imagen una premonición latente de que esa Madrid será suya. Esta es la primera imagen que sostiene una antología completa que reúne la obra del poeta cordobés desde sus orígenes hasta el 2006. Esta fotografía fue tomada en 1930 en el Colegio Público López Diéguez de Córdoba donde Pablo inició su educación, donde fue dando pequeños pasos hacia la poesía. Él es uno de los grandes nombres que nutren la herencia de la poesía española. Leer a Pablo es como tocar por un segundo ese horizonte que se vislumbra sólo al mirar el mar: ese espacio lejanísimo que parece no tener fin; porque su poesía, llena de misticismo, es una prueba contundente de que la belleza existe y que puede ser explicada con palabras.
El último bote del grupo cántico
Hay un verso de González Tuñón que dice: «un día viniendo del Sur vine a dar al país de donde había salido antes de nacer«. Al leer a García Baena vienen a mí versos de otro origen pero con el mismo pálpito gigantesco del recuerdo. La poesía tiene la intensa habilidad de estrechar lazos, de borrar mares enormes y de hacer de todas las orillas una sola. Y la poesía de los que se inclinaron a creer que era posible una escritura afincada en lo espiritual es la prueba viva de que aquello es posible: de que no hay patrias distintas, que estamos en el mismo punto del camino. Por eso vuelven a mí los versos del pichón; porque es posible que al fin de cuentas nadie se haya acercado más a la esencia de la vida que los surrealistas, que los poetas espirituales, que los videntes de la metafísica.
Ricardo Molina, Juan Bernier, Mario López y Pablo García Baena son sin duda esos nombres atornillados en la estructura de la poesía española de la posguerra. Líderes del Grupo Cántico intentaron dejar, después de la humareda de los obuses, la constancia de una vida donde todavía existiera el color, donde la sensualidad y el buen gusto le dieran la mano a la estética formal y ofrecieran una reivindicación rotunda frente a la miseria y la muerte. Voces que se quedaron pegadas a nuestra poesía, de las que es difícil salirse. Casi todas esas voces se han ido apagando, por esa contingencia del tiempo contra la que no puede la poesía hacer demasiado; pero la de Pablo sigue escuchándose nítida, serena, musical. Pablo le dijo a Antonio Lucas hace un tiempo que ya no le quedan amigos de su época, pese a ello el Grupo Cántico continúa latiendo en la obra de Pablo, ofreciendo luz a este mundo enfermo.
Lo sagrado en la poesía
Pablo García Baena es un autor de lo sagrado; vecino de lenguas a los poetas surrealistas franceses, muy cerca de la última etapa de Luis de Cernuda y de las «Eternidades» de Juan Ramón Jiménez, sin duda dos poetas que le marcaron profundamente. Un acercamiento a la obra del poeta cordobés puede ser suficiente para descubrir ténues conexiones con la poesía de estos dos autores.
Al igual que otros poetas de su tiempo, García Baena fue capaz de escarbar en lo espiritual, para ofrecer una mirada limpia. Por momentos con ciertos dejes vinculados a la religión cristiana, aunque no menos apreciable desde el punto de vista universal por los lectores ateos (al menos esa ha sido mi experiencia).
La obra de García Baena se encuentra llena de matices y de recovecos por los que mirar. Es un hombre que ha ido madurando a la par de su poesía y que ha sabido hacer de su obra un largo poema que una vez en el mundo continúa creciendo, como la noche, como la muerte, como la vida.
A Pablo hay que leerlo buscando su voz detrás de cada palabra, descubriendo la delicadeza de sus silencios y su empeño en lograr un lenguaje claro donde belleza y naturaleza adquieran protagonismo. «Rumor oculto», «Junio», «Fieles guirnaldas fugitivas» y «Los campos Elíseos», son algunas de las lecturas que creo podrían servir para conocer la esencia de este poeta cordobés.
La muerte en la obra de García Baena
En Pablo lo sagrado es importante. Y lo sagrado siempre establece una estrecha relación con la muerte, porque si algo no comprendemos los humanos es el por qué de la vida, y con ella, las razones de la muerte. Y así como la poesía ha intentado huir de la idea de mortalidad a través de la búsqueda de un objetivo metafísico, en ese mismo camino también se ha acercado intensamente a ella. Porque, como dice Pablo, la poesía ofrece un espacio de búsqueda que vuelve sumamente interesante ese andar.
Y si la vida es «un bosque donde un día entramos confiados«, la muerte podría ser ese claro en el que desemboca nuestra humanidad, un punto en el que todo lo recorrido adquiere una mayor relevancia. Y en la poesía de Pablo ese claro es la muerte, donde habita el misterio y también la inocencia, donde las palabras pierden su significado porque ya no hay nada que las ampare. Y si hablamos de desamparo, allí veremos el abrazo más hondo de su poesía.
La poesía de García Baena se encuentra llena de imágenes sagradas y de colores nostálgicos; el propio poeta tiene una mirada llena de tiempo y de materia. Acercarse a la poesía de Pablo a través de la «Poesía completa (1940-2008)» (Visor) creo que es una muy inteligente apuesta. Esta antología viene con una lúcida introducción de Luis Antonio de Villena, que puede servir paraacercarse certeramente al buen hacer de este poeta español.
Comentarios1
Maravilloso y entrañable Pablo García Baena.
¡Oh, sí, Rapsódico! Es un leerlo y querer preguntarle a cada paso: "¿cómo lo has hecho?"
Un abrazo!
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