La última frase de una historia

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La última frase de una historia

Hace tan solo un par de meses les ofrecimos un ciclo que se tituló «Consejos de autores consagrados«. Consistió en un conjunto de artículos que reunían aquellas recomendaciones más importantes realizadas por escritores que contaran con un cierto prestigio. Así pudieron encontrarse con las palabras de Baudelaire, Quiroga, Cortázar y Poe, entre muchos otros.

Ahora les traemos una serie de consejos que podrían sumarse a esos y que están relacionados con la elaboración de un buen final.

El momento creativo en el que escribimos la última frase siempre es diferente en cada autor. Hay escritores que afirman que suelen empezar por esa última frase y a partir de ella construyen el resto de la historia; otros escriben ese último capítulo cuando todavía les queda mucha trama que desarrollar, mientras que algunos escriben el final cuando ya tienen todo cocinado.

No hay reglas para esto. Ni siquiera un mismo autor escribe siempre en el mismo orden, como si se tratara de una receta.

Hace pocos días tuve el agrado de conversar con Andrés Neuman (en la presentación de su último libro «No sé por qué y Patio de locos») y justamente dijo algo relacionado con este tema. Expresó que cada vez que comienza una nueva obra se propone ir hacia donde no conoce, porque no quiere convertir el oficio de escritor en una rutina aburrida.

La necesidad de redescubrirnos en cada texto nuevo es fundamental; y este consejo sirve tanto para noveles como para autores con la trayectoria de Neuman.

Finales que dejan huella

Es muy difícil que olvidemos el comienzo de libros como «El Quijote» o «Ana Karenina». Puede que incluso podamos repetir una y otra vez esas primeras palabras, soñando con comenzar una obra de una forma tan auténtica y relevante, de escribir una frase tan contundente que obsesione a los que nos lean.

La última frase de una historia

Con los finales ocurre lo mismo. ¿Quién no recuerda la impresionante frase final de «Crimen y castigo» o la inesperada conclusión de «El proceso»? Y ¿no se han preguntado más de una vez cómo hicieron Dostoyevski y Kafka para escribir con semejante claridad sus desenlaces? Es más… ¿no les ocurre que al terminar de leer esas historias desean conocer más acerca de sus personajes e incluso van a por otra de sus obras para ver si en algún rinconcito encuentran a ese Raskolnikov o al señor K deambulando?

Éste es un claro indicador de que estos hombres sí supieron crear buenos finales, que supieron cautivarnos de tal forma que ya no podemos desprendernos de ese aire y esa realidad. Y ése debería ser el objetivo de todo autor, joven, anciano, con años de experiencia o sin ella. Después de todo, escribimos para que nos lean y si no conseguimos que quieran leernos, ¡mal comienzo!

La última frase de una historia

Salvar la historia

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Un buen final requiere mucho trabajo, el cual debe tener como objetivo postergar la realidad de la historia más allá de las páginas del libro. Esto se consigue evitando todo cliché posible, escribiendo con naturalidad y sobre todo, dándole al lector ciertos puntos que lo dejen pensando y que lo sorprendan.

Los finales rotundos son seguramente aquéllos que no nos esperamos, que nos dejan helados y nos obligan a releer la historia por si se nos ha escapado algo.

Como autores, una de nuestras obligaciones es buscar esa frase contundente que nos permita despedirnos del lector desde esa historia, pero a la vez quedarnos en su memoria; motivándolo no solo a releer esa historia sino también a acercarse a otras posibles creaciones de nuestra autoría.

Al llegar al final debemos tener bien presente que esa frase es vital. Puede arruinar nuestra historia para siempre, haciendo que el lector la cierre y nunca más desee hablar sobre ella, o darle un remate increíble que lo desconcierte.

Esto significa que, escoger las palabras adecuadas es sin duda, una de las mayores responsabilidades en la creación literaria. Sin embargo, intentar ser llamativos y esforzarnos más en esta última frase que en el resto de la historia, puede que nos de como resultado un texto poco homogéneo. Y, por ende, éste también será un mal final.

Debemos recordar que el desenlace debe responder y coincidir con el resto de la historia. El lector tiene que sentir que realmente valió la pena leer todas las páginas anteriores y, a su vez, quedarse cautivado con esa conclusión.

La última frase de una historia

El por qué, el cómo y el para quién

Otro aspecto relevante es la importancia que le damos a la historia. Para eso es necesario que nos arriesguemos por aquello en lo que creemos. Si no estamos de acuerdo con las formas establecidas por la industria editorial (cosa que se agradece), debemos apostar por algo nuevo. Muchas veces el éxito de una obra reside en la confianza que el propio autor tenga en sí mismo y en la historia que ha nacido de sus manos. En esa seguridad manifiesta de una estructura determinada o del uso de ciertas herramientas se verá de qué madera estamos hechos.

Adempas debemos armarnos de paciencia. No imponernos límites de tiempo para la escritura. Darle a la historia el tiempo que sea necesario, de manera que pueda madurar en nuestra mente y en el papel. Es decir, que ella misma nos vaya llevando a esa frase final, que tendrá la finalidad de cambiarle la vida a los lectores.

Y por último, algo sumamente importante. Cuando haya llegado el momento de enviar el manuscrito a la editorial, es importante que nos aseguremos de que esté lo más limpio posible. Para eso, nada mejor que una buena corrección, hecha a conciencia.

Y un último consejito. Ofrecer nuestro manuscrito al primer lector, para ver qué efecto produce en él nuestra historia. Las características de este destinatario deben ser, como lo explicamos en este artículo, las de alguien apasionado por las letras pero con la capacidad crítica de decir qué cosas deberían modificarse o pulir más. Debe ser también una persona que nos quiera y que sepa decirnos las cosas, de manera que su crítica sea constructiva y no nos desmoralice.

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Errores comunes en autores noveles

Para terminar les presentamos algunos de los errores que las editoriales consideran más graves y comunes en los autores noveles. Estos son:

* Desconocer el propósito del libro. Para evitarlo cabe responderse las siguientes preguntas: ¿Porque estoy escribiendo este libro? y ¿Qué estoy buscando con él?

* Desconocer el público al que va dirigido el libro. Si bien no escribimos para los lectores sino posiblemente para nosotros mismos, es necesario tener una idea de quiénes serán los destinatarios de la obra.

* Escribir de forma cronológica. No todos los libros se escriben de la misma forma e imponerse la obligación de seguir una determinada línea temporal solo puede provocarnos una sensación de agobio que nos impida explotar al máximo nuestra creatividad.

* No darle cierre a los capítulos. Éste es un error muy común en los noveles. Es importante por tanto entender el porqué de cada capítulo e intentar darle cierre a cada uno; ofreciendo, a su vez, un gancho que obligue al lector a voltear la página y continuar con la lectura del siguiente.

Espero que estos consejos les sirvan para escribir esa historia alucinante que todavía no ha salido a la luz. ¡Muchos éxitos en tamaña tarea!

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Comentarios1

  • luisa leston celorio

    Gracias por tan buenos consejos.
    Me ha gustado mucho encontrarme con estos grandes consejos.



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