El futurismo es una de las corrientes poéticas vanguardistas más fascinantes de principios del siglo XX, referente de modernidad y progresismo. Aunque se originó en la Unión Soviética, siendo su creador el grandísimo poeta Vladímir Mayakovski, tuvo su impacto en otros países europeos; principalmente tuvo un eco considerable en Italia donde el poeta Filippo Tommaso Marinetti fue uno de sus principales adeptos. El movimiento se extendió rápidamente por Europa e influyó en diversas disciplinas, como la literatura, la pintura, la música, la arquitectura y la escultura. Sin embargo, ciertas diferencias entre sus miembros impactaron negativamente sobre él y lo disolvieron. En este artículo exploramos esas diferencias y tratamos de explicar por qué un movimiento tan moderno y visionario fracasó.
Mayakovski y Marinetti, principales referentes del futurismo
El futurismo fue uno de los grandes movimientos vanguardistas del siglo XX, del que han derivado muchos otros. Se dividió en dos corrientes principales muy diferentes entre sí: el futurismo ruso, liderado por Vladímir Mayakovski, y el futurismo italiano, cuyo líder era Filippo Tommaso Marinetti. Entre las ideas fundamentales de esta corriente estética hay que señalar el empeño por romper con el pasado, despreciando las tradiciones y proponiendo una nueva mirada sobre la cultura y la literatura que consistiera en la destrucción de las instituciones como controladoras del conocimiento y el futuro del arte.
La forma en la que el futurismo italiano consiguió catapultarse como una gran revolución estética fue el empleo de técnicas de impresión y elementos tecnológicos que sirvieran como símbolos del progreso y ayudaran con la difusión de los ideales del movimiento. Una de las metodologías más contundentes fue un mecanismo de ideología provocadora que exaltaba como valores algunos símbolos que eran cuestionados, como la guerra. En sus bases estas ideas se acercaban a las que defendiera Mayakovski aunque en su caso la poesía debía estar al servicio del pueblo y vea este movimiento estético como una especie de posibilidad o de símbolo revolucionario.
Vladímir Mayakovski nació el 19 de julio de 1893 en Bagdadi (Georgia, entonces parte del Imperio Ruso). Tuvo una infancia muy difícil puesto que perdió a su padre siendo niño y su madre tuvo serios problemas para mantener a su familia. Se mudaron a Moscú cuando Vladímir era adolescente. Allí, comenzó a interesarse por la política y se unió al movimiento bolchevique. En 1912 conoció a Velimir Jlébnikov y David Burliuk y se unió al grupo ruso Hylaea donde publicó su poema-manifiesto Un bofetón al gusto del público que sería el gran manifiesto del futurismo. E 1917 se unió a la Revolución de Octubre y utilizó su arte como propaganda, creando carteles, poemas y obras teatrales para el régimen soviético. Algunos de sus poemas más famosos fueron La nube en pantalones y El poeta y la revolución. A pesar de su lealtad al régimen soviético, no estuvo dispuesto a escribir coartando su libertad y fue censurado. Esto provocó que se distanciara de los grupos poéticos. Se fue quedando solo y sintiendo una gran decepción con los hijos de su tiempo. Se suicidó el 14 de abril de 1930, probablemente impulsado por las tensiones y las decepciones políticas y una vida sentimental complicada.
Filippo Tommaso Marinetti nació el 22 de diciembre de 1876 en Alejandría, Egipto, y falleció el 2 de diciembre de 1944 en Bellagio, Italia. Fue un poeta, ensayista y dramaturgo italiano conocido por ser el fundador del movimiento futurista en este país, que exaltaba la modernidad, la velocidad y el dinamismo de la tecnología, además de rechazar el pasado y las tradiciones. Entre las ideas que defendía cabe señalar la de ver la guerra como una expresión de modernidad y renovación. Escribió un manifiesto en 1909 que alababa la violencia del militarismo para destruir la realidad tal cual se la conocía y crear un futuro glorioso. Dichas ideas se oponían a las que defendían los rusos y tenían a la máquina como el gran símbolo de progreso social y político. Su respeto por los futuristas rusos fue desviándose hasta una serie de ideas opuestas que le alejarían totalmente de las bases del movimiento. Si a esto le sumamos su estrecha relación con Mussolini y la orientación nacionalista del futurismo italiano, la reconciliación entre la visión rusa e italiana fue verdaderamente imposible.
El fracaso del futurismo
Decir que el futurismo fracasó es falso en realidad; no obstante, su influencia y cohesión como movimiento disminuyeron significativamente a causa de una combinación de factores artísticos, políticos y sociales que limitaron su desarrollo y relevancia a largo plazo. Lo que apuntaba a convertirse uno de los grandes movimientos artísticos del siglo XX fue perdiendo fuerza hasta reducirse a un grupo de poetas que continuaron defendiendo estos ideales. Pese a ello, en nuestro tiempo ha existido cierta recuperación de los valores futuristas, lo que nos recuerda que este movimiento no fracasó del todo.
Entre las causas del declive del futurismo habría que señalar el vínculo que algunos de sus líderes desarrollaron con ideologías extremas. En Italia, el futurismo quedó irrevocablemente ligado al fascismo debido al apoyo de Filippo Tommaso Marinetti a Benito Mussolini. Aunque esta relación sirviera al principio para difundir y asentar las ideas futuristas en el país al vincularlo a lo institucional, la caída del fascismo terminaría desacreditando al movimiento. A tal punto que muchos poetas que se habían sentido apelados por las ideas futuristas terminaron rechazando todo lo relacionado con el movimiento.
El caso ruso fue diferente. En Rusia, el futurismo se alineó con la Revolución Bolchevique con la que inicialmente compartía ideas. Mayakovski, el padre del movimiento se sentía interesado por las ideas revolucionarias; no obstante, el realismo socialista impuesto por el régimen soviético, que prefería un arte más accesible y propagandístico, terminó abriendo una brecha en la relación; a tal punto que los futuristas rusos, que demostraron ser más firmes que los italianos, continuaron creando en la libertad y se vieron condenados a la censura y la marginalización, lo que hizo que todo el movimiento perdiera el impulso de los primeros años.
Otra causa del fracaso del futurismo fue la fragmentación interna. Fue un movimiento poco homogéneo; sus principales representantes estuvieron divididos y fueron así gestándose diferentes ramas con enfoques y prioridades divergentes; de hecho, si lo pensamos, las bases del futurismo ruso no tienen mucho que ver con las que defendería el futurismo italiano. Estas divisiones internas al principio eran sólo estéticas pero cuando se cruzaron con posturas ideológicas opuestas terminaron por abrir una brecha en el movimiento que todavía no había conseguido consolidarse.
Es importante señalar que la obsesión futurista con la destrucción del pasado y la renovación constante carecía de una visión estable a largo plazo. Para muchos estudiosos de este período artístico, este dato de la idiosincrasia del movimiento, es decir, su radical enfoque, fue determinante para limitar su capacidad de evolución y adaptación. Y, poco a poco, el curso natural de la historia determinó su agotamiento. Por ejemplo, al centrarse más en la ruptura que en la construcción de un lenguaje artístico duradero, el futurismo fue absorbido o reemplazado por otros movimientos de vanguardia, como el dadaísmo, el surrealismo y el constructivismo, que ofrecían perspectivas más integradoras y frescas, y que les han permitido perdurar y consolidarse como los grandes movimientos de vanguardia del siglo XX.
Las ideas del futurismo fueron brutalmente puestas a prueba con la fractura de Europa tras la Primera Guerra Mundial. El movimiento, que en sus comienzos exaltara la guerra como una forma de purificación y renovación, debió enfrentarse a las consecuencias brutales de este ideal: la devastación del continente tras la Gran Guerra fue brutal y el costo en vidas humanas altísimo. Esto provocó que los futuristas tuvieran que repensar sus ideas y buscar nuevos caminos de entendimiento y estética. Cabe señalar que la Primera Guerra Mundial también deterioró al movimiento al cobrarse la vida de numerosos representantes de esta corriente estética que murieron en el campo de batalla (como Umberto Boccioni) o que se sintieron tan decepcionados que se distanciaron rotundamente de los ideales del movimiento (como Mayakovski).
Asimismo, las rápidas transformaciones sociales y tecnológicas de principios del siglo XX hicieron que algunos aspectos del futurismo quedaran obsoletos o fueran absorbidos por otras corrientes. No obstante, su estética y filosofía, aunque era de corte radical, fueron superadas y reconfiguradas a través de otras corrientes impulsadas por los cambios sociales y culturales. Una de las corrientes que más cerca estuvo del futurismo fue el Superrealismo, que ofreció una introspección más profunda del subconsciente y sostuvo ciertos valores renovadores del movimiento ruso.
En Rusia, la muerte de Vladímir Mayakovski en 1930 marcó simbólicamente el declive del futurismo ruso, que ya había perdido fuerza debido a la imposición del realismo socialista. Sin figuras carismáticas como el gran líder, o mentes capaces de unificar el ideal, el movimiento se desmoronó gradualmente hasta desaparecer. No obstante, a pesar de que podríamos hablar del fracaso del futurismo como movimiento cohesionado, el impacto que ha dejado en las diversas artes es significativo incluso en el presente. Fue un movimiento que abrió las puertas a la vanguardia moderna, influyendo en movimientos posteriores como el constructivismo, el dadaísmo y el surrealismo.
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