«Lazos de tinta» de Enrique Zattara

Conocí a Enrique Zattara hace ya muchos años. Tenía un programa cultural en la televisión malagueña que se llamaba «El ojo de la cultura», en el que hacía entrevistas y presentaba actividades vinculadas al mundo del libro. Coincidí con él varias veces y cuando se mudó a Inglaterra me dejó una buena parte de su biblioteca para que cuidara de ella. Un pequeño tesoro donde hay algunas joyas que no podría haber tenido en mis manos de otra forma, como una edición hermosa de poesía mapuche y algunos libros de poesía argentina de los años setenta que son una verdadera joya. Zattara es poeta y narrador. Por aquí ya he recomendado su libro «Anatomía de la melancolía». En esta ocasión voy a escribir sobre su novela más reciente «Lazos de tinta».

Cómo narrar la historia

Este es el punto de partida de «Lazos de tinta». Y sin duda es un planteo bastante recurrente, e imprescindible, a la hora de sentarse a escribir. En este caso el narrador se propone indagar en la historia de su abuelo, dice que desea llegar al fondo pero que tiene miedo de caer en el típico libro lleno de datos históricos que más que enriqueciéndola terminan entorpeciendo la lectura. ¿Debe suceder algo extraordinario para que una historia merezca la pena ser contada? Esta es otra de las preguntas que sobrevuelan su mente. Y empieza a sumergirse en el pasado con el deseo de averiguar de dónde viene, dónde está la semilla de su identidad, con todo lo que eso implica (positivo y negativo).

En esta novela Zattara indaga en los orígenes multiétnicos de un país que ha crecido a fuerza de haber sido el punto de encuentro de numerosos pueblos, con sed de colonizar o simplemente de vivir pacíficamente. En el camino se encuentra con los intereses políticos y sociales que han ido matizando esa historia. Unitarios y federales, peronistas y radicales, y las fuerzas extranjeras jugando con ese potencial para poner en jaque la armonía del pueblo. Es una novela que indaga sobre la semilla política de Argentina, y trata de explicar las intensas contradicciones y oposiciones que habitan en un mismo pueblo, que lo dividen, que llenan su historia de sangre.

Pero no pasa nada extraordinario en la novela. Quizá porque, a medida que avanza, el propio narrador descubre que en verdad para que una historia merezca la pena, la forma importa mucho más que el qué, y no es necesario un conflicto extraordinario sino una intensa narración, que mantenga a flote la trama. Zattara consigue, sin embargo, llevarnos a través de este camino por la historia del país de una forma entretenida, con chispas de humor y una gran capacidad de concisión histórica.

Esta novela puede ser una buena lectura para conocer las raíces históricas del país y encontrarnos con las ideas que han ido conformando la gran lucha entre izquierda y derecha. Para comprender también los orígenes de las dictaduras y hacer memoria respecto a la violencia que ha manchado la tierra del país en un ayer casi reciente.

Personajes históricos

Es ésta una novela historicista, donde se pasean algunos personajes fundamentales de la historia argentina del siglo pasado. Una mirada al panorama de los cincuenta, tanto social como arquitectónico (se me viene a la cabeza la descripción de los complejos hoteleros construidos por Perón en las sierras de Córdoba para su pueblo), donde Zattara intenta también entretenernos y usar el panorama histórico como contexto para acercarnos la intimidad de sus personajes.

Como una rueda que gira y vuelve al inicio, Zattara regresa a la pregunta del punto de partida. Cómo contar una historia, cómo hacer ficción sin ampararse en el contexto histórico que sirva al lector para ubicarse y comprender el trasfondo y empatizar con los personajes. Ésta es la gran pregunta de la novela, que como reflexión formal me parece sumamente interesante. Y termino con un fragmento que permite comprender la búsqueda que Zattara ha intentado con esta novela a través de este personaje que busca el pasado familiar, los pasos de su abuelo en la construcción de un país.