Decía Pessoa que al leer conseguía sentirse libre porque era capaz de ver las cosas con objetividad. Para Cortázar, los libros eran ese espacio de la casa donde todavía se podía estar tranquilo. Hoy, en el Día de las Librerías, me propongo hacer un homenaje a esas criaturas que simbolizan el oxígeno para muchos de nosotros pero sobre todo, a esos hogares que se construyen en torno a la lectura: las librerías. Por esa fascinación por estos rincones lectores es que emprendimos hace unas semanas el ciclo Libreros Amigos, del que habrá muchas más entregas a lo largo del año. Ew evidente que necesitamos visitar más las librerías y otorgarles el espacio que se merecen en nuestro mundo.
La cultura de lo gratis VS los libros
Las librerías no están pasando por su mejor momento, qué duda cabe. Vivimos una época en la que se vuelve necesario repensar todos nuestros proyectos teniendo en cuenta la popularidad que han adquirido las redes sociales, para poder difundir de manera contundente nuestro trabajo. Sin embargo, para el mundo del libro, que siempre se ha caracterizado por promover una actividad silenciosa e íntima, subirse al tren de las nuevas tecnologías, no ha resultado ni parece sencillo ese apuntarse a las tendencias de este mundo.
Editoriales y librerías se han visto forzadas a diversificar sus servicios: publicar libros, venderlos, distribuirlos, abrir restaurantes, cafés, salones de lectura… Vivimos tiempos difíciles y por eso, con más razón es necesario festejar y celebrar el Día de las Librerías. Resulta un gesto necesario para reafirmar su importancia y una buena oportunidad para otorgarles notoriedad a nivel nacional; aunque, probablemente, esto no derive en una compra masiva de libros.
En Málaga se ha puesto en marcha en estos días una iniciativa muy interesante que busca potenciar el gusto por la lectura. Se trata de la suelta de libros en los autobuses urbanos. A través de este proyecto se intenta recuperar dos cosas que hemos perdido con las nuevas tecnologías: el gusto por el papel y la combinación de viajes y lectura. Sin embargo, y puede que muchos me tilden de pesimista, no creo que de este modo se consiga resolver el verdadero problema de nuestros días, que no es la crisis económica, ni tampoco la falta de difusión de lo importante que es la cultura y la lectura, sino la sensación de que la cultura por ser un derecho debe ser gratuita. Ese es el verdadero daño que ha hecho la modernidad a la vida cultural en general y al mundo del libro en particular.
Este es el sexto año consecutivo que se celebra en España el Día de las Librerías, y pienso que es una oportunidad para recordar la importancia que estas casas tienen para nosotros y lo urgente y necesaria que es nuestra participación en esa cadena de producción literaria sin la cual la gran mayoría perdería todo deseo de vivir. ¿Nos regalamos libros?
Salvemos las librerías
Decía que son tiempos difíciles para el mundo del libro. Sobre este tema Anna María Iglesia escribió este bellísimo texto, en el que reflexiona sobre la relación entre librerías y editoriales y en la necesidad de cambiar rotundamente el planteamiento organizativo de estas instituciones.
Es importante y urgente construir un proyecto cultural en el que editoriales y librerías se den la mano, y en el que los lectores participemos activamente. En este trabajo reside la salvación del libro. Un proyecto en el que asumamos la verdadera naturaleza de la literatura: un oficio que permite el enriquecimiento de los ciudadanos pero cuya producción resulta costosa. Porque mientras afuera se apuntan a la cultura de lo gratis, el libro languidece. A veces tengo la sensación de que la literatura se ha rebajado tanto (y más de lo que lo han hecho otras artes) que parece imposible rescatarla. Pero dentro de mi pesimismo habita una niña afanosa de libros que se resiste al abismo.
El libro como objeto es el resultado de una larga cadena de trabajo, que comienza con ese autor (que de niño deseaba convertirse en Faulkner o Chéjov y que ahora se empeña en escribir aunque las cuentas no le cuadren), continúa con los ávidos editores (que se dejan el pellejo por un proyecto editorial porque creen en el libro como muy pocas personas lo hacen), para llegar a los eslabones misteriosos que participan en la impresión y distribución (con hombres y mujeres que también tienen cuentas que pagar), donde aparecen librerías y libreros (que se las ingenian cada día para sostener un negocio que parece condenado al naufragio). Sin mencionar la materia prima, en cada una de las etapas del largo proceso, digamos que se trata de una importante suma de dinero-tiempo.
Hacer libros es caro, por eso ofrecer libros gratis no parece la solución o la mejor idea puesta en marcha en un mundo cada vez más convencido de que la cultura no cuesta dinero.
Cuando hace una década el auge de Internet y las nuevas tecnologías daba cabida a una serie de vaticinios y de miedos apocalípticos en torno al futuro del libro, la mirada no apuntaba al problema, que entonces como un bebé iba creciendo y creciendo. No era Internet el gran enemigo, ni las grandes tiendas online con sus mega descuentos; era la mentalidad de que escribir es una tarea cómoda por la que no debería pagarse.
Pero ¿cómo cambiar esa visión que se tiene en torno a la cultura y al mundo del libro? Ciertamente no es algo que pueda resolverse de un día para el otro. Se vuelve necesario un replanteamiento profundo por parte de quienes trabajamos en la creación de contenido y propuestas culturales y un compromiso profundo con las letras.
Mark Twain decía que quien no lee buenos libros no tiene ninguna ventaja sobre aquellos que no leen. En esta frase reside desde mi punto de vista el secreto. Estamos acostumbrados a leer. Leemos mucho más que hace cinco o diez años, sin embargo ¿todo lo que leemos realmente nos alimenta? Aprender a leer, sin duda, nos puede ayudar a resolver esta encrucijada en la que nos vemos inmersos; descubrir que los buenos libros son aquellos que nos cuestan más caros (y no estoy hablando ahora de un valor monetario) y entregarnos al acto lector con el deseo de pensar y cambiar nuestro pequeño entorno podría ser un paso fundamental para encarar el problema.
El Día de las Librerías podría ser idóneo para reflexionar sobre la línea de nuestros ojos y revisar la literatura que estamos construyendo. ¡Que vivan las librerías, los buenos libreros y los libros inolvidables!
Comentarios1
Ole, ole y ole. Precioso artículo que pone el dedo en la llaga. Ojalá la gente entendiera todo lo que en él explicas. Sin dua alguna, la sociedad funcionaría mejor. Felicidades y un abrazo, Tes.
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