Entre la lengua literaria y la ordinaria hay una fina brecha, tan mínima que es difícil establecer parámetros que las dividan claramente. En este artículo comentaré un poco algunas de las razones que algunos lingüistas han determinado que las diferencian.
La construcción natural y la figurada
Desde hace siglos los intelectuales intentan explicar las condiciones que debe tener un mensaje para ser caratulado dentro de la lengua literaria o de la común.
Una de las teorías más populares en la antigüedad era que la presencia de los llamados recursos literarios dentro del mensaje indicaba que dicho comunicado debía encasillarse dentro de la lengua literaria.
Sin embargo, utilizar tan sólo este parámetro para definir ambas formas de comunicación no es del todo correcto, pues muchas veces ciertas figuras literarias son utilizadas en la lengua coloquial, sobre todo la repetición, dejando completamente obsoleta esta teoría.
Por su parte, la Real Academia española, se inclina por describir el mensaje literario como una construcción figurada, y el ordinario como una construcción natural.
Según el primer libro de gramática de la RAE, la construcción figurada es aquella que se aparta de lo natural cuando lo exigen así la elegancia y una mayor energía en la expresión. Así puede establecerse una diferencia entre una construcción natural, donde el mensaje que se expresa no necesita ser definido de modo aparatoso; y otra figurada, donde se utilizan formas de adornar la lengua.
En una construcción figurada generalmente se altera el orden natural, poniendo por ejemplo el adverbio antes del verbo, el adjetivo antes de los sustantivos o callando algunos de los elementos característicos de la oración.
Dicho así, una construcción que puede ser reemplazada por un mensaje más sencillo, puede considerarse como un mensaje figurado, perteneciendo ese mensaje sencillo, capaz de ocupar el lugar de toda esa oración, a una construcción natural.
Durante siglos los retóricos estuvieron a favor de esta teoría, hasta que llegó Pierre Émile Fontanier (1765) objetando que esta norma establecida por la RAE no era totalmente aceptable, dado que una construcción figurada no necesariamente debía considerarse como menos natural que la otra.
Posteriormente los retóricos y gramáticos definieron los términos normalidad, sencillez y regularidad como los fondos sobre los cuales se destacaban las figuras, los elementos maleables de la lengua literaria.
El problema reside en que estos fondos son imprecisos, no pueden definirse de manera unívoca y las figuras no necesariamente están ligadas a una lengua literaria; por lo que esta teoría tampoco sería intachable.
El léxico y los recursos expresivos
La definición que más se aproxima a la realidad es la que define como lenguaje literario a una variación del lenguaje estándar en la cual se utilizan determinados recursos expresivos: violaciones contra la gramática, inclusión de un elemento o de un rasgo opcional o de una variante específica, y la utilización de un léxico que por momentos se aleja mucho del estándar, tal es el caso de los arcaísmos, barbarismos, cultismos y poetismos.
Si para establecer las diferencias entre el lenguaje literario y el común nos basamos en el término registros, podemos llegar a una conclusión un poco más clara.
Se entiende por registro a las modalidades diferentes que pueden presentar las situaciones de comunicación, teniendo en cuenta a los participantes en dicho acto comunicativo. En este registro pueden encontrarse diferentes elementos, el eje ordenador, yo, y las relaciones entre ese yo (emisor), el receptor y el mensaje, teniendo en cuenta las específicas condiciones temporales, espaciales y sociales que los circundan.
Según esta teoría, se dice que la literatura pertenece a una forma de comunicación especial, muy diferente a la producida por el lenguaje ordinario, porque en ella el mensaje no se modifica con el paso del tiempo.
Sin embargo, esta forma de declarar que un mensaje es estrictamente literario tampoco debe ser tenida en cuenta como absoluta, pues es demasiado específica, evade cuestiones que tienen que ver con el contenido del mensaje, la utilización de los recursos, etc, sino enfocándose en lo su cualidad de rígido, ya que el escritor no puede modificar el mensaje en tiempo real, como sí lo hace una persona al hablar.
El escritor no puede cambiar el contenido de su mensaje en función de la reacción de su interlocutor, y ni siquiera escribir pensando en las reacciones específicas de un interlocutor determinado, a lo sumo en un receptor universal, no dialogante.
Otra de las cuestiones que convierte en especial dicha forma de expresión es el hecho de que el mensaje pueda efectuarse en un tiempo espacial y temporal completamente alejado del autor y de su obra.
Normalidad y anormalidad
La última teoría que compartiremos es en la que se apoyan muchos nuevos retóricos, que dice que la cualidad de literario de un texto, debe estar arraigada a la de «anormalidad»; un mensaje coloquial tiene condiciones de «normalidad», mientras que uno literario de «anormalidad».
Breve conclusión
Dicho todo esto, sólo resta agregar que sobre este tipo de cuestiones existen miles de teorías, una por cada retórico que haya decidido sentarse a analizar a fondo este tema.
Como amantes de la literatura deberíamos estar al corriente de estas cosas pero no obsesionarnos con ellas pues, después de todo, la calidad y validez de una obra literaria no está en la estructura y en las formas utilizadas para su elaboración, sino en su capacidad para trasladar al lector en el espacio y en el tiempo, consiguiendo que pueda identificarse con un protagonista completamente ajeno a él mismo.
Espero que les haya gustado. Tengan en cuenta que éste es tan sólo un breve resumen de las diferencias entre lengua literaria y común; los que deseen saber más, no duden en consultar libros especializados en el tema, que los hay de a montones.
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