«El libro de los americanos sin nombre», de Cristina Henríquez —Editorial Malpaso—

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«El libro de los americanos sin nombre», de Cristina Henríquez —Editorial Malpaso— La mayoría de los libros que leo suelo asociarlos con una frase; así me resulta mucho más fácil acceder a su recuerdo y volver a las emociones que me despertaron. Un pequeño fragmento de un poema-relato-canción que me haya impactado se vuelve protagónico de esa nueva lectura y se dispara sin que pueda hacer nada por evitarlo.

Cuando estaba leyendo la última novela de Cristina Henríquez saltó de mi disco duro una frase de Claudio Rodríguez que dice que cuando salimos siempre pensamos en la distancia, «nunca, en la compañía». Partiendo de esta frase voy a escribir sobre «El libro de los americanos sin nombre» de Cristina Henríquez (Editorial Malpaso).

Historias de familias extranjeras

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Los Rivera, Alma y Arturo, son una pareja que emigra de México a Estados Unidos, a Delaware, un rincón americano con un gran porcentaje de habitantes hispanohablantes. Son una pareja que parte de una realidad cómoda hacia un país desconocido donde su hija, Maribel, será ingresada en una escuela especial. Después de haber sufrido un grave accidente y de perder gran parte de sus habilidades intelectuales, la joven está haciendo una rehabilitación para «volver a ser la que era«. Sus padres empiezan de cero en un mundo distinto con el deseo de recuperar la alegría y de traer a su hija de vuelta.

Partir de esta base para escribir sobre el desprendimiento que exige la emigración me parece alucinante; es una verdadera metáfora de lo que exige la extranjería: alejarse de lo conocido para reencontrarse con lo profundo, con lo verdadero, para rearmarse.

Nada en la vida te cambia tanto como la emigración; ninguna experiencia por dolorosa o profunda que sea te cambia tanto como lo hace el arrancarte de tus raíces. Porque cuando emigras, dejas de ser quien eras y comienza a germinar en ti otra posible persona. Una nueva vida se abre ante tus ojos y lentamente vas desprendiéndote de la que eras: con todos los conflictos que ello supone. Pero no es esto lo que más te marca de la extranjería sino la certeza de que ya nunca podrás volver a ser como antes; porque aprendes a arraigarte en otra tierra y entonces, ya no tienes una patria, tienes dos, tres, cuatro, o una más amplia.

Mientras su esposo trabaja en una granja de champignones, Alma intenta echar raíces; intenta encontrar el hueco en el cual encajar. Así conoce a los Toro, una familia panameña que lleva mucho tiempo en Estados Unidos. Alma y Celua,la madre de la familia Toro, comienzan así una amistad, a la par que lo hacen sus hijos: Maribel y Mayor. Son estas dos familias las fundamentales protagonistas de estas páginas; con historias diferentes pero que comparten un mismo sentimiento de desgarro interior, y en esa pena compartida se va gestando este estrecho lazo.

Vuelvo a la frase de Rodríguez porque difícilmente exista una forma más contundente de representar la extranjería. Antes de partir tenemos una idea del viaje muy diferente a lo que después se vuelve realidad. Antes de partir pensamos con una nostalgia prematura en la distancia física con nuestra tierra y en la lejanía con nuestros seres queridos, pero cuando finalmente emigramos descubrimos que lo único realmente importante es la compañía, es esa gente que nos tiende la mano o camina a nuestro lado a lo largo del viaje; porque no hay un dónde sino un con quién. Porque no existe una forma en la que puedan comprendernos aquellos que no han emigrado y porque incluso en los momentos de mayor soledad, siempre conseguimos hallar a alguien capaz de hacernos ver que lo que tenemos no es tan malo. Y ese es el papel que representan los otros latinos en Delaware para los personajes de este libro.

«El libro de los americanos sin nombre», de Cristina Henríquez —Editorial Malpaso—

Volver a empezar

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Una cualidad de este libro que quiero resaltar es la forma en la que las historias se nos van presentando. Son los propios protagonistas los que cuentan su emigración; es decir que nos acercamos al desarraigo de cada uno a través de su propia voz. De este modo, nos encontramos con diversos perfiles de emigrantes: la joven que huyó de casa para escapar de los golpes y la miseria que allí le esperaba, las familias que emigraron porque la situación era insostenible, aquellos que simplemente encontraron en la emigración una forma de darle sentido a una vida lacia y mediocre. Y en todos ellos hay un punto de encuentro: la ilusión; el deseo de que en otro sitio las cosas puedan ir mejor, y el arduo trabajo emocional y real que exige todo viaje, todo comienzo desde el punto cero.

Las voces van mutando dependiendo de quién sea el narrador y de cuál sea su lugar de procedencia. Así, nos encontramos con una novela llena de regionalismos propios de diversos países latinoamericanos, de formas de decir, de contar y de hablar. Esta ha sido una de las cualidades que más me han gustado del libro porque nos obliga a mirar en el grupo de los sin nombres las pequeñas particularidades de cada comunidad, esa riqueza que desde afuera parece no verse pero que cada uno lleva consigo y que le permite enfrentar el día a día en un país al que le parece difícil llamarlo «casa». Entre todas las vidas que aquí nos encontramos me ha gustado especialmente la forma en la que Cristina se detiene en la relación entre Mayor y Maribel; hay una ternura y una delicadeza extrema al narrar sus aventuras y sus acercamientos.

«El libro de los americanos sin nombre», de Cristina Henríquez —Editorial Malpaso—

Un país que obliga a la huida

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«El libro de los americanos sin nombre» representa la voz de los que partieron en busca de su destino y lo que encontraron fue muy diferente a lo que imponían sus sueños pero, pese a ello, siguieron adelante, aprendieron a adaptarse e intentaron establecer una vida en la que valiera la pena estar. Escapar del país que los obliga a escaparse; eso hicieron la mayoría de los personajes de este libro. Fueron en busca de un sueño o de una alternativa viable para la existencia. Y al rehacer su vida aprendieron la principal lección de la vida: nunca la realidad se acerca a los sueños pero es de lo único que disponemos cuando abrimos los ojos.

La lucha interna de los personajes se mueve entre la nostalgia de la tierra natal y el deseo de alcanzar la felicidad en esta nueva casa y sólo algunos de ellos son capaces de encontrar el equilibrio. No importa tanto la distancia sino la compañía. Reviso a Rodríguez y pienso en lo mucho que nos cuesta a los humanos aprender las cosas valiosas; lo necesarios que son esos cambios bruscos, repentinos que te obligan a tocar fondo y a darte cuenta de que la única forma de aprender a vivir es habiéndolo perdido todo al menos una vez en la vida. Y sobre eso también hay numerosas reflexiones e historias en este libro.

Nunca volveremos a casa, esa es la sensación que tenemos todos los extranjeros. En parte porque lo que fue casa ya no existe, porque la forma en la que miramos nuestras raíces muta constantemente y porque la extranjería te impone una nueva forma de ver los lugares. Pero sobre todo, porque haber hecho propio otro hogar te condena a tener más de una patria, a borrar la frontera entre los lugares y a amar y odiar por igual diferentes puntos de la geografía. Y allí se esconde lo más fascinante de la emigración: nos enseña a mantener la ilusión frente a la vida, a seguir soñando con la posibilidad de empezar de cero cuando las cosas vayan muy mal. Nos demuestra que los límites-fronteras-topes son una más de las muchas imposiciones culturales que recibimos al nacer y que de nosotros depende respetarlos o romper con ellos.

Aunque resulta muy difícil comprender la extranjería sin haberla experimentado, leer este libro puede ser una maravillosa forma de intentarlo. Disfruten de esta lectura y encuentren en ella lo mejor que puede ofrecernos un libro: la compañía, esa de la que hablaba Claudio.

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«El libro de los americanos sin nombre», de Cristina Henríquez —Editorial Malpaso—
El libro de los americanos sin nombre

Cristina Henríquez

Traducción de Manuel Manzano

Editorial Malpaso, 2015

ISBN: 978-84-15996-85-9

277 páginas

19,50 €

Comentarios1

  • Melba Reyes

    Me parece un libro interesante con un tema que atañe a tantas nacionalidades, especialmente latinoamericanas.



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