Entre la literatura y el alcohol hay una estrecha relación. Vínculo que se ha emborronado con los años llegando a convertirse en tópico. Y aunque estos lazos no responden más que a la forma en la que algunos humanos dedicados a la escritura manejaron sus obsesiones, es un tema que aparece una y otra vez en la historia de la literatura.
Sobre este tema siento un gran interés y por eso he decidido comenzar un nuevo ciclo en el que escribo sobre él y les traigo a algunos autores cuya fama estuvo teñida o apoyada por el alcoholismo. Comenzamos.
El arte y los excesos
Hay quienes vinculan alcohol y literatura desde un punto de vista romántico o casi podríamos decir inextinguible. También hay quienes afirman que ser un cantante popular irremediablemente te llevará por un camino de excesos y drogas. No obstante, es evidente que existen muchísimos excelentes escritores que no bebieron una sola gota para escribir y buenísimos cantantes que han sabido mantenerse fuera de estos hábitos. Ahora bien. Mi objetivo al escribir este texto no es alabar o criticar el uso de sustancias para crear sino más bien indagar en torno a esa necesidad presente en algunos escritores y estudiar el origen y el desarrollo de esta estrecha conexión entre arte y alcoholismo.
Algunos escritores bebían muchísimo y también escribían. Entre ellos los hubo también que no sólo bebían sino que escribían sobre esa estrecha relación que habían desarrollado con el alcohol. Baudelaire es uno de los más populares; quien solía decir que era el alcohol lo único que le permitía al ser humano (simple mortal, le llamaba) saciar la ambición de infinitud. Pero hubo muchos que desarrollaron una escritura en torno al alcoholismo fundando todo un género literario que se ocupa de ello.
Autores alcohólicos famosos
Aunque el universo de las letras parece liderado por los hombres, las mujeres no han quedado al margen de experimentar esa relación extraña entre literatura y alcohol. Son muchísimos los ejemplos: Anne Sexton, Carson McCullers, Elizabeth Bishop, Jean Stafford, Jane Bowles, Shirley Jackson, y la lista sigue y sigue. Muchas de ellas, sin embargo, intentaron esconder ese hábito debido a la mala reputación que podía traerles.
En el caso de los hombres, tenemos a Malcolm Lowry, Charles Baudelaire, Jack Keroauk, Charles Bukowsky, y también podría seguir durante un rato. Para ellos el alcohol fue como una especie de bandera, que les permitió ensayar en torno a la experiencia de escritura beoda y profundizar sobre las pulsiones surgidas de un estado alterado de conciencia.
Es decir que mientras que los hombres podían volverse alcohólicos y hasta manifestar con vehemencia esa estrecha relación con las bebidas, las mujeres tenían que cuidarse para evitar la vergüenza. Si aún al día de hoy resulta socialmente más grotesco ver a una mujer borracha que a un hombre, imagínense en tiempos antiguos.
Daikiris, vino, whisky, margaritas, coñac, las bebidas que rodaban en las tertulias literarias y a las que hombres y mujeres se volvían adictos, porque sentían que les ayudaba a evadirse del mundo y a centrarse en su escritura. Aunque en el fondo de ese hábito habitaban las obsesiones, que a ningún escritor le han faltado, lo acepte éste o no.
El ancestral binomio alcohol-literatura
El binomio alcohol-literatura tiene más historia casi que la mismísima literatura. Y aunque se dice que la gran responsable de esta estrecha relación es la sociedad americana, sobre todo la Generación Pérdida (en la que podríamos incluir a Dos Passos, Steinbeck, Hemingway y Fitzgerald, entre otros), sería necio afirmar que entonces surgió el alcoholismo. Sólo basta echarle un vistazo a la historia de la humanidad para comprobar que el alcohol formó parte de la vida social y cultural desde tiempos antiquísimos.
Ya los griegos consideraban el alcohol una bebida enviada por los dioses para potenciar el disfrute, y como ellos la mayoría de las civilizaciones antiguas tenían al alcohol en buena estima a la hora de planear sus fiestas y su disfrute. Y en particular en el mundo de la literatura, hay documentos antiquísimos que prueban la existencia de esta relación ya sea mostrando a la bebida como un imprescindible motor de trabajo o una condena de la que es difícil escapar y demuestran que el alcohol moja el mundo de las letras desde hace siglos. Pero eso ya será material para otro artículo de este nuevo ciclo. ¡Estén atentos a las entregas que se vienen!
Comentarios3
Gracias querida Tes, te espero...OK?
Interesante!
Si bien es cierto que existe un lazo entre el alcohol y la literatura por inspiración o festejos, este no es imprescindible para grandes obras.
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