No soy feminista. Sin embargo, cuando la gente habla de literatura masculina y femenina debo reconocer que se me generan sentimientos encontrados. Por un lado, me molesta que todo esté tan rigurosamente etiquetado y separado; por el otro, me pregunto ¿de todas las mujeres que leo alguna pertenece a la literatura femenina?
Lamentablemente vivimos en un mundo que dice aceptar las diferencias pero que todavía no pone en práctica esta idea. Basta con acercarse a cualquier manual de literatura para reconocer entre cientos de nombres apenas decenas de autoras. En este artículo intentaré desarrollar mis puntos de vista respecto de la importancia de reformular el lenguaje para dejar a un lado las tradiciones sexistas que arrastramos desde hace siglos.
Mujeres relevantes sin ser feministas
Así comienza la novela «Primera Memoria» de Ana María Matute, una autora que se salió de las tradiciones y estuvo dispuesta a andar por caminos no trillados; quien fue obviada durante años por la crítica oficial y canónica. Y de quien podemos aprender muchísimo, aunque sus enseñanzas no vengan inscritas en los manuales de lectura.
No me avergüenza reconocer que es uno de mis mayores referentes literarios. Considero que es una autora de la que siempre pueden aprenderse nuevas cosas y que ha sabido darle a la literatura una expresividad inusitada.
Y lo mejor de la Matute, desde mi punto de vista, es que escribe desde la neutralidad del género. ¿A qué me refiero? A que no escribe con una pancarta que dice «soy mujer» sino con una que pone «soy persona».
De hecho, cada vez que en una entrevista se le pregunta acerca de su postura al respecto, expresa que no siente que su literatura sea feminista. Y que, aunque claramente es evidente que es escrita por una mujer (porque ella lo es), considera que es incluso dañino para las letras el dividir tanto a los autores entre hombres y mujeres.
Esto significa que una autora puede escribir tanto de la experiencia femenina como masculina. Porque, del mismo modo, podemos hacerlo desde el punto de vista de un niño siendo adultos o de un animal que no esté dentro del grupo de los humanos.
La literatura nos permite abordar las historias desde aspectos muy diferentes, salirnos de nosotros mismos para ir al encuentro de las palabras y de los otros. Y abandonar el propio género puede ser una preciosa alternativa para destruir todo lo conocido y escribir desde lo que desconocemos.
Literatura femenina o femimachista
Es común que se hable de literatura masculina y femenina, estableciendo grandes diferencias entre ambas. Sin embargo, al acercarnos a la lectura de cualquier manual de literatura no encontramos nada referente a la tradición femenina; de hecho, se toma como ejemplo la masculina.
Esto significa que, estamos acostumbrados a utilizar un lenguaje (tanto hombres como mujeres) que provienen de la tradición masculina; un lenguaje que muchas veces es incluso despectivo con nuestra condición y excesivamente machista.
Sí, hay excepciones. Muchas mujeres escriben desde otra perspectiva, rompiendo con ciertas cuestiones absolutamente canónicas; sin embargo, ellas tampoco tienen tanto espacio y lo que escriben no adquiere la relevancia que en realidad tiene.
Nos dicen que esto está cambiando, pero ¿es realmente así? Que premios como el Cervantes o el Nobel de repente puedan ser entregados a escritoras no necesariamente plasma una apertura; puede también significar un velo que suavice la desigualdad, sin acabar definitivamente con ella.
Escribir desde el límite del género
Reniego de los hombres que escriben poniendo por delante su ideología machista, tanto como de las mujeres que escriben desde un femimachismo. Prefiero a aquellas que escogen ubicarse al límite de ambos géneros, que buscan unificar y no separar todavía más.
Me gusta tan poco ésto como esa necesidad que existe de separar el erotismo en homo u heterosexual, después de todo, lo que importa es el punto de vista de quien lee y puede disfrutarse perfectamente de una historia homoerótico aún siendo heterosexual.
Acaso las mujeres no nos hemos acostumbrado a ponernos en la piel de personajes masculinos. ¿Quién de nosotras no ha sido un Tom Sawyer o ha estado enloquecidamente enamorada de Ruth en «Tomates verdes fritos». Estamos acostumbradas a enamorarnos de mujeres y hombres, indistintamente, sin importar por cuáles nos sintamos atraídas en la vida real.
Y es que ésa es una de las mayores ventajas de la lectura, y también de la escritura: que nos convierte en personas más abiertas, si lo queremos, claro. Nos permite darnos cuenta de que las diferencias solo son aparentes y que, en verdad, el placer y la alegría no ven diferencia. Por eso también podemos sentir empatía por los animales no humanos y dedicarles tanto tiempo y cuidado como a un individuo de nuestra propia especie.
Los referentes femeninos
La literatura femenina aún al día de hoy es marginal. Sin contar que las obras de mujeres que reciben una mayor presencia en el mercado no suelen ser las más generosas a nivel lingüístico. Y esto, lamentablemente, ayuda a continuar apoyando esa teoría de que existen más buenos autores que buenas autoras. Hay una especie de recelo en torno a aquello que pueda haber sido escrito por una mujer, como si el mundo entero (hombres y mujeres) se resistiera a considerar que lo femenino puede tener algo de valor, pueda ser necesario y, más aún, pueda considerarse útil desde un punto de vista canónico.
A diferencia de lo que ocurre con los escritores, las autoras que consiguen el éxito, solo pueden tocarlo momentáneamente. Solamente se habla de ellas cuando acaban de publicar algo que hizo ruido. Les hacen miles de entrevistas, son portada en los periódicos y demás pero pasado algún tiempo es como si se las tragara la tierra. No existe igualdad como quieren hacernos creer, se escoge estratégicamente a determinadas mujeres para que llamen la atención. Y más tarde, los que permanecen continúan siendo los mismos nombres intocables de todos los tiempos.
Pero ¿qué hay de todas esas mujeres que trabajaron o continúan haciéndolo por la literatura y que apenas tienen reconocimiento? Sus nombres han quedado suspendidos como si lo que hubieran hecho fuera poco. Hablo de autoras como Elsa Bornemann, Ana María Moix, Luisa Valenzuela, Alicia Dujovne Ortiz, Josefina Aldecoa, Ana María Matute, Carmen Gaite o Rosa Montero, entre cientos de otras.
Sin ir más lejos si analizamos las listas de los libros más vendidos en las últimas décadas, nos encontraremos con una extensa lista de autores y poquitísimas mujeres. Las críticas aparecidas, los premios entregados, los puestos importantes en el mundo de las letras… siempre contemplan primero a un hombre.
Cambiar el rumbo del lenguaje
Tenemos en nuestras manos una poderosísima arma para cambiar el mundo. Podemos colaborar con el lenguaje sexista o dar definitivamente vuelta la tortilla.
Mezclar los géneros, escribir desde un punto de vista diverso, hablando sin tapujos de la desigualdad, del maltrato animal, de las injusticias en todos sus niveles. Ésto no es hacer literatura feminista, sino luchar por un mundo más justo y equitativo, de donde erradiquemos términos como éste, que tan afuera de la letras han dejado a la mujer desde siempre.
No se trata únicamente de leer y desempolvar esos libros de aquellas autoras que fueron olvidadas. Sino más aún de descubrir y rastrear a aquellas que nunca llegaron a volverse conocidas. Y proponer nuevas antologías, más igualitarias. Porque, aunque todos intenten negarlo, continúan publicándose antologías «de género», la prueba está que la mayoría no incluyen autoras.
Se trata de comprender que cuanto más dividamos el universo de las letras en femenino y masculino, menos riqueza lingüística podremos cultivar.
No soy feminista. Sé que hay mujeres que se apoyan tanto en su género como lo hacen los hombres, tampoco me gustan ellas. Quiero alcanzar la libertad al escribir y cuando leo es ésto también lo que busco.
Así concluye ese primer párrafo de «Historia del rey transparente», de Rosa Montero, con el que abrí este artículo:
Comentarios3
Soy un admirador de la mujer y no establezco diferencias. Uno es complemento del otro, nadie es superior y cuando hay inspiración, dolor, amor y vivencias. Surgen cosas buenas, trascendentes.
Esperemos que valoren las obras literarias femeninas, rompiendo los paradigmas tradicionales
Veo que muchas mujeres están escribiendo más para publicar, pero veo también que hay en grupos que leen los demás mujeres… Es algo importante para mí. Para obtener trabajos en los estados unidos, sí, la mayoría de las mujeres están trabajando, pero también es importante la manera. ¿Qué posiciones tienen? ¿Jefas? ¿Trabajos más respetables? No para la mayoría. Creo que también en literatura es importante que haya mujeres escribiendo para hombres y mujeres, no así sólo con otras mujeres. Tu artículo es más interesante.
Muy reflexivo este artículo sobre el arte de escribir de nosotras, las mujeres.
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