Tiempo atrás, en Poemas del Alma nos referíamos a la poesía gauchesca, un género propio de Latinoamérica. Hoy es tiempo de ampliar la información sobre los relatos que tienen como protagonistas a los gauchos, hombres de campo surgidos del mestizaje entre los españoles y los indígenas.
Ya sea en Argentina, Uruguay, Paraguay, la Patagonia chilena, el Chaco boliviano o en el estado brasileño de Río Grande del Sur, todavía hoy se conoce como gaucho a cada habitante rural que se dedica a las actividades ganaderas.
Es importante tener en cuenta que la literatura gauchesca no ha sido desarrollada por los propios gauchos. Por el contrario, los principales exponentes de este subgénero literario suelen ser escritores que pertenecen a las clases altas y que se sienten atraídos por la cultura o el estilo de vida de estos hombres.
Los autores de la literatura gauchesca, por lo tanto, proponen exaltar lo folclórico y lo autóctono como una forma de crítica social. El uso de términos indígenas, neologismos y arcaísmos es frecuente en este tipo de textos, donde muchas veces predomina el monólogo en lugar de los diálogos.
En el siglo XVIII comenzaron a surgir los primeros relatos de la literatura gauchesca, aunque recién en la centuria siguiente se afianzaría como género.
Bartolomé Hidalgo (1788–1822) es considerado como el pionero en la poesía gauchesca, con obras como «Cielito de la Independencia». Hilario Ascasubi (1807–1875, autor de «Aniceto el Gallo» y «Santos Vega o los mellizos de la Flor» es otro de los primeros referentes de este estilo.
Entre las principales figuras de literatura gauchesca, puede mencionarse al trío compuesto por José Hernández (1834–1886), Leopoldo Lugones (1874–1938) y Ricardo Güiraldes (1886–1927).
El «Martín Fierro» de Hernández, aquel poema narrativo del gaucho desertor, no sólo es la obra más conocida de la literatura gauchesca, sino que también está considerada como uno de los mejores relatos argentinos.
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