«Los caminos a Katmandú», de René de Barjavel

Por alguna de esas extrañas aleaciones de mi cerebro estos días he estado pensando en una novela que leí hace muchísimos años y que se me ha desvelado importante e interesante para nuestro Desván de los libros perdidos. Se trata de «Los caminos a Katmandú», de René Barjavel. A continuación mi pequeña lectura sobre una obra que considero todos deberíamos leer. Creo que es de esas historias que te cambian, lo sepas o no.

Estudiantes al poder

Se conoce como el Mayo Francés o Mayo del 68 a una de las grandes revueltas que tuvieron lugar en París por parte de grupos estudiantiles. Una lucha que se oponía a la sociedad de consumo y que provocó una de las mayores huelgas de toda la historia de Francia: a los estudiantes se unieron los obreros y sindicatos. El mundo vivía una de las etapas de cambio más significativas de la historia: en Latinoamérica el éxito de la Revolución Cubana había encendido una chispa que se extendería por todo el mundo. Del otro lado del océano la guerra de Indochina generó un impulso de deseo de cambio en los grupos comunistas y pacifistas de Europa; en Francia la repercusión se hizo notar al ser los estudiantes quienes apostaban por ese cambio, dispuestos a hacerse oír.

Una de las frases más populares de esta época fue «prohibido prohibir», que los estudiantes escribían en los muros públicos mostrándose contrarios a las políticas de represalia tomadas por el gobierno frente a las exigencias de paz y justicia social por parte de los movimientos de izquierda.

Toda esta realidad no llegué a vislumbrarla cuando leí esta novela, a escondidas de mis padres para evitar frases como «eso no es para chicas de tu edad»; sin embargo, quizás por esa cuota de inocencia que tienen las lecturas primigenias, este libro me dejó tanto color en las venas. Como decía, es una historia que te cambia; y aunque en su momento no lo supe, hoy puedo dar fe de ello. Recién muchos años más tarde me doy cuenta de qué es lo que ha producido en mi interior. Por eso quizás he estado pensando en ella intensamente en esta época de crisis, convulsionada por la tristeza de las calles y la urgencia de un lugar a donde partir.

Dos jóvenes van a Katmandú

La historia comienza en el período posterior a esas revueltas, cuando el vacío se instala en las sociedades y los jóvenes quebrados emocional y físicamente emprenden una búsqueda ineludible hacia un entorno menos hostil, donde puedan sentirse a salvo, libres, renovados.

Miles de jóvenes, enemistados con sus padres (después de haber mostrado su enorme capacidad de lucha y de intolerancia frente a las injusticias) emprenden un camino a la tierra prometida: Katmandú. Un lugar donde creen que pueden estar a salvo. Después de la lucha y del rechazo lo único que desean es encontrarse a sí mismos, alcanzar un objetivo, una razón para vivir.
Katmandú, esa ciudad al pie del Himalaya, tan importante para la religión Budista, se aparece para esos jóvenes como un espacio donde encontrar la paz que en sus propias ciudades no podía abrazar. Entre todos esos muchachos y muchachas se encuentran Jane y Olivier, que han roto violentamente con sus padres y acarrean el dolor del rechazo y la incomprensión de sus respectivas familias. Entre ellos se entablará una relación que se va contigo vayas donde vayas.

Katmandú no es un lugar

De la obra de René Barjavel se han dicho muchas cosas, de esta misma obra se han escrito cosas alucinantes. En su trabajo de narrador deja entrever su otra gran pasión, el periodismo, y es capaz de dotar a sus historias de una gran cuota de realidad a la vez que de una belleza narrativa asombrosa.

Este libro es sin duda una de sus obras maestras, por la historia y por lo que ella produce en los lectores. El Camino a Katmandú es un viaje hacia el corazón de cada uno de los personajes que habitan estas páginas. A través de la lectura los acompañamos en esa búsqueda absoluta de ilusión, de dios quizás, de libertad, o de la posibilidad de poder consumir libremente (en este lugar pueden consumirse toda serie de drogas sin restricciones). Los jóvenes todos tienen sus propias razones para viajar allí, pero lo que encuentran no es tan diferente a lo que dejaron en París. Y en ese punto se revela la historia frente a los lectores: invitándonos a descubrir que el cambio siempre se da desde dentro hacia fuera y nunca al revés.

Porque ni Katmandú no es un lugar ni los viajeros se dirigen hacia el mismo sitio ni lo que los mueve es lo mismo. Se trata de un viaje metafórico, hacia el centro de nosotros mismos, de nuestros miedos, de nuestra vida para encontrar la tranquilidad, para repensarnos, para redefinirnos.

Ahora que escribo estas palabras se me ocurre que es una obra que sin duda se merece una relectura desde una visión adulta; para recuperar esos colores de la infancia y entender aquello que en aquel tiempo parecía otro idioma. Sin duda, es de esas historias que se te pegan a las pupilas y que vuelven en el momento menos esperado, o deseado. Así que, aquí está, abriéndonos nuevamente los ojos. ¿No les parece una buena lectura para ir terminando o comenzando el año?