Los diarios de Alejandra Pizarnik

Quienes se pasan a menudo por esta web conocerán ya el ciclo que llevo sobre «Diarios de escritoras», en el que recomiendo la lectura de las memorias de algunas escritoras a las que considero imprescindibles. En la entrega anterior releí los Diarios de Anaïs Nin y la primera, tuvo como protagonista a Sylvia Plath. Se suma a estas recomendaciones una autora fundamental de la literatura de vanguardia: Alejandra Pizarnik. Pienso que la lectura de sus diarios nos permiten acercarnos a la mujer y también a la poeta incomprable que fue Pizarnik. Son sus diarios sin duda una joya dentro del género de las memorias escritas por mujeres.

Los diarios de una suicida

A través de la lectura de los diarios de Pizarnik podemos entender no sólo cómo vivió sino también cómo escribió. En sus diarios hay una estrecha relación entre vida y literatura. Sus desamores y sus conflictos pero también su postura estética frente a la escritura y la vida.

La vida fue un camino demasiado largo que la llevó a plantearse el suicidio como único destino y aunque lo tuvo claro desde temprano tardó mucho en llevarlo a cabo en su totalidad. Varios intentos y llamadas de atención a su entorno fueron el anticipo de lo que terminaría ejecutando con barbitúricos. El suicidio era una meta, a la que en varias ocasiones dijo que estaba llegando tarde. En Pizarnik hay una mirada sobre la pesadumbre de la vida que se extiende diario a diario, poema a poema hasta el final de sus días. Sin embargo, su pasión por la vida, por esas pequeñas cosas que nos tientan a seguir, la obligó a dejar para después de los treinta este destino irrevocable.

Entre los temas fundamentales sobre los que trabaja en su diario Alejandra se encuentran el miedo a la soledad, al desprecio, sus complejos con su cuerpo, con su acento, con su herencia, sus frustraciones de diverso origen que se manifiestan en el papel con formas de miedos sexuales, las mujeres a las que amó, a las que deseó, a las que despreció, sus constantes dudas sobre su identidad y su miedo a reconocerse en esa disyuntiva constante de no saber quién era ni qué deseaba.

Leer sus diarios es acercarse a sus numerosos conflictos emocionales y, al mismo tiempo, descubrir la raíz de su escritura y la esperanza retorcida, llena de sombras, que se extiende (y cuesta encontrarla) en todo lo que escribió. Esperanza que es, aunque cueste creerlo, pasión por la vida.

Las lecturas de Pizarnik

Se sabe que una de las lecturas favoritas de Pizarnik eran los diarios de Kafka, se dice que su edición de dicho libro se encuentra llena de tachaduras, subrayados y frases propias. Como si se tratase de un manual para autocontarse. Se fijó en él tanto que consiguió crear un estilo de memorias propio sumamente inspirado en la voz kafkiana, aunque es innegable la autenticidad y la búsqueda personal de Alejandra.

Uno de los elementos más destacados de los textos intimistas de Pizarnik es el suicidio. Sobre él escribe de forma poética, con las uñas, con sangre, con desesperación. Coquetea de todas las formas posibles con la idea de quitarse la vida y no contenta con ello revienta las costuras de todo lo escrito acerca de él.

Pero creo que sin duda uno de los elementos más apasionantes de su diario es la forma en la que se cuelan en su discurso sus lecturas. Aparece Vallejo, Kafka, Safo, Ocampo, Huidobro, Beauvoir. Encontramos constantes referencias a sus textos amados que nos abren un sinfín de posibilidades: lecturas intensas que abren en canal cada texto para analizarlo, y una visión nueva sobre sus autores.

La lectura de los diarios de Pizarnik nos obliga a pensarla como una persona sufriente pero sobre todo nos recuerda que Alejandra fue un ser extraordinario, con una sensibilidad de otro mundo y una manera muy propia de enfrentar la vida y las experiencias, lo que nos lleva a encontrar en sus textos una luminosidad que no suele atribuirse a su poética pero que la baña constantemente.

 



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