Crece la cifra de los intolerantes. Me refiero a aquellas personas que se creen dueñas absolutas de la verdad y que pisoteando el respeto debido al prójimo, levantan la voz y la mano, y crean una horrible atmósfera de violencia.
Hay intolerantes en todas partes y hasta se podría clasificarlos a partir de un diagnóstico o conclusión natural del trato cotidiano.
De hecho, son una plaga. Muchas, tantas veces, rompen los límites de la convivencia, cuando agreden verbalmente o llegan a usar los puños.
Las personas lastimadas emocional y físicamente por los intolerantes, son las víctimas de todos los días, las que tienen los ojos poblados por nubes de pesadumbre, las que de a poco van perdiendo el interés por la vida.
Algunas buscan desesperadamente ayuda.
Otras se van secando, arrugando en su silencio, aunque su desorden anímico deja en evidencia que se encuentran muy perturbadas y
desorientadas.
Los pesados días de calor, el magro ingreso económico, la dureza de la calle, son también detonantes de la intolerancia. Entonces basta que haya caído una taza al suelo, que se hayan expresado un comentario o una opinión inoportunos para que los intolerantes «justifiquen» sus razones para explotar, para maldecir, para agriar, en definitiva, el día al prójimo.
Yo no quiero tener trato alguno con ellos.
Los quiero lejos. Por otro lado, generan en mí una sensación de lástima y asco. Creo que deberían tratarse con un psiquiatra. O formar, quizás, un grupo que funcione a través de la terapia grupal. Del mismo modo que hay intolerantes anónimos en España (aunque ellos tengan problemas de racismo), también podría crearse (¿por qué no?) «Intolerantes anónimos».
Los intolerantes son los hombres.
Y son además las mujeres. No nos engañemos, pues si nos mentimos, flaco favor hacemos a la sociedad.
Realidad es la alta cifra de hombres en comparación con las mujeres que arrastran la violencia física y sicológica a un grado incalificable. Cuando una dama dice a su esposo: «Basta ya. No aguanto más esta situación», el marido debería tratar de entrar en un estado de autocrítica y buscar los caminos posibles para establecer o restablecer una comunicación civilizada o en vías de civilización.
Igualmente, cuando el marido le dice a su mujer: «Basta ya. Tu histeria, tus gritos, tu mal humor de todos los días me tienen bastante harto. Cualquiera de estos días me voy de casa», ella tendría que hacer un esfuerzo, un examen de su conducta y empezar a practicar la tolerancia.
De eso se trata, finalmente, la buena relación, de la tolerancia.
Tú estás convencido de que el pino es generalmente piramidal y verde (y te hallas en la verdad, obviamente), mas si tu interlocutora te dice que no, que el pino es rojo y además cuadrado, pues baja de la competencia verbal con sabiduría, y dale la razón. Mas te vale. Ya lo dicen los porteños: «Hacé sencilla y corta la cosa, hermano».
Como decía, los intolerantes están creciendo en número y en diversidad.
Son también, la sinceridad obliga a decirlo, víctimas de una sociedad consumista que se lleva por delante los valores morales y espirituales y que golpea sus bolsillos con los puños cerrados.
En fin, intolerantes, les conviene cambiar su actitud. Ya verán cómo, moderándose, les irá mucho mejor en todo.
Fuente: ABC Digital
Comentarios3
Hace unos días leí este artículo, muy bien presentado por cierto y con una verdad comprobable con sólo transitar las calles de cualquier ciudad o pueblo, porque también en las zonas rurales se da este fenómeno. Y debo decir que estoy en completo acuerdo con su contenido ya que muchas veces he sido víctima de esos atropellos que no le dejan a uno -que se considera una persona civilizada-, más que meter violín en bolsa y cerrar la boca, con el riesgo de parecer tonto (en realidad otro adjetivo un poco más fuerte) o cobarde. Aún así, prefiero esto y no lo otro, bien dice el refrán que cuando uno no quiere dos no pelean.
Gracias amiga por tu aporte y mis felicitaciones.
Besos.
Ruben.
Gracias por tu comentario. Sí, es horrible la intolerancia. Por lo menos creo haber contribuido en algo al hacer este artículo. Si sirve para que algunas personas reflexionen, ya me daré por satisfecha.
Delfina Acosta
excelente artículo, estoy en completo acuerdo, la intolerancia parece ser enfermedad, epidemia, yo por mi parte opto en varios casos pasar por tonta, y dejarlo al intolerante que se crea ganador, no entablo batallas, gano en armonía y ningún momento me considero inferior, es sabio retirarse a tiempo. la vida es tan bella!
Pues me parece que obras con sabiduría, Herminia. Mejor pasar por tonta que pasar malos ratos.
Gracias por tu comentario !!!
Delfina Acosta
Creo que esa intolerancia, es solo falta madurez. No se logra tan facilmente y a veces creo que no llega nunca.
Tratar de entender al de enfrente, cuando nosotros no nos entendemos.
Lo que comenta benchy, de parecer tonto, creo que es el amor que se le tiene al de enfrente. Cuando este no nos comprende, el callar, el tolerar. creo es la madurez, transformada en amor.
Muy buen artìculo, logra su proposito. El de participar con un comentario
Muchas gracias por tus palabras, lehtra. Es imposible cambiar el mundo, pero a través de la tolerancia, tal vez se lo puede mejorar. En realidad, mi idea es hacer pensar a la gente que hace daño con su intolerancia y sus enojos injustificados a su familia, a su prójimo. ¡Ojalá sirva de punto de reflexión para los intolerantes este comentario, así como el tuyo, y el de todos quienes sólo deseamos vivir en paz!
Delfina Acosta
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