En nuestro artículo semanal para el ciclo el Desván de los libros perdidos recuperamos una obra que desde mi punto es maravillosa y a la que pocas veces se refiere la literatura cuando habla de la época dorada del Círculo de Praga. Se trata de «Los mutilados» de Hermann Ungar, un autor checo con una capacidad inaudita para nombrar los miedos de la infancia, o mejor dicho la vuelta a esos miedos, a esa época y la miseria de una vida adulta sosa, absolutamente monótona e infeliz.
El olvidado de Praga
Al leer a Ungar difícilmente no pensemos en Kafka; en su obra se encuentra muy marcada también aquella decepción con la especie humana y, sobre todo, se ve ese intento por crear protagonistas que no sean héroes, que puedan ser nosotros, nuestros vecinos, nuestros amigos…
Hermann Ungar nació en Boskovice (Moravia) el 20 de abril de 1893 y falleció en Praga en 1929 y fue uno e los autores que conformaron el Círculo de Praga. Pese a ser es uno de los autores olvidados, es uno de los grandes autores checos, que también escribió y publicó en lengua alemana.
Nació en una familia de clase alta y adinerada de origen judío en una época crucial para el mundo: que después de haber atravesado la Primera Guerra Mundial se prepara para la segunda. Un tiempo en el que se derrumba totalmente aquella idea tallada sobre el humanismo, y donde el mundo comienza a despertar y a descubrir la verdadera crueldad que alberga en la mente de los hombres y se enfrenta a la idea de que dios ha muerto.
La humanidad en Ungar
En Ungar todo eso se ve, se respira, se siente y «Los mutilados» es quizás su obra máxima donde la tristeza y la crueldad son las protagonistas, y consiguen socavar la estabilidad de las emociones y debilitar el pulso de vida de lo hombres.
Varios de los temas que pisó Ungar en su primera novela «Chicos y asesinos», volvieron a sus manos en «Los mutilados»; tales como la depravación y la violencia familiar y aquella que surge sin saber cómo de la región más oscura del corazón de los hombres y que se exterioriza en los momentos menos predecibles.
Es muy difícil leer este libro y no pensar en Kafka y en esa alienación a la que los humanos nos vemos condenados y que estuvo tan presente en su obra. Franz Polzer es un hombre llevado por la vida a un punto en el que nunca se planteó estar y que se queda con la tranquilidad del agua cuando se estanca. Hay una frase del comienzo que me parece muy interesante y que serviría para detonar el resto del argumento.
Los mutilados
En esta historia nos encontramos con un personaje curioso llamado Franz Polzer que se hospeda en casa de una viuda joven que lo tiene completamente esclavizado. Klara Porges, así se llama esta mujer, lo tiene condenado a una vida rutinaria y embrutecedora. Todo cambia cuando Karl Fanta (un amigo de Polzer), Sonntag (su enfermero) vienen a instalarse en la casa. A partir de ahí tendrán lugar un sin número de acontecimientos extravagantes que nos llevarán a conocer a fondo la naturaleza de la que Polzer está hecho y a observar de cerca sus miedos, tan vinculados con el pasado que carga sobre sus hombros.
Polzer es un hombre acostumbrado a la rutina hasta límites obsesivos: sale todos los días a la misma hora, sin diferencia de minutos, de gente, de colores y se dirige a su despacho para hacer exactamente lo mismo que el día anterior y que lo que hará al día siguiente. No sabe cómo se ve la ciudad a media mañana porque siempre siempre se encuentra en la oficina.
Además, siente asco por la vida pero que es incapaz de admitirlo. Es fácil comprender su patología, sus temores, sus debilidades si se tiene en cuenta que tuvo una infancia triste que se caracterizó por la ausencia de la madre (falleció cunado Polzer tenía tres años) y por la crianza junto a un padre violento, estricto y poco afectuoso (¿cómo no pensar en las cartas al padre de Kafka? ¿será que a todos los humanos nos marcan las mismas experiencias?) que mantiene extrañas relaciones con su hermana, con la tía de Franz. Cuando conocemos este punto comprendemos también la aversión cuando Polzer siente hacia las mujeres y esa extraña atracción que lo lleva a mirar hacia el mundo de los hombres.
En pocas palabras, es un hombre que intenta llenar su vida de ruido para no tener que enfrentarse a lo desconocido porque teme encontrarse con aquello que en el fondo sabe que está ahí aguardando en lo más profundo de su ser para salir a la luz, para ser expuesto, comprendido. Pero tarde o temprano nuestros peores miedos afloran y entonces, no tenemos ninguna forma de evitarlos. Y de eso trata esta novela.
Creo que es una fantástica obra, actual y llena de crudeza que puede servirnos para revisar nuestra propia vida y, en un sentido estrictamente literario, comprender cómo personas que atravesaron infancias similares tienden a escribir y entender la escritura de una forma curiosamente similar.
Si quieren descubrir otras entregas de este ciclo, tales como «El camino de las llamas» (Hugo Wast), «El navegante dormido (Abilio Estévez) y «Vida y destino» (Vasili Grossman), entre muchas otras, no dejen de visitar nuestra sección de Especiales.
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