Donde empieza la familia hace nido el dolor y donde fluye el desapego quizás exista algún tipo de salvación o de esperanza poco nombrada. Sobre eso escribe en «Pelea de gallos» María Fernanda Ampuero (Páginas de Espuma), un libro cuyos protagonistas son en su mayoría mujeres con vidas desastrosas no tanto por lo que ellas hayan podido hacer o elegir sino porque el golpe de circunstancia ha hecho que se vean enredadas en desoladores y a veces tristes presentes que las convierten en personas desconfiadas aunque siempre guerreras. Sobre esos personajes y la valentía de Ampuero para regalarnos estas historias charlamos en esta primera parte de la entrevista. Por cierto, Ampuero firmará ejemplares el próximo finde en la Feria del Libro de Madrid.
P—¿Contra quién escribes?
R—En primer lugar contra mí misma y mi propia monstruosidad. Pero también lo hago conmigo misma y con mi propia monstruosidad.
P—¿Sirven la indignación, la furia y el deseo de venganza para escribir?
R—Supongo, pero creo que no en caliente. Es mejor hacerlo con el recuerdo de la indignación, la furia y el deseo de venganza (y de la pasión, el deseo, la maravilla, la ternura).
P——En “Pelea de gallos” vamos presenciando diferentes situaciones en las que la violencia y el horror se cuelan y transforman la trama. ¿De qué forma se debe controlar este ingrediente (el horror) para que la historia no se te vaya de las manos?
RLa historia se me va de las manos desde el minuto uno. Creo que la historia es el horror y el horror es la historia. No me es posible dividir una cosa de la otra, tampoco creo que el horror se cuele: está ahí, siempre ha estado ahí y siempre va a estar ahí, eso es de verdad lo terrorífico, que no podemos hacer nada. Además, estoy convencida de que para que exista horror tiene que existir no-horror y viceversa. En mis cuentos hay, intento que haya, bastante ternura a pesar de todo y eso es buscando eso que dice tan bien Calvino en Las Ciudades Invisibles “saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno”.
P—¿Es posible dejar fuera de la escritura la violencia que nos ha condicionado en nuestra formación psicológica y emocional? Y me refiero también a la violencia institucional e histórica contra la mujer.
RClaro que es posible, pero no es algo que a mí me interese hacer. Mi búsqueda como escritora es llegar al tuétano de esa violencia, hurgar en ella, exponerla. ¿Y sabes qué? Yo, como escritora y como persona, soy el resultado de esa violencia, así que no puedo escribir desde otro lugar. Los divertimentos con las palabras, las florituras, la belleza por la belleza me encantan como lectora, pero no soy ese tipo de escritora. Yo estoy en llamas y escribo incendiándome.
P—Aunque en este libro hay dolor y fragilidad también encontramos personajes fuertes que continúan avanzando pese a lo jodido de la vida. ¿Es en ese equilibrio medio esquizofrénico donde reside la luz?
RYo creo que sí y que lo has leído muy bien. La fortaleza no existiría si no existiera la adversidad y me parece que en eso radica la cierta ternura que he querido que generen mis personajes. Están jodidos, pero lo intentan, lo intentan, lo intentan y eso hace que los quieras, que quieras que se salven.
P—Me he sentido muy identificada con algo que te leí decir en una entrevista: “No estudié periodismo, no soy española, no tengo trabajo fijo ni Seguridad Social, pero no me importa”, ¿por qué tenemos tanto miedo a salirnos del sistema?
RPorque se nos ha enseñado que toda subversión conduce al fracaso, al vicio, a la desdicha. Desde Caperucita, que se fue por otro lado del bosque y ahí la esperaba el Lobo Feroz ya se nos está diciendo que no nos desviemos del camino. Y el camino es clarísimo: estudia, trabaja, compra, obedece. El que no es normativo da miedo, así que lo que se pretende es que nadie sea no normativo. Conmigo fracasaron, claro, me encanta la desobediencia.
¡No te pierdas el lunes, la segunda parte de esta charla con María Fernanda Ampuero!
Debes estar registrad@ para poder comentar. Inicia sesión o Regístrate.