Hay escritoras que han sabido cambiar nuestra forma de entender la literatura. En mi caso, Ana María Matute fue una de ellas. Conocerla me ayudó a encontrarme con una narrativa sensible e intensa que me sería de cobijo y de consuelo y que reafirmaría mi pasión por las letras. Hoy en «Entrevistas para el recuerdo» les traigo a esta maga con su pasión por la literatura y su colorida imaginación rescatando su forma de acercarse a la escritura y su concepto del cuento como género narrativo.
Cuando a la Matute se le preguntaba acerca de su infancia decía que la recordaba siempre con la cabeza metida en los libros; leyendo y asombrándose con muchísimas historias e imaginando mundos más allá de la frontera de la razón. Su infancia se caracterizó también por largos veranos en Mansilla disfrutando de la vida salvaje del campo y aprendiendo a relacionarse con niños muy diferentes a ella. Y fue en esa infancia donde eligió quedarse la escritora, y componer maravillosas novelas desde esas emociones. Historias cuyos protagonistas fundamentales tuvieron algún acercamiento a los duendes del bosque que ella misma visitara de pequeña, y en las que se aparece la magia que ella descubrió en aquel cuarto oscuro con un terrón de azúcar. Una escritora que a través de la lucidez que siempre la caracterizó, realizó una rotunda defensa de la infancia, los sueños y la vida. Dice en esta entrevista con Juan Cruz Ruiz:
Desde temprana edad Ana María encontró en la escritura un bastión en el que refugiarse. Se centró en esas historias que le habían impactado y comenzó a creer su propio universo literario que con el correr de los años se volvería más rico y extenso. En esta otra entrevista la autora de «Olvidado Rey Gudú» expresa la necesidad de tener en su vida diaria momentos de soledad para conocerse y, sobre todo para escribir. Porque gracias a esos instantes de reflexión fueron surgiendo los personajes de sus historias, fue aprendiendo más de ella misma y del mundo y supo comprender qué quería que sucediera en el universo de sus personajes.
Parece como si Ana María tuviera bien claros sus objetivos. De hecho, cuando se le pregunta acerca de las pulsiones que la llevan a escribir, responde de forma contundente. Y cualquiera que haya leído alguna de sus historias sabe que lo ha conseguido. Así lo manifiesta en esta charla que también les recomiendo.
Si bien es más conocida por sus novelas que por su faceta como cuentista, desarrolló un gran interés por el género breve y construyó un importante universo de relatos con gnomos, duendes y elementos fantásticos. Y es que ella entró a la literatura a través de los cuentos que le narraba su tata y la cocinera de la casa de sus padres, Isabel, así como también las historias de Perrault y los Hermanos Grimm. Rememorando ese primer contacto con las letras, dice que aquellos cuentos cambiaron su vida para siempre, porque le hicieron ver que dentro de la realidad había otra mucho más interesante, llena de palabras y de aventura. Así fue entrando, para quedarse en el mundo de la literatura para siempre.
Cuando su tata le leía aquellos cuentos, ella se dejaba llevar por «esas hormiguitas» -que así llamaba a las letras que se dibujaban sobre las hojas de los libros- que la transportaban a esos mundos que ya desde pequeña la estaban recibiendo con los brazos abiertos como sólo la literatura sabe hacerlo. Cuenta también que en cuanto supo leer se vio a sí misma escribiendo historias. Asegura que comprendió de pequeñita que sería escritora y fue eso en lo único en lo que no se equivocó en su vida.
Respecto al cuento como género narrativo, la Matute asegura que es un elemento literario importantísimo, tanto como la poesía (que es lo que más le atrae de la literatura). Un género donde las palabras adquieren una importancia mayor que en la novela, porque tienes que escoger los términos exactos «ni uno más ni uno menos». Concluye diciendo que aunque parece que los cuentos son cosa de viejas y de niños consisten en uno de los géneros más importantes, al que habría que respetar y cuidar más.
En lo que respecta a sus referencias literarias se decanta por muchos rusos, partiendo por Chéjov, algunos franceses, varios anglosajones entre los que se encuentra Stevenson. Y también autores latinoamericanos entre los que prefiere a Cortázar:
Ana María Matute es una de esas escritoras a las que vuelvo con cierta constancia. La ternura y la sensibilidad de su pluma me ayudan a recuperar la pasión y la necesidad de hacer de la vida un largo cuento en el que fantasía y ficción convivan mansamente. ¡Los invito a que la lean y se dejen cautivar por su magia y su alegría!
Comentarios1
Entrañable autora y lindo trabajo por tu parte, Tes. Un abrazo.
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