«La literatura me ha salvado cuando en la vida he caído en pozos oscuros»
Un día como ayer, 26 de julio, hace 86 años nacía Ana María Matute, una escritora con garra que ha ofrecido miles de mundos increíbles e impregnado con su estilo tierno y apasionado, las letras españolas.
El año pasado, la autora recibió el Premio Cervantes de Literatura, uno de los galardones más prestigiosos, convirtiéndose en la tercera dama que alcanzó dicho premio. En este artículo le haremos un breve homenaje a esta enorme mujer, que vive la literatura de una forma tan intensa que te hace estremecer.
Ana María manifiesta un amor por las letras que llama la atención, dice que se siente ligada a la literatura de una forma muy fuerte y es la literatura la que en más de una ocasión le ha devuelto el gusto por la vida.
«Tuve una depresión mala y dejé de escribir. No me interesaba nada. Ese libro me salvó. Volver a escribir fue volver a ser yo misma. Sin escribir no soy yo, no soy nada».
Una mujer obsesionada con la infancia
Ana María Matute ha escrito principalmente acerca de la infancia y de la falta de entendimiento entre los adultos y los niños. En su obra «Paraíso inhabitado» hace especial hincapié en esta problemática y muestra la realidad desde la mirada de una niñita que no desea dejar el paraíso de la infancia pero la fuerzan a hacerlo, a crecer, a volverse a adulta, a olvidar todo ese mundo que la contiene y que considera es el único que le puede hacer sentir a gusto, lo que puede rescatarla del dolor.
Esta obra es un absoluto grito de auxilio de todos los niños que los grandes tenemos dentro, para salir, para permitirles ser, y es, seguramente la revelación de un mundo que los grandes ignoramos, el universo de los pequeños.
Para la Matute la infancia es fundamental. En realidad está convencida de que es importante para todos pero algunos no se dan cuenta, olvidan que dentro tienen un niño y que pesa muchísimo: «La infancia marca. Yo digo en Paraíso inhabitado que «a veces la infancia es más larga que la vida…persiste más»».
La obra de Matute es muy profunda, te entra de una forma directa en el alma y te la estruja sin piedad, haciéndote llorar, reír y permitiéndote entrar en contacto con tu espacio más íntimo.
Muchos lectores creen que Ana María escribe para niños, pero basta comenzar a leer cualquiera de sus obras para darse cuenta de que en realidad sus historias son obras muy complejas, que hablan del alma humana, de la guerra, de los sufrimientos propios de la humanidad. Sus obras hablan de niños pero no son escritas para ellos sino «para que las personas mayores se den cuenta de cómo son los niños en realidad, porque no son como ellos se creen». Aseguró también, que pese a escribir mucho de la infancia, también lo ha hecho de otros muchos temas que la hacen pensar y escribir, y nombró el amor-odio entre hermanos, la incomunicación y la soledad del hombre actual.
Ficción o realidad
Al hablar de su estilo expresa que no considera que su novela sea fantástica, sino mágica, porque la vida es mágica. Porque para quien describe esos universos, ellos son reales, son la realidad del autor.
Para ella entre la fantasía y la realidad no hay una división tan marcada, la fantasía forma parte de la realidad porque es producto de nuestra mente y desde el momento en que empieza a formar parte de nosotros, pasa a ser parte de la realidad.
Ana María cuenta que siempre se sintió como de otro planeta, diferente a las niñas de su edad, distinta del resto de sus hermanos; dice que miraba el mundo como desde un palco, nunca desde dentro, tenía muchos miedos e incluso era tartamuda. La ficción la fue salvando de la soledad, de los golpes duros que la vida le fue dando y, pese a que la empujaron bruscamente fuera de la infancia, algo de ella permaneció en ese estadio. «La infancia no es una etapa de la vida: es un mundo completo, autónomo, poético y también cruel, pero sin babosidades».
La guerra civil español, un mal que no era necesario
La guerra marcó considerablemente la vida de Ana María Matute. Comenzó pocos días antes de que Ana María Matute cumpliera los 11 años y dicho hecho cambió rotundamente su vida. Podemos escucharla decir que «De repente de la noche a la mañana el mundo se rompió». Dice que la guerra la destruyó mucho y fue con ella con quien tuvo noción por primera vez de lo que era la muerte y el odio, y al hablar de esto, sus ojos parecen embargarse de un pasado remoto que vive con ella, que la sigue adonde vaya.
Para la Matute las ideologías políticas cambian mucho con el paso de los años pero los sentimientos que las arraigan no, los sentimientos son perennes. El odio, el amor, el desprecio, la discriminación, la sed de venganza, son eternos y rodean la vida del ser humano desde sus orígenes y hasta el último día de su existencia. Al hablar de esto siempre hace alusión a la guerra, cuyos motivos cambian, pero que encierra los mismos sentimientos miserables de siempre y que, al fin y al cabo, sus resultados siempre son más desfavorables que positivos para las sociedades que deben soportarlas.
La lucha por vivir y por sobrevivir a su cuerpo
La Matute en su extensa carrera, que esperemos dure todavía varios años más, se juega por defender básicamente tres cosas: la literatura infantil, los cuentos y la felicidad.
En el magnífico discurso que dijo cuando se le entregó el Cervantes, luego de aclarar que no le gusta pronunciarlos, expresó que para ella la literatura es lo que le da fuerzas para vivir cada día. «San Juan dijo: «El que no ama está muerto», y yo me atrevo a decir: «El que no inventa, no vive«
Pese a lo que desde afuera se puede apreciar, escribir no es un juego de niño, y tampoco ha sido sencillo para Ana María este camino, que le ha costado mucho esfuerzo y sobre todo, por el que ha dejado mucho. «A la literatura grande se entra con dolor y con lágrimas. Escribir es una forma de protesta siempre, un modo de expresar nuestro malestar en el mundo».
Y ella habló de ese mundo con el que no estaba conforme, y aún hoy, con 86 años continúa haciéndolo, mientras escribe la que será su próxima novela…
Ana María Matute vive y con esa alegría que la caracteriza y ese tesón envidiable, se ha convertido en una mujer a quien el paso de los años no parecen afectarle, sólo a su cuerpo, pero a ella no. Ella parece sobrevivirse a sí misma en sus obras y en esos fantásticos mundos que, una vez que los habitas, no puedes dejar de visitar con cierta periodicidad.
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