Según le escuché decir a Rosa Montero, la fantasía y la ciencia ficción son los mejores espacios para poder analizar la realidad; desde una perspectiva diferente, extraña.
Esto es muy cierto y creo que muchos y muchas autores y autoras son capaces de plasmar de maravilla la realidad valiéndose de otros géneros. Y entre las autoras que saben hacerlo se encuentra Mariana Enríquez, a quien les presentaré en este artículo.
Sobre Mariana Enríquez
Enterarnos de que alguien a los 17 años ya ha terminado su primera novela, no es tan llamativo; sí lo es el hecho de que una persona de esa edad haya conseguido publicar y plantarse de lleno en el mundo literario. Así le ocurrió a Mariana Enríquez con su primera novela «Bajar es lo peor» y su nombre resonó en las letras argentinas.
Y a ella, esa joven inexperta, la cobijaron los brazos de Juan Forn, Jorge Lanata y Rodrigo Fresán. Intuyo que no pudo ser una experiencia fácilmente olvidable.
Según lo expresa la autora, quizás si no hubiera recibido esa calidez y si no la hubieran publicado, habría seguido por un camino en el que las letras no fueran las principales hacedoras de sus días.
Mariana Enríquez es licenciada en comunicación social y trabaja como subeditora del suplemento Radar. Además, da talleres de escritura en la Fundación Tomás Eloy Martínez.
Sus obras se encuentran en el límite entre lo fantástico y lo real, más cerca de lo primero que de lo segundo. Muchos de sus relatos han sido recogidos en diversas antologías de Argentina, México, España y Chile. Entre su literatura favorita se encuentra el terror y dice que tiene una biblioteca llena de libros de este género.
La búsqueda de la belleza
La obra de Mariana Enríquez se encuentra plantada entre el realismo y la fantasía y se nutre de experiencias adolescentes donde la sexualidad ocupa uno de los lugares más importantes.
Su primera novela se llamó «Bajar es lo peor» y fue publicada en 1994 por la editorial Espasa Calpe. Fue un boom que hasta consiguió que se hiciera de ella una película y tuvo una reedición en 2013. Un texto profundo y oscuro que cuesta creer que haya salido de un individuo tan joven.
Entre los elementos que merodean las páginas se encuentra mucha destrucción. Hay ambientes grisáceos y dramáticos donde la prostitución, el consumo y la locura se codean para ver quién gana la partida. Y, detrás de todo ello, la búsqueda de la belleza como hilo conductor que es, seguramente, lo que vuelve interesante dicha obra. Esto es lo que hace que, de alguna extraña forma, te encariñes con la historia y los personajes.
Después de esta novela vinieron otras tres: «Cómo desaparecer completamente» y «Los peligros de fumar en la cama» y «Alguien camina sobre tu tumba». Y todas ellas que se caracterizan por guardar una gran oscuridad y por manifestarse con un realismo espeluznante que se esconde detrás de los guiños al género fantástico o, en otros casos, el uso de la fantasía como ambiente fundamental.
Por eso no me parece extraño que para Mariana la única ficción pura y liberadora sea la fantasía. Es evidente que a través de este género (y en la lectura de sus obras) podemos evadirnos del mundo real e ir al encuentro del mundo de los sueños; donde podemos vivir otras vidas de una forma muy intensa.
Escribir sin querer escribir
Como lo expresa Mariana, una de las cosas que llama la atención y que cautiva de esta novela es la ignorancia, si me permiten la palabra, de la autora en torno a las exigencias de la escritura y a toda teoría estética.
No hubo meditaciones literarias que pusieran en peligro la forma en la que la autora había concebido el libro en su cabeza y todo él fue el producto de las reflexiones y obsesiones de una niña de 17 años que aprendía a vivir y que se enfrentaba a la crueldad lejos de todo valor estético que esta pueda tener. Ella se enfrentaba al dolor desde sus experiencias y contaba lo que veía, lo que ansiaba, lo que le molestaba.
Sin embargo, este libro podría tomarse como un referente ineludible de la sociedad argentina de los 90 donde la nuevísima democracia florecía y donde la juventud intentaba demostrarse a sí misma y al resto de la sociedad que podía rebelarse y ser sin que por ello la matasen.
Sí, podría servir para realizar un estudio sociológico de la época, aunque Mariana, lo único que buscaba era mostrar su visión de la vida y escribir ignorando que no sabía cómo hacerlo. Eso piensa ella, aunque haber conseguido una obra tan bien acabada, demuestra que algunas personas son capaces de comprender las cosas antes de tener que enfrentarse con ellas.
La escritura como evasión
Los cuerpos también ocupan una parte importante de su obra. Cuerpos que son maltratados de mil formas, desde los abusos sexuales a los excesos de todo tipo; de la mutilación emocional a la intoxicación como método de escape de una realidad cruel y en ciertos aspectos, vacía.
En lo que respecta a la belleza, a Mariana le interesa. Dice que tiene algo muy Mujica Láinez: se obsesiona con objetos, con gente, con lugares que le parecen bellos y eso la cautiva de tal forma que no puede dejar de pensar en ellos, de buscarlos en su vida.
A la hora de escribir Mariana siente una especie de hipnosis. La escritura le genera un placer casi físico y, al igual que lo dijo Fogwill más de una vez, siente como si alguien le dictara lo que debe escribir; como si se tratara de una verdadera evasión.
Al leer a Mariana comprendo muy de cerca las palabras de Rosa Montero; seguramente, sólo a través de una perspectiva lejana podremos acercarnos a un conocimiento profundo de la realidad.
Quiero terminar con una de sus frases que me ha parecido muy potente porque lo que dice se encuentra muy escondido y, como diría Hemingway, es una verdad absoluta. La misma se encuentra en «Alguien camina sobre tu tumba».
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