«El cuerpo secreto» de Mariana Torres (Páginas de Espuma) es un cuentario lleno de niños rotos, duendes escondidos, huesos que se estrellan a causa del peso de la vida y una mirada asombrada frente a los acontecimientos de la vida. Es un libro que, como nos lo contaba Mariana en la primera parte de la entrevista, habla sobre todo del dolor y la necesidad que todos tenemos de buscar un sitio en el que sentirnos a salvo, al que llamarle casa.
En esta segunda parte de la charla Mariana cita a sus autores favoritos y se acerca un poco más a la llaga, a su exilio, a su búsqueda interior personal y literaria. ¡No se pierdan a esta autora llena de luz, por favor!
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P—¿Has intentado con este libro reconciliarte con los dolores de la infancia?
R—Más bien he intentado revivirlos, utilizarlos, transformarlos en cuentos y personajes para que toda la experiencia vivida sirviera para algo más. Yo he tenido la suerte de no vivir una infancia ni dura, ni dolorosa; para nada ha sido un sufrimiento. Pero desde fuera muchas veces lo parecía, que es lo que le ocurre a Óscar, el niño árbol. Así que más que una reconciliación ha sido un homenaje y un agradecimiento.
P—Hay en tu escritura un abrazo a la literatura latinoamericana; me es fácil descubrir a una Clarice Linspector aguda y dolida, a mi Silvina Ocampo o a nuestro Julio Cortázar. Esa necesidad de hacer que la fantasía sea parte indeleble de la realidad me ha llevado a preguntarme sobre tus lecturas. ¿Qué lees? ¿Qué lugar le das a la fantasía cuando te pones a pensar en un cuento?
R—He leído muchísimo, y he leído mucho cuento latinoamericano. Cortázar es un referente muy claro en este libro, y especialmente lo es porque fue una lectura temprana. He sido una gran lectora de cómics, de ciencia ficción y de fantasía. Ahora leo un poco de todo, me gusta buscar referentes que me hagan vibrar. También leo muy en función, por un lado, de los cursos que esté impartiendo en ese momento (no es lo mismo enseñar novela que enseñar relato) y de lo que esté escribiendo en ese momento. Un ejemplo tonto: hace dos días he repasar más de treinta libros de cuentos actuales, en busca de fragmentos para un tema sobre el realismo contemporáneo. Y sobre la escritura, no intento nunca pensar en los cuentos, al contrario. Intento más bien soltarme y no pensar en nada, y bueno, algunas imágenes iniciales son más fantásticas que otras, pero no es algo premeditado del momento de la creación.
P—Un intento desesperado de recuperar la infancia, de mostrarla (había escrito monstruarla) a los que vienen detrás como lo hace el hombre de “Todo tan blanco” y un lugar sutil para la extranjería. ¿Cómo te has relacionado con la emigración y de qué forma crees que ha modificado tu escritura y tu forma de ver el mundo?
R—Me encanta que vuelvas a esta pregunta porque, como te he comentado antes, es algo que estoy trabajando ya para mi siguiente libro de cuentos. Mi forma de ver el mundo actualmente tiene muchísimo que ver con todo eso, especialmente con el movimiento. Me encanta el cambio, la experiencia. Los contrastes. Pasar de vivir en un Río de Janeiro tropical a hacer en el centro del invierno madrileño es algo que, por muy flexible que seas, hace algo de herida. Y sé, ahora, que tanto la escritura como la lectura me han dado un punto de referencia importante, me mudase donde me mudase los libros y las historias seguían conmigo. Y es más, aunque los perdiese físicamente, emocionalmente quedaban conmigo.
P—Ofreces en este libro relatos que podrían servir de forma maravillosa para pensar el feminismo. “El monstruo está despierto” me parece una lectura alucinante de la búsqueda de un nuevo discurso y del empeño por derrocar al monstruo que nos oprime. ¿Te han dicho que eres una escritora feminista? ¿Cuál es tu relación con la escritura de mujeres? ¿Cómo fue el trabajo de escritura de ese texto en particular?
R—Esta misma pregunta, o una parecida, me la hicieron en la primera entrevista que hice a raíz del libro. Y se refirieron también a ese cuento. Yo digo mucho que ese libro está vivo, que es un libro “para sentir” y que cada uno lee desde su propia experiencia cada historia. En este cuento en concreto yo no pensaba para nada en todo este tema, habla del sacrificio de un niño por el “bien común” o la supervivencia. Este texto es bastante antiguo, lo he trabajado mucho desde el punto de vista de la voz, hasta acercarme al género que quería marcar, es un cuento ritual, donde el monstruo de debajo de la cama no solo está vivo sino que amenaza a toda una familia de hermanas, es una prueba de madurez, de valentía, de sacrificio. Y por otro lado este tipo de etiquetas nunca me han gustado ni he acabado de entenderlas, no creo que haya una escritura “de mujeres” y otra escritura “de hombres”.
P—Se nota en tu escritura un gran influencia del mundo del cine: imágenes claras, coloridas, intensas. ¿En qué punto crees que se encuentran ambas pasiones?
R—Adoro el cine, he crecido viendo películas, he jugado muchísimo a videojuegos, he visto muchas horas de vídeos musicales… Y todo a color, además. También me gusta la fotografía, la pintura. Es inevitable que mi escritura esté influenciada por esa cantidad de horas de imagen visual que tengo encima. De hecho, he estudiado cine y hasta he llegado a rodar un cortometraje, en el que aprendí muchísimo. Escribir tiene muchísimo que ver con proyectar una película en la cabeza del lector, con el añadido que además de verla tiene que poder sentirla, olerla, escucharla hasta en las tripas. Es decir, es mucho más. Me divierte mucho explorar en conseguir ese extra que no da el cine.
P—¿Qué otros cuerpos estás habitando ahora?
R—Ahora mismo estoy escribiendo una novela, de la que llevo más o menos, una cabeza y parte del tronco. La tengo bastante planificada y estoy contenta con cómo va funcionando, pero es un proyecto complejo que no sé exactamente el tiempo que me llevará. Los días que no puedo sacar el suficiente tiempo para dedicarme a ella escribo mini cuentos, de la primera cosa que me pasa por la cabeza, como entretenimiento y para no perder la costumbre de escribir cuento. Aunque por lo que he visto es algo que una vez que te engancha no te suelta nunca, hay cuentos en todas partes, lo difícil es escaparse de ellos.
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